Es interesante e importante analizar lo ocurrido en la votación del pasado domingo en Colombia, en el plebiscito para refrendar los Acuerdos de paz entre el Gobierno y las FARC dialogados en La Habana, que incluyen no solamente el cese del conflicto sino una serie de medidas y normas jurídicas y políticas para que dicho fin sea alcanzado.
Para muchos y muchas ha sido de gran asombro la victoria del NO a la pregunta formulada en los votos: “¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?”. Todas las encuestas y estudios de opinión quedaron desplomados.
Tal y como se ha informado, con el 99,98% de las mesas computadas, el NO se impuso con 6,431,376 votos, alcanzando un 50,21% de los votos; frente a 6,377,482 votos por el SÍ, que representaron un 49,78% de los votos.
Pero que quede claro, en una votación donde apenas participó el 37% del electorado, la opción ganadora ha resultado rechazada o no votada por más del ¡80% del electorado! Entre pocos se votó, muy pocos marcaron la diferencia.
Dónde ganó cada uno.
El SÍ ganó en prácticamente todos los departamentos fronterizos: costa Pacífico, frontera con Ecuador, Panamá, el Caribe, Venezuela, Brasil y Perú. De éstos, el NO se impuso solo en Norte de San y Arauca (frontera con Venezuela) y en Antioquia, que va del centro-norte a la costa Pacífico. El NO ganó prácticamente en todo el interior del país.
El SÍ ganó en 19 departamentos y Bogotá, además de los consulados en el extranjero. El NO ganó en 13 departamentos, siete divisiones políticas menos que el SÍ, que ganó en 20.
Chocó, Vaupés, Cauca, Putumayo, Nariño, La Guajira, departamentos golpeados por la guerra, se movilizaron ampliamente por el SÍ.
Pero en el Cauca apenas votaron por el SÍ 235 mil personas; en Chocó, unas 75 mil; en La Guajira no más de 65,417, movilizando apenas al 19,39% del electorado; en Nariño fueron un poco más, 251,047 votantes; pero en Putumayo no llegaron a los 45 mil votantes por el SÍ. En Vaupés fueron a votar 4,962 colombianos, de los cuales, en efecto, 3,796 le dieron el voto al SÍ. Esos porcentajes abultados dieron para muy poco.
Con participaciones de ese nivel, entre 20% y 30%, la gran ciudad que fue bastión del SÍ fue Bogotá, como se podía esperar, donde participó el 46,33% del electorado y el SÍ venció con un 56,07% de los votos. Boyacá, Atlántico y Cali acompañaron también, siendo lugares de triunfo del SÍ.
En cambio en otros polos poblacionales como Antioquia, el NO fue vencedor. En Medellín, una gran metrópoli, casi 63% dieron su voto en contra a los acuerdos de PAZ dialogados en La Habana.
La abstención: determinante en el resultado
Algo fundamental para el análisis: en los departamentos en que ganó el NO, sus activistas lograron que la participación fuera en torno al 41%, por encima del 38,37% nacional. En aquellos, el NO obtuvo el 60% de los votos, y que participara un 24% de los votantes habilitados para ejercer sufragio.
En cambio, en los departamentos en que fue ganador el SÍ, es verdad que este logró vencer con un 59% de los votos (casi igual), pero apenas logró captar un 31% de los votantes, que representaron solo el 20% de los ciudadanos habilitados. Una gran diferencia con el NO.
Por lo que decíamos anteriormente, podemos comentar que aunque los números son pequeños, puede afirmarse que el NO logró ganar con más contundencia y, sobre todo, logró mayor participación del electorado en aquellos departamentos en los que logró vencer, contrastándolos con aquellos en que fue victorioso el SÍ.
Este dato sobre la abstención se puede analizar también a escala nacional.
Más de un comentarista ha sugerido que la participación es tradicionalmente baja, pero esto no es tan así. Al verificar las elecciones presidenciales de los últimos años, se puede ver un promedio de participación de 46,07%, casi 10 puntos porcentuales por encima del 37% alcanzado en este plebiscito. Si se contrasta con la segunda vuelta electoral de 2014, en la que la decisión pasó fundamentalmente por un referéndum entre la propuesta de Paz de Juan Manuel Santos y la candidatura del Uribismo, la participación del pasado 2 de octubre es menor en más de 2 millones de votos, y diez puntos porcentuales menos. La propuesta de PAZ no logró convencer a ese “piso” de participantes alcanzado en el “ballotage” de 2014.
Votos y participación electoral en porcentajes en elecciones presidenciales 1994-2014
Año | Votos | Participación |
1994 | 5791332 | 33,77% |
1994* | 7382653 | 43,34% |
1998 | 10664155 | 51,12% |
1998* | 12274923 | 58,85% |
2002 | 11249734 | 46,47% |
2006 | 12041737 | 45,05% |
2010 | 14781020 | 49,27% |
2010* | 13296924 | 44,33% |
2014 | 13209561 | 40,65% |
2014* | 15794940 | 47,89% |
2016 | 13066047 | 37,43% |
Elaboración propia. Con asteriscos las segundas vueltas presidenciales.
