Al caminar por la vida, vamos dejando huellas o cicatrices en las personas que nos encontramos o compartimos el camino, influimos de manera positiva o negativa en la vida de los demás, la de nuestros hijos no es la excepción.
Si hacemos un ejercicio de recordar a nuestros padres, puede venir rápidamente la imagen de su color de ojos, pelo, cualquier cualidad física que nos impresionara o gustara de ellos, algunos describen el olor, textura de piel, pero también vendrá a nuestra mente esos valores o cualidades que lo caracterizan y más aún aquellas que nos inculcaron con su ejemplo.
Debemos procurar que nuestros hijos crezcan sanos emocionalmente, que los recuerdos de su infancia y sobre todo de sus progenitores sean gratificantes. Por eso debemos trabajar día a día para tener una relación saludable con ellos.
La infancia es una de las etapas más importante del desarrollo humano, en esta se forma el carácter y muchas veces las experiencias vividas en este periodo determinan como vamos hacer de adultos, por eso la importancia de que los padres trabajemos para que nuestros hijos crezcan en un ambiente seguro, afín de que puedan ser hombres y mujeres felices e incluso padres de hijos felices.
Acciones negativas que marcan y son difíciles de olvidar
El maltrato: muchas veces por error, convicción de patrones de crianza, modelo de corrección, incluso por desconocimiento algunos padres para corregir, recurren a los gritos, ofensas, humillación, castigos destructivos y hasta peleas o golpes. Estas agresiones lejos de corregir y crear consciencia aun en los casos que el menor obedezca lo hará por temor, difícilmente esta “obediencia” sea por convicción, pues el maltrato puede hacer que el niño se intimide y frente a esa figura de “autoridad “se “controle”, mas difícilmente llegue al autocontrol y a crear convicciones correctas del bien. Recuerde que el maltrato lleva al temor, difícilmente al respeto y al autocontrol.
La humillación: los niños al igual que los adultos sienten vergüenza, corregir en base a denigrar al otro, sea adulto o niño, es incorrecto; lacera la autoestima, el menosprecio no puede ser nunca la base de una corrección, cambiar un comportamiento inadecuado basado en otro similar jamás debe ser nuestra elección.
Las etiquetas: algunos padres cuando se incomodan por el comportamiento o actitud de sus hijos, se desesperan y recurren a etiquetarlos como: “torpes”, “brutos”, “lentos”, entre otros adjetivos descalificativos, destruyendo el auto-concepto que tiene el niño y muchas veces este llega a creérselo y actuar en consecuencia, pues las etiquetas tienden a condicionar la personalidad del menor. Trabajando desde el inconsciente y pre-condicionando sus respuestas y acciones.
El maltrato en la pareja: El modelo de cómo debe ser una familia por lo regular es la propia, si un niño es criado en un ambiente donde uno de los padres o ambos se maltratan es muy probable que consciente o inconsciente tienda a imitar este modelo o patrón de familia. Las relaciones entre los padres tienden a influir el modo de cómo el niño de adulto perciba una familia.
La falta de atención o abandono: los hijos necesitan tiempo y tiempo de calidad, crear espacio para compartir cosas interesantes para todos, esto llevará a desarrollar el amor mutuo y a conocerse como familia.
Comparaciones: muchas veces tratando de motivar un buen comportamiento en los hijos, los padres caen en el error de establecer comparaciones entre los hermanos, amigos o hasta con ellos mismo, esto en vez de ser una motivación puede crear en el niño sensaciones dolorosas, celos o envidia.
Acciones positivas que siembran paz, amor y dejan un grato recuerdo
Las manifestaciones de afecto: el amor cubre múltiples faltas, las manifestaciones de amor y cariño, sanan hasta las heridas del alma, un niño formado en un hogar donde las palabras cariñosas, los abrazos y besos estén presente, tendrá una gran batalla ganada contra muchos males.
Momentos compartidos en familia: será difícil olvidar esos viajes a la playa o montaña juntos, la sobremesa en familia, los cuentos que les leía, los programas que veían juntos, las manualidades que realizaron, las actividades deportivas, en fin será difícil no añorar esos momentitos familiares. Recuerde que el niño está en proceso de construir su personalidad.
La protección o apoyo: crecer en un hogar donde se tiene cuidado del menor, le brinda al niño seguridad emocional, la paz que da cuando sus necesidades básicas tanto físicas como las psicoemocionales, están cubiertas. No hablo de sobreprotección pues esta mutila las capacidades del menor, impidiendo que realice por si solo cosas o acciones para las cuales tiene la madurez y las destrezas necesarias. Hablo del cuidado por suplir no solo lo económico sino velar por el bien emocional.
La formación en valores: los valores son fundamentales para ser un una persona de bien y poder insertarse de manera responsable en la sociedad, los valores modelados por los progenitores son los más fácil de repetir y valorar. Las acciones de los padres siempre están siendo observadas por sus vástagos, aquí radica la importancia de predicar con el ejemplo.
Cuidemos el corazón de nuestro hijos, corrigiéndolos en amor, velando porque sus necesidades psicoemocionales estén cubiertas y protegidas, sembrando cada día una semilla y dosis de amor que les den la fuerzas para crecer sanos y felices, esto los llevará indirectamente a recordadnos con entusiasmo y alegría. La autora es psicóloga y educadora, directora y fundadora de MLC SCHOOL Twiter: @MLC_Schoolrd @SVirginiaP Instagram: @pardillavirginia.