Civismo por encima de partidismo

Civismo por encima de partidismo

Teófilo Quico Tabar

En dos artículos anteriores he destacado la vocación de los dominicanos para que las elecciones se definan en una sola vuelta. Y al mismo tiempo he expresado que Luis, como candidato, como persona y como presidente se ha granjeado una simpatía y respeto de una mayoría suficiente para que el proceso se defina con suficiente holgura el mismo 19 de mayo a su favor. A este fenómeno se le podrían dar muchas explicaciones, pero hay una simple, y es que está en su momento.

En ese mismo sentido quiero expresar que todo ciudadano está en el deber de cumplir con sus deberes cívicos, entre ellos el de ejercer el derecho al sufragio y votar en las elecciones como base fundamental de la democracia. Porque las elecciones representan la culminación de un proceso en el cual los partidos seleccionaron sus respectivos candidatos y los expusieron a la población para que cada quien se forme una idea y tome una decisión respecto a ellos.

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Los partidos que inscribieron candidatos lo hicieron libremente y por decisión propia. Nadie los obligó. Para tales fines llevaron a cabo las tareas que exige el organismo rector del proceso que en nuestro país se denomina Junta Central Electoral, así como lo que determinan sus propios estatutos partidarios. A partir de ahí, iniciaron las campañas por diferentes vías y están recorriendo barrios y ciudades exponiendo sus propósitos.

Cuando los partidos escogieron candidatos propios o realizaron alianzas dentro de lo que permite la ley en esa materia, no solo lo realizaron libremente, sino que se lo informaron a toda la ciudadanía, lo cual, de cierto modo, se puede definir como un acto de validación del proceso.

Los partidos, sobre todo en los procesos electorales, reciben recursos del Estado para la realización de sus múltiples actividades proselitistas y administrativas, lo que los hace corresponsables del proceso y de cualquier manera los compromete a cumplir cabalmente con los requerimientos que en esa materia exige la ley.

Después de todo esto, los partidos y los candidatos adquieren una responsabilidad mayor y compartida frente a la población, por lo cual deben mantener hasta la culminación del proceso y después del mismo, una conducta cívica, incluso, mayor que la observada por la ciudadanía. Eso implica, concurrir al proceso sin pretender realizar ninguna acción que violente las normas de comportamiento democrático y, consecuentemente, la de robustecer dicho proceso para que este se desarrolle democráticamente y con respeto.

Al margen de las simpatías políticas o partidarias que cada quien pueda tener, nadie puede negar que el país se ha puesto pantalones largos dentro de lo que se denomina el concierto de naciones donde se respetan los principios democráticos e institucionales. Constituyéndose, hoy por hoy, en un ejemplo de desarrollo efectivo de sus procesos electorales. Eso eleva al pueblo entero. Nos proyecta como país civilizado. Es una demostración de madurez ciudadana. Y eso le abre a nuestra nación muchas puertas en su camino hacia el desarrollo. Porque en un mundo dinámico y con tantos problemas en otras naciones, nos coloca como país privilegiado. Por eso expreso que al margen de cualquier actitud partidaria, el civismo debe y tiene que imponerse.