Club soneros: una familia

Club soneros: una familia

El miércoles llega Raisa a las ocho de la noche en la sala del club ubicada en la Baltazara de los Reyes casi esq. Dr.Betances en Villa María. Discretamente se junta a una de las filas de los 40 alumnos de todas edades, quienes van calentándose bajo la dirección del profesor Juan Ramón Primiterio. “Ya llevo 4 meses aprendiendo a bailar el son sin tener que pagar nada. Los cursos son gratis. Con unos diez compañeros acabo de graduarme del primer nivel” cuenta.

En adición a la escuela del miércoles Gregorio Santana, uno de los fundadores del Club Nacional de los Soneros, les enseña los pasos, la estética y la ética del son a unos 40 niños, entre 6 y 14 años de edad, en su casa propia. Los bailadores experimentados son cada vez menos jóvenes, hay que preparar la transmisión.

Tiene que presenciar una de estas clases del miércoles para darse cuenta del calor humano que impera entre los participantes. Siempre que terminan un ensayo reciben los aplausos de sus camaradas.  “Esto ayuda mucho al principio, que uno se siente muy torpe” opina Raisa. “Al final de la primera clase el nuevo venido ya se ha aprendido los 5 pasos de base. Le sobra una vida para desarrollar su arte. También ha sido introducido en la gran familia de los soneros” explica el profesor. 

“Se trata más bien de una cofradía “opina el sociólogo y cantante del grupo Bonyé, Néstor Sánchez, quien es miembro y asesor cultural del Club. Les imparte conferencias sobre temas variados para el desarrollo personal de los miembros, como está previsto en los estatutos.

“Existe una real solidaridad entre los soneros. Les brindamos apoyo a los miembros. Visitamos a los enfermos, les apoyamos en caso de dificultades financieras y cuando se encuentran en sus últimos momentos.” Explica Juana Concha de la Cruz, la secretaria general del Club.  Se recuerda con una emoción todavía visible de los funerales del afamado, querido y gran bailador que fue Bonyé. Se murió en el 2007 poco tiempo después de ganar su última competencia en la Feria del Libro. “Qué funerales fueron estos! Todos lo queríamos tanto”. Ella añade: “le bailamos en la funeraria. Los transeúntes no comprendían lo que ahí pasaba. Le bailamos alrededor de su ataúd en el Club Nacional de los Soneros. Mis piernas apenas me soportaban pero aun así le bailé. Vinieron a rendirle un último homenaje los artistas más reconocidos en el país: Francis Santana, Cheché Abreu, Chiqui Vicioso, Ramón Orlando, Maniel, Juan María Almonte entre otros.”

El club se fundó el 6 de marzo en el secreto musical en Villa Consuelo a la iniciativa de Ángel Maria Maldonado, “Ángelo”, un enfermo del son. Era un mecánico muy calificado. Le pidió ayuda a su amigo de siempre, Gregorio Santana apodado “José Club” por su gran experiencia en la creación de clubes de todos tipos: reflexión social, cultura, literatura… Preparó estatutos muy completos en términos de disciplina, elecciones, filiales, niños, comisión femenina etc. Los dos amigos reclutaron aficionados del baile que fueran todas gentes de trabajo respetables.

“La idea era de levantar el son dándole una imagen de respetabilidad. Desde los años 70 había venido decayendo por ser asociado con estos personajes quienes llevan un pañuelo en un bolsillo y una cuchilla en el otro» explica Gregorio Santana. “Se bailaba en lugares de pelea, robo y hasta crimen como el Mono Mojado, en el Borojol y Villa Consuelo…”

En este contexto se comprenden las reglas que impusieron los fundadores y que rigen la vida del club hoy en día. “Los soneros de ambos sexos deben de vestir muy elegantes, las damas con tacones y ropa no provocativa y los caballeros con traje. Aquí no se acepta la chismografía habitual. Se les exige a los niños que tengan buenos resultados en la escuela, no se le permiten usar malas palabras” explica Juana Concha de la Cruz. “Tenemos un consejo de disciplina, sus decisiones son inapelables. No se vuelve miembro del Club Nacional de los Soneros quien quiera, ser recibido es un honor, se merece. Una comisión especial  somete al postulante a una investigación muy amplia. No aceptamos gentes con antecedentes penales o de drogadicción o de alcoholismo”.

En el 2002 se le ofreció a Horacio Bakemón la presidencia del Club para que le diera un nuevo ímpetu. “La columna vertebral del Club es el trabajo que se hace en las reuniones del martes, gracias a los sacrificios de los directivos y miembros” dice el presidente. “Se tratan los asuntos corrientes, los detalles prácticos. También se elabora la agenda muy cargada del club. Cada miembro tiene una voz y las decisiones se toman a la mayoría.

No pasa semana sin que se organice una fiesta dentro o fuera del club. En lo que va de agosto, entre otros eventos, se festejó el Día de los Padres en la sala del club. Las mujeres obsequiaron un regalo a los hombres como habían hecho ellos para ellas, el Día de las Madres. Salimos a bailar en la Playita de Nigua con el grupo Los Nuevos Soneros de Haina. Íbamos invitados junto con el club de Boca Chica por el Club Julio Zapata, de Haina. Ahora nos van a invitar el Club de Boca Chica. Cada viernes salimos al bar Señales en Boca Chica a la fiesta de “son y bachata” que organiza el Chino Méndez con la encantadora Sonia Cabral y sus Científicos del son, que son siete…”

El Club ya tiene tal reconocimiento que es invitado a lugares prestigiosos: el Teatro Nacional, el Palacio de Bellas Artes, Funglode, Centro Cultural León Jimenes. Cada año da una representación en la tarima principal de la Feria del libro. Representa la República Dominicana al nivel internacional en el Festival del Son en Santiago de Cuba.

Cada domingo en la noche, en las ruinas de San Francisco, Néstor Sánchez concluye los conciertos del grupo Bonyé insistiendo: “los soneros somos gente decente” y después despide la muchedumbre, cada vez más abundante, con un altisonante “El son no se va morir. Y que viva la alegría!”

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