Comparando la participación electoral en número de votos con años anteriores, es inferior a ambas vueltas en 2010, donde definieron Santos y Antanas Mockus, dos figuras que hoy apoyaban la PAZ; así como es inferior a la participación de ambas vueltas presidenciales de 2014. En términos porcentuales sólo es comparable con las elecciones presidenciales en primera vuelta de 1994. Esto se puede ver en la tabla anterior y en el siguiente gráfico.
Elaboración propia. Con asteriscos las segundas vueltas presidenciales.
En nuestra comprensión a raíz de las informaciones recibidas, el SÍ fue débil tanto en motivar a participar -lo que necesitaba mucho, y hemos mostrado con datos-, incluso en las zonas golpeadas por la guerra, y fue débil en convencer de que sus argumentos eran mejores y superiores.
El primero, que la abstención fuera baja y la participación por el SÍ fuera masiva, al menos la lograda en la votación de 2014, era cuesta arriba por razones que nos explica el poeta y pensador Fernando Rendón:
“la abstención es un fenómeno histórico en Colombia, como consecuencia de la ausencia de una democracia plena en el país. La transparencia electoral es dudosa. La intimidación armada contra los electores es frecuente. Los resultados electorales no se traducen en la materialización de las aspiraciones del pueblo. La gente prefiere no votar porque presiente que su voto no cambiará nada. Ningún gobernante de hecho ha sido progresista en las últimas siete décadas. Hay mucha descomposición política”.
A un pueblo de por sí atemorizado y defraudado, insensible a la convocatoria electoral por reiteradas frustraciones, era además más viable convencerlo sobre la base de los argumentos del miedo, el terror, los prejuicios y la amenaza, ya seculares en su cultura y experiencia de vida; más viable que convencerlo de la virtud de un acuerdo de PAZ que, de inicio, para comprender había que leer 297 páginas.
En ese sentido, en línea con nuestro análisis, Juan Carlos Guerrero ha dicho lo siguiente:
“1. El ex presidente Uribe (hoy senador) hizo una campaña efectiva por el NO, al mismo tiempo sembrando el miedo (decir sí sería entregarle el país al “castro-chavismo”) y vendiendo la idea de que podía negociarse un mejor acuerdo (donde no hubiera impunidad para los guerrilleros de las FARC). Hábilmente la campaña por el NO insistió en que ellos no querían la guerra (algo a todas luces políticamente incorrecto), sino una «paz sin impunidad».
- Después de tantos años de guerra, en donde la guerrilla (aunque no sólo ella) le ha hecho tanto daño a la sociedad, a muchos colombianos les resultó difícil o imposible aceptar los modelos de justicia transicional incorporados en los acuerdos de paz. Esos modelos proponen una justicia restaurativa, en donde las sanciones penales (especialmente la cárcel) aplicables a los crímenes cometidos en la guerra pasan a un segundo plano. Es decir, en esos modelos la verdad y la reparación frente a las víctimas pasa a ser más importante que la sanción penal, de manera que si los combatientes dicen la verdad no tienen que ir a la cárcel y pagan penas alternativas (como por ejemplo, trabajar en el desminado de zonas rurales). Para muchos colombianos, los guerrilleros no merecían ese tratamiento (aunque muchos de esos colombianos olvidaban que era un tratamiento que se le iba a dar a todos los actores del conflicto y no solo a los guerrilleros). Es decir, muchos colombianos quieren que los guerrilleros vayan a la cárcel. Eso significa que hay un odio fuerte hacia las FARC en una buena parte de la sociedad colombiana. Esas son las secuelas de tantos años de guerra.
- (…) Tristemente podríamos decir que una buena parte de las víctimas (sobre todo las de la población más pobre) estaba dispuesta a aprobar el acuerdo siempre y cuando hubiera verdad, reparación y garantías de no repetición. El NO fue fuerte sobre todo entre la población urbana que ha visto la guerra por televisión (aunque hay algunas víctimas, sobre todo de estratos acomodados, que también votaron por el NO).
En conclusiones, me sumo a lo que han dicho Pablo Gentili y Atilio Boron: la guerra no ha pasado en vano… ni el crimen, ni las persecuciones, ni el odio instalado a las FARC ni la sensación de frustración. No hay ganas de votar y hay una hegemonía dura de disputar, la cultura del enfrentamiento, la doctrina de seguridad y el enemigo interno-externo. Eso sí, añadiría lo siguiente: los resultados del referéndum son para quedar pasmados. El SÍ pintaba para más, y no logró movilizar ni tampoco convencer a una cantidad que al menos pírricamente le permitiera la victoria. Es duro el enemigo real, cultural e ideológico que se enfrenta, y es importante la autocrítica que haya que hacerse. A mí me queda flotando una pregunta: ¿Quién lidera, convoca y unifica por la PAZ en Colombia? ¿Hay en Colombia un polo por la PAZ que comparta e ilusione con un proyecto común de país, dado los orígenes y sentires tan dispares entre sus promotores? Mientras, claramente, el NO sí tiene quien le escriba.