Un siglo atrás, las dominicanas se establecían como farmacéuticas, investigaban en las pequeñas salas de los ateneos los códigos legislativos foráneos, establecían lazos de amistad y colaboración con más mujeres que despertaban en Iberoamérica para vindicar derechos.
Estas agencias, comprobadas en un madejo de archivos, tienen una sinfonía propia, si se “filtra” la praxis de la revista Fémina correspondiente a 1923: incluyendo las cartas de las afanosas lectoras, la producción poética y narrativa, el estudio de sus carteles publicitarios y, sobre todo, cinco editoriales de su fundadora y directora, Petronila Angélica Gómez Brea, que en 2023 alcanzan la categoría de centenarios. Al leerlos, sin dudas, se pasa de la “metáfora del silencio” a la identificación de acciones abiertamente políticas, y concretas, de nuestras pioneras.
Quizás hoy, como ayer, “una red de prejuicios envuelve a las mujeres impidiéndoles extender en toda su amplitud las alas de su inteligencia y de su espíritu; las conveniencias sociales las rodean con un círculo difícil de franquear”, argumenta Gómez Brea en el editorial “Feminismo y mujeres”, de la edición del 15 de diciembre de 1923.
Puede leer: De los consultorios -y cartillas- de Delta, Sofía y Leonor
Con un tono aleccionador, se avoca en este texto a la genealogía de las independentistas de Chile para indicar la ruta en la que aparece en el escenario Martina Barros Borgoño (1850-1944), a quien considera la pionera del movimiento feminista de esa nación de América del Sur. “Ella rompió el primer anillo de ese cerco publicando un libro, que fue como los acordes de una diana para que despertara a la mujer de su somnolencia. (…) Aquel libro fue la primera voz femenina que se alzaba, no para hacer literatura, sino para llamar a las mujeres a un nuevo día».
Antes, en agosto de 1923, al celebrar el primer año de la revista establecida el 15 de julio de 1922, bajo el titular de “Labor que fructifica”, la directora reitera la misión de la publicación como órgano que da a conocer la capacidad intelectiva y sensibilidad («i hasta donde se elevan sus sentimientos por lo humano y por lo bello») de las dominicanas.
Si, dudas, en su cuarto párrafo, logra una radiografía de la situación y aportes de nuestras madres y hermanas espirituales que -como hemos precisado- han permanecido en profundas “metáforas del silencio”: “La mujer dominicana está dotada de suficiente razón para investigar la verdad y apartar los errores que enrarecen el ambiente de su medio. De esto ha dado pruebas eminentes, ya como abogada haciendo brillar sus racionamientos en el foro; ya en la farmacia determinando por medio del análisis químico la calidad y cantidad de los elementos de un cuerpo compuesto; ya como médica diagnosticando el mal físico que ha tomado posesión en el organismo humano, y aplicando a la vez el remedio que ha de exterminarlo”.
Ciertamente preocupada por el rol de sus coetáneas, y procurando que sus acciones fueran garantes de ciudadanía, el 30 de junio de 1923 editorializa con “Acerca de urbanidad”, testificando otros momentos íntimos y cotidianos que ocurrían hace un siglo: “Como gusto de las exquisiteces y rendir culto a la estética me permito, en estas notas editoriales, en mi calidad de periodista feminista”, llamar la atención del modo en que debemos conducirnos en el templo”, usando una voz testimonial y aleccionadora.
En el editorial “27 de febrero”, publicado el Día de la Independencia Nacional, formula una agenda para el progreso político social de la nación, con la finalidad de que puedan sentirse honrados los «ínclitos varones» que proclamaron la República Dominicana. “Ofrendemos sobre su tumba (la de los ínclitos varones), como homenaje de recordación y gratitud, la promesa de un noble i patriótico propósito de colocarnos en el concierto de las grandes naciones, fomentando la agricultura como verdadera base de la riqueza de los pueblos; favoreciendo las industrias nacionales, como estímulo al trabajo que vigoriza y salva a las naciones; estrechando en fin, cada vez más los vínculos de la confraternidad, para que reinando una paz fecunda y bienhechora, se verifique una saludable reparación político-social, que irá en provecho y progreso de nuestra vida nacional”.
Culmina este periplo, cuando el 28 de febrero, sede su acostumbrado editorial a replicar al Listín Diario: «Fémina publicación preciosa, interesante y de muy amena lectura. (…) Figura como directora la señorita Petronila Angélica Gómez; maestra normal, joven inteligente y entusiasta y como redactoras las señoras María L. Ángeles de Canino y Consuelo Montalvo de Frías, dos cultas damas que mantienen desplegada la bandera triunfante del feminismo».