Jeannette Miller es una prolífica escritora cuya producción literaria abarca varios géneros, entre ellos la poesía, el cuento, el ensayo y la novela, renglón al que pertenece su obra más reciente, “Color de piel”, un libro que, en el poco tiempo que lleva circulando, se ha convertido en indispensable tanto para el mundo intelectual como para los lectores aficionados de la República Dominicana.
Luego de recibir excelentes críticas, comprobamos que esta biografía novelada conduce ágilmente al lector a un encuentro con la vida intensa, complicada, pero conmovedora de la autora, de su progenitor, de su abuela y de todo su entorno familiar, enmarcado en diferentes situaciones políticas y sociales de nuestra historia reciente, desde la primera ocupación norteamericana (1916) hasta la actualidad.
“Color de piel” es una novela que, utilizando los elementos de la ficción, se centra en las vivencias de la autora, en los incidentes sufridos por ella o por las personas que han formado parte de su vida, detallados de manera real o reinventados para satisfacer las exigencias del género ficticio de la novela. Las diferentes características y experiencias de los personajes principales: Violeta, Tedy e Isabel, mantienen la atención del lector con una prosa entendible que logra producir un interés constante en la narración de la historia.
En sus inicios como escritora, Jeannette Miller se dio a conocer como poeta. Sus creaciones dentro de ese género, como “Fórmulas para combatir el miedo”, le hicieron ganar reconocimiento en el mundo de las letras.
Pasado un tiempo comenzó a destacarse en la narración y en el ensayo, principalmente como historiadora del arte dominicano, en especial en su faceta de crítica de artes plásticas, de tal forma que sus opiniones siempre han estado entre las más valoradas por los artistas y conocedores de arte, pues se le reconoce y respeta por sus vastos conocimientos, objetividad y, sobre todo, por su honestidad.
Su abundante y diverso trabajo literario no le ha quitado tiempo para ejercer una labor que para ella es prioritaria, ejercer como profesora de Lengua Española de varias generaciones de jóvenes de diferentes profesiones.
No hay lugar público donde la “profesora” no se encuentre con uno de sus alumnos que, con agradecimiento y cariño, le manifieste que no olvida sus enseñanzas, principalmente a la hora de poner en práctica los conocimientos gramaticales que les inculcó.
De personalidad sencilla y afable, pero con carácter fuerte y decidido, sus ideas claras y posiciones contestatarias dejan entrever y recordar a la joven rebelde que vivió dramáticamente la dictadura de Rafael L. Trujillo.
En su novela “Color de piel”, Jeannette Miller relata cronológicamente su existencia, desde su niñez hasta la actualidad. También recrea la vida de su padre, Freddy Miller, asesinado por los esbirros trujillistas. Tedy, como se llama en la novela, fue un hombre de una gran personalidad, genial para la escritura, un poeta que su hija nunca ha querido ni podido olvidar. Un ser humano bueno, que jamás imaginó que el régimen dictatorial se atrevería a quitarle la vida, por diversas razones, entre ellas, familiares.
La pérdida de su progenitor cuando Jeannette Miller era apenas una adolescente, marcó su vida para siempre, dejándole huellas de dolor, que en distintos tiempos tradujo en lucha contra todo lo que oliera a dictadura, invasiones externas, y otros hechos que golpearon a la República Dominicana.
“Color de piel” es una especie de ventana en la que asoman recuerdos, vivencias familiares, circunstancias políticas y sociales plasmadas con una prosa convincente que nos guía a conocer a la encantadora Violeta, aquella joven y hermosa soprano, culta, nacida en una familia principal, de tradiciones familiares y religiosas profundas, que tuvo la mala suerte de elegir como esposo a un militar que llegó a Santo Domingo con la primera invasión norteamericana en 1916.
Violeta, una dama destacada, tenía para elegir el mejor marido, pero su madre, por el color de piel se inclinó por el joven blanco, rubio, de ojos azules, que según ella parecía “un querubín”, y que resultó un ser desalmado cuya madre, una racista norteamericana, maltrató a Violeta psicológicamente durante los largos días que convivieron juntas en una casita de un campo del sur de los Estados Unidos, en la época en que el Ku Klux Klan mataba negros por “quítame esta paja”, y la déspota de la suegra tildaba a Violeta de “negra”, por no ser tan blanca y rubia como su hijo. Con Violeta y otros personajes, el lector tendrá muchos motivos para llorar y reír.
Más adelante, y de igual manera, la protagonista, Isabelle, nos tomará de las manos para poner en palabras convertidas en imágenes los finales de la dictadura trujillista, el posterior derrocamiento de Juan Bosch, la Guerra del 65, cuando fue apresada y calificada de “rebelde” por la tropa norteamericana que también la torturó sicológicamente, y luego, la posterior llegada a la presidencia de la República de Joaquín Balaguer.
Los tiempos actuales se definen en la solapa frontal del libro: “Lo otro seguía igual: las elecciones amañadas, la imposición del poder y el dinero, los pobres vendiendo sus votos para comer un día, y la violencia que había crecido metamorfoseándose, ahora cada vez más feroz y arrasante. Antes era el dictador el culpable de todo. Ahora los asesinatos no tenían rostro, surgían impredecibles en medio de la multitud, en un entaponamiento de vehículos o en el parqueo de un centro comercial. Solo te dabas cuenta de los tiros cuando la sangre mojaba el asfalto o los asientos de los vehículos. Había nacido una especie nueva: los sicarios…”
En varios capítulos de diferentes épocas, la autora de “Color de piel” hace referencia al racismo que también existe en la República Dominicana, un país donde el porcentaje más alto de los habitantes son negros y mulatos, y donde los mismos negros se discriminan entre ellos.
Tampoco olvida la desigualdad social y económica que sufren los dominicanos. Pero lo más importante es que enfrenta toda esa historia de racismo, injusticias, violencia y corrupción llena de fe, para encontrar al final el perdón y la paz en el amor divino que actúa como su sustento.