El Centro Cultural Banreservas se asoció con Verónica Sención para presentar una exposición de José Cestero, muy especial y esperada.
Esta gran emprendedora cultural, como las hay muy pocas, siente una fascinación por acompañar obras maestras literarias con obras maestras artísticas.
Lo hizo animando visualmente la genial poesía de Pedro Mir con refinadas ilustraciones de Elsa Nuñez.
Anteriormente, con un éxito memorable, había unido a Miguel Cervantes y José Cestero, ese último autorretratándose como el famoso héroe… de la más famosa novela.
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De García Márquez a Cestero
Verónica Sención, dueña de una voluntad férrea y una habilidad incansable, supo contactar y convencer a la Fundación García Márquez y la familia del ilustre Premio Nobel. Ella había solicitado a José Cestero que hiciese una serie de cuadros, no solamente inspirados por “Cien Años de Soledad”, sino plasmando personajes, lugares y situaciones, que eran soportes y fundamentos de la más importante novela latinoamericana del siglo XX.
El artista expresó una simbiosis de Macondo y Santo Domingo, vuelto entonces “territorio de la imaginación” como el pueblo modelo… Y desfilaron por los lienzos varios de los protagonistas de aquella saga fantástica, real y ficticia, dramática y maravillosa, fatalista e infinita…
Carlos Fuentes afirmó que “Cien Años de Soledad era el quijote latinoamericano”. No cabe duda de que nuestro quijotesco Cestero – en la vida y en el arte – podía ser el receptor pictórico del lenguaje fabuloso del escritor colombiano. ¡Su liberación del trazo y de la pincelada bien corresponde a la liberación de la realidad en la calificada primera gran epopeya novelesca del continente!
Triunfó el intercambio entre pluma y pincel para el deleite de los públicos. Hasta fin de mes, los contempladores tendrán la oportunidad de apreciar, en el Centro Cultural Banreservas, esta nueva dimensión de la obra escrita, esta re-creación de un mundo en base al oficio y a la imaginación.
Una apropiación anunciada
José Cestero, capitaleño de nacimiento, es el paisajista de Santo Domingo, reputado como el mejor intérprete de la Ciudad Colonial: calles, monumentos, casas. Al mismo tiempo, engalana la urbe real con su libertad, imaginación y fantasía. Tampoco olvidamos que pintó el “cinturón verde”. Entonces, ¿Quién mejor que Cestero podía resucitar el pueblo de Macondo, aldea, campo, sitial de Cien Años de Soledad, con sus transformaciones y avatares? Las pinceladas revolotean, siluetan y ambientan: nuestro pintor se ha mudado al hogar de José Arcadio y Ursula, los fundadores.
Su genio ha comunicado a personajes claves y descendientes, la verosimilitud que corresponde a su vida y vitalidad literaria. La soltura expresionista, la fluidez de tratamiento, la precisión gestual nos los han devuelto, singulares y criollos.
¡Que no se sorprendan, José Cestero es un hombre muy culto y leído, que también se apropió de Van Eyck, Velázquez, Goya, Monet, Picasso, antepasados en la pintura! Naturalmente, su mente y su mano viajaron a obras maestrísimas de la narrativa.
A saciedad y con gusto, hemos repetido que Cestero tenía en su paleta una legión de fantasmas bien vivos, tanto infelices callejeros como celebridades universales de hoy y ayer, sus mejores retratos. Ahora, los modelos surgen de las entrañas de Macondo y él les convierte en “cesterianos”, con sus extrañezas y exaltaciones…
Un elemento impresionante y permanente es la propia escritura manuscrita de José Cestero que, debajo de cada imagen, la identifica. Ahora, se ve más apresurada y menos descifrable, pero así prolongamos la mirada…
Debemos mencionar pues el retrato, infinitamente re convertido, como un patrimonio. Ahora bien, tampoco falta el autorretrato, y José Cestero a menudo “se aloja” entre sus convidados pictóricos… Sucede con la obra de Gabriel García Márquez, hasta con su proverbial sombrero. Lo encontramos junto a héroes del relato, y al propio escritor. Por cierto, refiriéndonos a escritores, un cuadro pinta García Márquez, inmerso en un florecimiento amarillo, y, en otro, dialogando con su amigo Carlos Fuentes.
Coda
Las palabras nuestras valen muy poco en comparación de una visita a la exposición de Cestero y una relectura de “Cien Años de Soledad”.
No hay nada mejor que concluir con una reflexión histórica de José Cestero: “Mis pinturas y dibujos son el reflejo del mundo dónde yo vivo, de mi angustia y esperanza”.
Hoy, se funde, real-maravillosamente, con el de Gabriel García Márquez.