Continúan las interpretaciones y análisis sobre lo ocurrido en el PLD el pasado domingo con la holgada victoria de Abel Martínez, un triunfo que envía un contundente y claro mensaje al liderazgo del partido morado, que ojalá esté a la altura de unas circunstancias que le exigen un proceso de renovación profundo para que sea verdadero; y, sobre todo, que haga posible un relanzamiento que le devuelva a la organización el protagonismo en nuestra vida política.
No es la tarea mas urgente pero sí la más necesaria, y por esa misma razón no conviene que se le dé largas, pues para un PLD disminuido y desacreditado resultará muy cuesta arriba acudir a las elecciones del 2024 ofertando al electorado las mismas caras, en su mayoría comprometidas con la corrupción y el latrocinio que sacó a los peledeístas del poder. Eso es mas fácil decirlo que hacerlo, sobre todo cuando se pasa revista a los miembros de su Comité Politico, a los que no puede pedírsele que se jubilen y se vayan para sus casas, aunque sería lo ideal, para darle paso a la sangre nueva que necesita el PLD para revitalizarse y ser opción de poder.
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Ese es uno de los grandes retos, sino el mayor, que tiene por delante el alcalde de Santiago, una tarea en la que debe hilar fino sino quiere convertirse en rehén de esa dirigencia caduca. Y no dudo que tenga el coraje y la determinación necesarias, como estoy convencido también de que el peledeísmo que se quiere librar de los lastres de ese pasado turbio y vergonzoso lo acompañaría gustoso en el esfuerzo, que tendría como recompensa convertirse en el nuevo líder del nuevo PLD; y, por vía de consecuencia, en el primero de la fila cuando toque subir las escalinatas del Palacio Nacional.
Lo que nunca conseguirá negociando una alianza con Leonel Fernández y su Fuerza del Pueblo, como sugieren algunos analistas, en la que sería cola de león, literalmente, además del eterno segundón del eterno aspirante a la Presidencia de la República.