Claudio afirma Fidel NUNCA LE RETIRÓ SU APOYO A CAAMAÑO

Claudio afirma Fidel NUNCA LE RETIRÓ SU APOYO A CAAMAÑO

Los dominicanos que se entrenaron en Cuba para penetrar al país en una guerrilla dirigida por Francisco Alberto Caamaño llegaron a sumar 42, pero solo quedaron ocho. Los demás “salieron huyendo”.
Claudio Caamaño, quien hace la afirmación, agrega molesto: “¡No me interesa mencionar sus nombres, ni verlos ahora ni nunca; son unos charlatanes!”.

Los que se preparaban allá para ofrecer apoyo urbano al movimiento pasaban de 50, atestigua, y reacciona: “¡No vinieron, no sé los detalles, comenzaron a desertar!” y repite que, al igual que los anteriores, “salieron huyendo”.

Sin embargo, en la charla con el revolucionario surgen nombres de algunos que no formaron parte de la expedición pero que se ejercitaron con los Caamaño.

Claudio hace las revelaciones de los adiestramientos para desmentir a quienes han dicho que el héroe de abril no los recibía. “¿Y cómo crees que pudo venir y subir esa loma? Caamaño pesaba 170 libras, lo que pasa es que a él hay que destruirlo, era el líder más importante”, enfatiza.

Al expresidente constitucionalista lo entrenaron integrantes de un organismo llamado Liberación que contaba con los mejores profesores, afirma, y añade que este estaba en forma y era quien entrenaba a los que le acompañarían. No es cierto, aclara, que Caamaño estuviera ausente del campamento, dice que lo que más llegó a salir fueron tres veces, como lo hacía Heberto Lalane José. “Pero nunca pasaban de tres días”.

Además de narrar cuanto pasó en Pinar del Río antes de su salida, Claudio describe la descompuesta reunión de Francisco Alberto con Manuel Piñero Losada, apodado el Comandante Barba Roja, una de las principales figuras de la Revolución Cubana, jefe de los entrenamientos. Después del acalorado encuentro Fidel Castro decidió las prácticas del coronel constitucionalista y sus hombres, según Claudio.

Cuenta que los mudó cerca de su casa en Jainamita, un exclusivo barrio de La Habana, y que los custodiaban “las mismas tropas que lo atendían a él”. Significa que estando allí realizaron el último ejercicio antes de venir, que consistió en llegar “hasta el Pico Turquino, el más alto de la Sierra Maestra”. Los acompañó el subjefe de las Tropas Especiales, con quien hicieron el operativo.

Las narraciones de Claudio sobre los entrenamientos son impresionantes. Los prepararon para cualquier eventualidad. Caamaño envió a su primo junto al comandante William Gálvez a un campo de aviación a reentrenarse como piloto en el avión que posiblemente vendría, “un bimotor en que cabíamos perfectamente con todos los equipos. Íbamos a saltar sobre los pinos y a poner la nave en piloto automático después del arribo para que se cayera cuando se le acabara el combustible”.

Claudio, quien inició los entrenamientos el 16 de junio de 1970, encontró a un Caamaño vigilado por los norteamericanos que ocasionalmente volaban de sorpresa sobre las montañas “y retrataban todo”. Pero agrega que había un área de más de 100 kilómetros cuadrados para cuidar al líder. “Le tenían una escolta de decenas de hombres”.

Caamaño realizaba caminatas de hasta 90 días de un punto a otro, refiere, pasando de diez a 12 en una zona. Sin embargo, Claudio nunca había hecho recorridos semejantes, por lo que quedaba de último; no estaba preparado físicamente y tenía los pies planos. “En Cuba me atendió uno de los grandes maestros de la ortopedia. Me recomendó plantillas y todavía las uso”.

El ir siempre rezagado lo fortaleció espiritualmente, asegura. Llegó hasta a vomitar, hacía esfuerzos permanentes.

Se entrenaban en evadir las persecuciones con perros, pasar sed, hambre. “Comíamos durante meses solo una lata de sardina y leche condensada diarias y lo que encontrábamos en el monte. Aprendimos a comer cactus”.

Se bañaban solo cuando llovía “porque si tú te bañas, al limpiarte sudas mucho más y necesitas más agua”. Cuenta que compitió con Manuel Matos Moquete para ver quién permanecía más tiempo sin bañarse y le ganó. El reconocido lingüista, quien no formó parte del desembarco, se aseó cuando llevaban sin hacerlo más de 60 días. Claudio lo hizo tres meses después. A todos, manifiesta, les crecieron las barbas.

En una ocasión dieron la vuelta a La Habana, recogieron equipos bajo el agua que estaban en cajas protegidas preparadas por los cubanos y las sacaban Toribio Peña Jáquez y Claudio, que era el buzo principal. “Yo crucé la bahía de Samaná a nado y le sacaba la lengua a los tiburones”, relata para demostrar su destreza.

Practicaron más de 40 desembarcos, enseñaron a nadar a los que no sabían, fueron a una base naval al oeste de La Habana y aprendieron a navegar, manejar botes de velas, conocer el mar.
Subieron lomas hasta llegar al firme y Peña Jáquez y Juan Ramón Payero Ulloa no pudieron llegar, se cansaron.

Barba Roja y Fidel. Claudio, que dirigía la Escuadra Número 3, de trece miembros, revela que Caamaño invitó a su casa al comandante Barba Roja y convocó a los demás miembros de su expedición para que fueran testigos de la histórica reunión. “Nos tenía de mojiganga barajando la salida y Caamaño lo desafió, Barba Roja comenzó a darle explicaciones y Caamaño le dijo que era un charlatán, él salió y fue a la tribuna donde Fidel pronunciaría un discurso a contarle lo ocurrido y ahí le dio un ataque”.

Se le pregunta si la especie de que Castro le retiró el patrocinio a Caamaño no surgiría de esa dilación y responde que la aseveración “es una falsedad completa, porque cuando Caamaño rompe con Barba Roja, Fidel asumió el entrenamiento, nos mudó cerca de su casa y asignó las prácticas a Tropas Especiales. Jamás Fidel nos retiró el apoyo”.

Fidel, expresa, “sentía gran admiración por Caamaño; era un caamañista, anduvieron juntos durante nueve días por toda Cuba y Castro lo elevó a un rango muy elevado. “El primero lo tenía Fidel y el segundo un grupo muy pequeño, en ese estaba Caamaño”.

En enero de 1973 se prepararon para salir. Francis los dividió en tres grupos que fueron a residir a sendas casas de La Habana. Claudio estuvo encargado de Ramón Euclides Holguín Marte y de Payero Ulloa. Caamaño de Alfredo Pérez Vargas, Lalane José y Peña Jáquez. Dos habían salido hacia Antigua con un mes de antelación: Mario Nelson Galán Durán y Hamlet Hermann quienes comprarían el histórico yate Black Jack del desembarco.

Los tránsitos y estadías en diferentes países antes de su presencia en tierra dominicana fueron los últimos momentos de alegría, chercha y pachanga, por lo menos de los que se adelantaron a Caamaño. Claudio no escapó al jolgorio. Fue presentado entonces como un elegante prominente médico venezolano.

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