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En ocasiones la falta de tiempo por exceso de trabajo u otras actividades, nos aleja de la cotidianidad de nuestros hijos, induciéndolos con esto a buscar orientación en otras fuentes, que quizás no sean tan beneficiosas como aquellas que queremos brindarles como padres. Incluso, en ocasiones delegamos parte de su formación en personas que nos ayudan, pero que quizás no tienen nuestros mismos valores y costumbres.
Es importante estar atentos al grupo de pares con el que nuestros hijos se involucran, saber quiénes son sus amigos, así como los principios, valores y creencias que estos profesan. En ocasiones no podremos evitarles a nuestros hijos que tengan contacto con niños y jóvenes que tienen una formación diferente, pero siempre podremos recordarles cuál es la orientación correcta que deben seguir día a día. De hecho, es muy importante fijarse no sólo en aquellas realidades que no les podemos cambiar, sino en las oportunidades que siempre se nos presentan de ayudarlos a interactuar de manera acertada, aún con las realidades más difíciles y las influencias más negativas.
Una manera perfecta de educar para la paz es predicar con el ejemplo, mostrando una forma correcta de relacionarse con los demás.
Muchas personas reaccionan con violencia ante lo que perciben como injustica por parte de terceros; sin embargo, desde la infancia este impulso se debe trabajar y fomentar reacciones de paz ante los conflictos. La capacidad de resolución de conflicto se desarrolla con el tiempo, a través de una orientación constante, reforzada con el buen ejemplo.
Los niños aprenden a comportarse a partir de lo que ven y escuchan, con las acciones se aprende más rápido que con las palabras, por ende, debemos analizar cómo actuamos frente a nuestros hijos, y cómo reaccionamos ante los conflictos.
Para criar hijos amantes de la paz, es necesario establecer reglas precisas y límites claros, ya que la ausencia de esta estructura puede generar conductas antisociales. La falta de consecuencias o la permisividad de los padres crea confusión en la comprensión de lo correcto y lo incorrecto. Es bien sabido que la sobreprotección asociada a la permisividad hace daño en la crianza del niño e impide el desarrollo de su discernimiento.
Es normal que los niños se peleen con sus amiguitos, incluso con sus hermanos. Cuando estas situaciones ocurren, estamos frente a una oportunidad para modelar la resolución de conflictos basada en la paz como prioridad.
En momentos como estos, es importante orientar a los niños acerca de la experiencia pacificadora que se alcanza solucionando de manera asertiva los problemas que se presentan en sus interacciones con los demás.
Hay quienes sin querer alimentan la violencia, al decirles a su hijo que le devuelva el golpe o la ofensa al compañero. Hay otras formas de ensenar a un niño a defenderse sin generar más violencia. Analice con sus hijos opciones para resolver un conflicto de manera asertiva; es decir, preservando la paz.
Procure que su hogar sea un lugar de paz alejado de la violencia verbal, psicológica, física, o de otra índole. No discuta con su pareja en frente de los hijos. Si en su casa se presentan situaciones de abuso, no dude en buscar ayuda de un terapeuta. Las familias conflictivas o con situaciones de violencia interna pueden generar seres violentos.
Supervise qué tipo de programas ven sus hijos y que tipo de juegos utilizan, ya que algunos de estos contenidos a pesar de ser comercializados como infantiles, fomentan la violencia o la inducen de manera subliminal.
Eduque a sus hijos para que comprendan que las amenazas y las intimidaciones se corresponden con patrones negativos; mientras que la conciliación aporta al bienestar de todos. Psicoeduque en cómo manejar el enojo, las frustraciones y el dolor, pues esto son sentimientos normales que todo ser humano puede experimentar, lo importante es cómo manejamos estas emociones cuando llegan a nuestro corazón. Si identifica que usted mismo tiene dificultades en manejarlas busque ayuda, a fin de orientar mejor a sus hijos.
Muchas veces las propias experiencias, de las cuales el ser humano no necesariamente es culpable, lo lleva a tener actitudes agresivas. La buena noticia es que siempre podemos buscar ayuda, darnos la oportunidad de sanar heridas y aprender formas asertivas para dominar nuestras emociones.
Otro aspecto valioso para fomentar la paz, es enseñarles a nuestros hijos a asumir sus responsabilidades, ya que muchas crisis de violencia se dan porque una de las partes no asume su error. Aceptar la equivocación no significa maltratarse a sí mismo con las culpas. De hecho, responsabilizarse dista mucho de sentimientos de culpa que si hacen daño.
Observe cómo está la autoestima de su hijo, ya que a una persona con una correcta autoestima le resulta más facial aceptar sus errores y enfrentar de forma asertiva sus fracasos. En relación con esto, enséñeles a sus hijos el valor del esfuerzo. La costumbre de ir por el camino fácil engendra frustraciones que resultan en agresividad y violencia.
Asegúrese de que su hijo queme sus etapas. Es importante que viva cada una de las etapas en el momento indicado, de manera que no quede expuesto a estímulos cuya agresividad o impulsos no pueda identificar ni manejar.
Recuerde que sus hijos, son el valor más preciado de la sociedad, ellos crecen y es esencial esforzarnos en ayudarlos a ser ciudadanos de bien, que aporten a su entorno y sean felices. La autora es psicóloga y educadora, directora y fundadora de MLC SCHOOL Twiter: @MLC_Schoolrd @SVirginiaP Instagram: @pardillavirginia.