Los trastornos de la personalidad se la complican a los psiquiatras y psicólogos, a través de los factores y causas que originan las disfuncionalidades en las personas; el narcisista es uno de ellos.
Se nace o se hace narcisista, pudieran ser las dos cosas, debido a la base genética, la psicología, la crianza y la cultura que, influyen en su predisposición. Pero también, los nuevos conceptos de la epigenética, de donde se sostienen los estudios de cómo el ambiente, los traumas y los estresores psicosociales cambian la lectura de los genes, permitiendo modificaciones en su genética.
Diferentes teorías sostienen que el narcisismo puede empezar a estructurarse entre los cuatro y los doce años. En la infancia, con la crianza insegura, el apego ambivalente, inestable, conflictivo, de sobreprotección, o de maltratos o abandono por una de las figuras primarias, el niño desprotegido, puede buscar sobreponerse hasta convertirse en un pequeño tirano que, desafía y demanda la atención de forma especial de los padres.
Es el niño o preadolescente que se vuelve egocentrista, egoísta, demandante, que quiere que se lo den todo sin haberse ganado nada; crece sin límites, no reconoce el no, se va haciendo arrogante, prepotente e engreído, considerándose superior a los hermanos y a los amigos.
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Además, suelen ser envidiosos, se frustran fácil y demanda la atención o un trato especial o diferente. Cuando suelen tener atractivo físico, habilidades o inteligencia, su nivel de arrogancia aumenta, haciéndose desconsiderado, o sintiéndose superior y especial ante los demás.
Esa crianza sin límites, sin consecuencias, sin proporcionalidad, va construyendo el monstruo narcisista. Es diferente cuando al niño o adolescente se le enseña a practicar el altruismo, la solidaridad, la compasión, la reciprocidad con los demás. La enseñanza de la cultura de los buenos tratos, de la equidad, la empatía por las otras personas, son las que ayudan a tratar a través de las actitudes emocionales positivas y asumir comportamiento que no sea personalista, manipulador o buscador de gratificaciones individualista.
En la adultez, los narcisistas terminan siendo o funcionales o patológicos. Aunque en diferentes lugares socializamos con narcisistas funcionales, solamente los detectamos con el tiempo dada sus características de ser: petulante, de sabe lo todo, buscadores de notoriedad, de brillar y ser el primero en todo; así como su altanería, buscadores de ganancia y manipulación. Aunque su “ego” es hiper-inflado, con una autoestima alta y sentido de grandiosidad y megalomanía que, se le dificulta por mucho tiempo mantener una relación afectiva, emocional y social. O sea, familiar, de pareja o amigos.
En el fondo los narcisistas son frágiles emocionalmente, si no logran la notoriedad, el reconocimiento, la validación y el protagonismo, se descompensan, se tornan irritables, reactivos y desafiantes.
La forma pragmática y operativa de los narcisistas es, establecer relaciones instrumentada hacia la búsqueda de beneficios, ventajas y lograr espacios para escalar estatus; de ahí utilizan familias, parejas grupos, partidos e instituciones, siempre con propósitos y fines personales.
Tan pronto logran el objetivo, el narcisista cambia de dirección, o desconoce o se desconecta de las personas.
En el narcisista patológico, existe una disfuncionalidad muy marcada, donde pierde la capacidad para integrarse, desregularizando y descompensando en la parte psicológica y emocional de forma recurrente.
El trabajo en los niños y adolescentes, es fundamental para atajar a un narcisista en potencia.