“Hay una manera de vivir en el mundo que no es del mundo, aunque parezca serlo”.
Un curso de milagros
Siempre atraemos el tipo de relación que es homóloga vibracional de nuestros pensamientos y sentimientos. Las relaciones no nos liberan del dolor. Lo único que nos redime del dolor es sanar aquello que nos lo ha causado. Mientras vivimos un momento doloroso, reconocer que estamos viviendo nuestra propia creación puede ser una tarea ardua.
El ego mira el amor como un peligro. Ver en el otro al enemigo justifica el ataque. Confiar, entregarse y reconocerse en los demás lo percibe como amenaza. Para el ego el amor es un riesgo que debe evitar.
Un curso de milagros (UCDM) dice que cada vez que interpretamos la percepción que tenemos de los demás, estamos juzgando. Por ejemplo, si veo a una persona hablándole mal a otra, es una percepción. Es decir, una información recogida por mis sentidos. En el momento que interpreto esa información para darle una valoración, estoy emitiendo un juicio.
El juicio es una despiadada forma de ataque. La más grande expresión del amor es asentir a lo que es, sin intención de que sea diferente. Esa es la manera en que Dios nos ama y la razón por la que todos somos iguales ante sus ojos.
Cada vez que juzgamos a otro, nos separamos del amor de Dios. Y esa separación nos genera miedo y culpa. Para recobrar la inocencia, inconscientemente atraemos relaciones y situaciones que nos “castiguen”.
UCDM nos invita a tener la humildad de reconocer que el mundo que percibe nuestros sentidos es absurdo, y renunciemos a la necesidad de entenderlo. Cuando recibimos la información del mundo sin justificación, miedo o culpa, estamos permitiendo que el Espíritu Santo nos muestre la expresión de amor que el juicio no nos permitía ver.
Al ego no le gustan las personas a quienes les “pasan cosas”. Estar en dificultades no es atractivo. Esa exigencia que nos hacen los demás (y muchas veces nosotros mismos) hace muy difícil la transformación, ya que a fin de mantener la imagen de lo que se espera de nosotros, caemos en la seducción de falsear, esconder o maquillar la verdad que vivimos.
Con frecuencia, quien ha elegido transitar el camino espiritual suele ser maltratado por los juicios. La gente suele esperar que no cometan errores, que nada vaya mal con ellos. Juzgar genera experiencias difíciles que reafirman la creencia del ego de que confiar y amar duele.
UCDM dice: “Juzgar no es un atributo de Dios”. Juzgar nos impide ver el amor.
Lo que carece de significado no es ni bueno ni malo. En la mirada sistémica, vemos el fenómeno sin darle significado. Cuando logramos mirar más allá del bien y del mal, sin intenciones de ningún tipo, sintonizamos el amor. El amor no busca significado, porque el significado es el amor.
Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, y no al revés. ¿Cómo es posible creer en Dios y al mismo tiempo juzgar su creación? En cuanto extensiones suyas, también nosotros somos el espíritu de la compasión, y en nuestro sano juicio no juzgamos. La invitación es a curar nuestros pensamientos y sentimientos no-amorosos, cada vez que surja la interpretación de lo que vemos.
El ego nos hace vivir en la ilusión de la separación, sobretodo en la separación de Dios. Si nos separamos es porque hemos juzgado que algo es “malo”. La evidencia clara de que estamos siendo manejados por el ego es el dolor que nos produce movernos desde ahí. Juzgar es una condición inherente a nuestra humanidad. UCDM sólo nos invita a reconocer los juicios que emitimos sobre los demás, y sobre nosotros mismos, perdonarnos y pedir al Espíritu Santo que tome nuestras emociones y las entregue a la Fuente para ser expiadas.
Todo pensamiento que tenemos se refiere siempre a nosotros mismos, de manera que al condenar a otra persona nos auto-condenamos, al rechazarla nos rechazamos a nosotros mismos. Gurú Nanak, el fundador del sijismo dice que debemos hacer de la sabiduría nuestro soporte, hacer de la compasión nuestra guía y escuchar la música divina que late en cada corazón.
Te invito a vivir 24 horas de cero juicios, o lo que es igual, de cero condena a ti mismo o a otros. ¿Aceptas el desafío?