Colson, Richiez, Pimentel en París

Colson, Richiez, Pimentel en París

París ha sido para la modernidad ,un punto de origen y partida de todas las revoluciones de la estética plástica.

A principios del siglo veinte, la convocatoria fue universal, por la determinación y decisión de los artistas del mundo que iniciaron el preámbulo de las vanguardias y desembarcar en París con los imaginarios repletos de propuestas y sueños que se revelarían en la capital francesa. La vida parisina atraía, por su escenario de libertad en la creación tanto literaria como visual.

Los poetas y los artistas plásticos, entre 1900 y 1940, años que sacudieron Europa con las dos guerras mundiales, aportaron todas las revoluciones del espíritu con la trascendencia del impresionismo, del cubismo, del surrealismo cuyos ecos y coloquios se compartían en la bohemia parisina de las noches alegres en los cafés y bistrots de Monmartre, Pigalle, Monparnasse.

Si para Hemingway, París fue una fiesta, añadimos que también fue un escenario de vidas y pasiones alimentadas en la complejidad de la creación universal. La atracción de la ciudad después de media noche, se nutría de encuentros en los talleres y en las residencias modestas de Picasso, Modigliani, Soutine, Braque, Chagall, Juan Gris, todos buscando en su exilio la fuerza de su genialidad.

América Latina empujó las puertas de las alcobas bajo techo de las buhardillas de la ciudad de las luces, y, en todo este escenario, los cabarets se alegraban con las ocurrencias de Toulouse Lautrec, maravillado por los encajes alegres del french cancan, mientras la Stein, sacudía con su imperiosa autoridad la soberbia de Picasso, la discreción de Juan Gris…..y los antojos de la generación perdida.
El eco del prodigio parisino atrajo con su imán de revoluciones artísticas.

En República Dominicana, Jaime Colson introduce el referente parisino con sus diversas estadías e implicaciones con los talleres de las vanguardias en Montmartre, Monparnasse y la Cité des arts.
La capital francesa significó para él la mayor estrategia de apertura al mundo artístico del siglo veinte.
Recordamos que hablaba francés con un acento agudo y muy cortante que le daba un aire de provinciano galo, venido a París a experimentar con responsabilidad intelectual propia la movida de entonces.

Quiso medirse y apuntarse tanto con el cubismo como el surrealismo hasta encontrar una factura donde finalmente su mundo criollo no desapareciera en la factura siempre comprometida con su sociedad y su gente.

Sabemos que era antitrujillista y que a pesar de su personalidad autoritaria y dirigista no apostaba por las voluntades criminales del Jefe. París le permitió medirse a Picasso, Chirico, Chagall Juan Gris, compartiendo ideas y sueños.

Desde París volverá en tres o cuatro viajes a su tierra para encontrar en ella todos los alardes visuales de una modernidad que no se alejara del trópico, en sus luces, sus colores y su gente.
París se mantuvo en él como la ciudad de sus vivencias y experiencias de la búsqueda de su obra. Sin embargo nunca quiso quedarse de manera prolongada más de 7 a 12 años porque tenía un profundo proyecto didáctico y pedagógico de hacer escuela en su propia tierra.

Luichy Martínez Richiez llega en 1952, se implicó en la escultura y en la talla de maderas nobles que impresionaron al público parisino y sus maestros de la Ecole des Beaux Arts.

Hizo vida y socializó con las convocatorias y los llamados de las Bienales de la Jeune Sculpture, recibiendo Premios y honores, compartiendo con maestros del momento del volumen y de la forma como Agustin Cárdenas, cubano, receptor de mucha popularidad en el mundillo del coleccionismo francés.

En 1960, Martínez Richiez, ganó el primer premio de la Biennale des Arts, después de haber obtenido en 1956 el cuarto premio. Su talento por la escultura lo pondrá en diálogo con todos los artistas innovadores del momento, hasta encontrarse con Denys Chevalier que le abrirá las puertas internacionales, pues entre 1963 y 1973, Luichy Martínez Richiez atrae a los coleccionistas y a los comisarios de arte contemporáneo. Sus éxitos en los salones de escultura de París lo proyectan hacia Canadá y Escandinavia, inaugurando también espacio y mercado en Londres en la galería Morton y en Amsterdam en la Hent. Su éxito internacional se confirma desde París y entre 1975 y 1978 las instituciones del Estado francés van a adquirir parte de sus obras, después de haber entrado en 1969 en la colección permanente de arte contemporáneo del Museo de Arte Moderno de la capital francesa.

Su trabajo de talla toma en París el giro de los estudios de la forma y del fondo de toda una intelectualidad que entre los años 50 y 70 integra sus investigaciones en la estética del sincretismo mágico fantástico que se vivía en París por la relación colonial y pos colonial de Francia con África.

Después de treinta años de vida artística parisina retorna a la isla en 1978, donde se instala con toda su aura de maestro admirado y respetado, reconocido internacionalmente como uno de los maestros fundamentales de la escultura contemporánea.

Vicente Pimentel obtiene una beca de estudios en 1978 y 1979 para la Escuela de Beaux Arts Marsella y París donde residirá hasta su partida.

Desde su taller emblemático y muy personalizado des Frigos, en París 13, a orillas del Sena, se empoderará de una nueva carrera artística donde se irá retirando de la figuración para encontrarse y desarrollar su talento en el abstraccionismo lírico y estrechar lazos profundos con el expresionismo de los años ochenta que señalaron un giro importante en las nuevas propuestas visuales.

Pimentel significó una nueva imagen de la pintura contemporánea caribeña entre 1990 y 2000, rompiendo definitivamente con los prejuicios folcloristas y anecdóticos de muchos críticos y comisarios. Demostró en el medio parisino su capacidad de duende y genio, compartiendo con Wlfreo LAM, con Hervé Télemaque, Seguí, Matta, Alichensky. Supo llevar una carrera definitivamente dedicada a su obra como una espiritualidad profunda dentro de su ser. Una obra que evocaba a través de sus signos y señales, la poética de su Caribe dominicano, parte totalizante de su ser y de su escritura poética. Fue reconocido, admirado por los más grandes, por la esposa del expresidente Georges Pompidou, por la familia Toubon y por muchos intelectuales y poetas franceses, entre ellos Yves Bonnefoy, amigo y admirador de su escritura gráfica.

Sus telas, sus dibujos sobre papel, pertenecen hoy a la coleccion de arte contemporáneo de muchos museos modernos de Francia y de las Antillas francesas.

Vicente Pimentel hoy dia es parte de las colecciones privadas en Suecia, Suiza, Japón y Estados Unidos, Corea, Hong Kong, es decir es parte de la memoria universal del expresionismo abstraccionista lírico.

Con estos tres artistas abrimos ensayos próximos sobre la relación visual y literaria de maestros dominicanos a partir y desde París.

Es importante canalizar la historia contemporánea de las artes y de la literatura dominicana en sus diálogos universales, donde la marca país se inserte en los movimientos del pensamiento y de la creación internacional porque por encima de la Dictadura, del encierro de los doce años los artistas dominicanos hicieron obra e Historia Universal y la siguen haciendo.

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