Educar hijos es un reto difícil que en la actualidad está marcado por los cambios acelerados y la crisis post pandémica que nos ha tocado vivir.
Hoy en día los padres y madres no solamente deben preocuparse por los esquemas educativos de niños y adolescentes, sino también por las diversas situaciones vitales ante las cuales debemos estar preparados, como el sexo, las drogas o las nuevas tecnologías.
Los menores de edad están expuestos, por un lado, a un bombardeo de información de todo tipo a través e las redes sociales en la mayoría de los casos no coincide con la educación que se impulsa en hogar.
Por otro lado, están expuestos a la violencia en diferentes ambientes.
Generando de esta manera efectos negativos en la salud física y mental de los niños y las niñas. Sufrir violencia en la infancia “modifica las estructuras cerebrales y el funcionamiento de diferentes sistemas, afectando la capacidad cognitiva, el desarrollo y el bienestar de la persona en su vida adulta, y creando un efecto intergeneracional de dependencia a sufrir violencia o de perpetuar la conducta violenta en la adultez”, cita un documento publicado por Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (CONANI), en 2015.
Igualmente, los niños y las niñas que viven o se han criado en ambientes difíciles u hostiles, arrastran en sus vidas marcas que en muchas ocasiones son difíciles de borrar. Numerosos estudios ya han demostrado que las experiencias infantiles desfavorables tienen efectos negativos a largo plazo, y dejan huellas significativas no solo en el plano emocional, sino también sobre la salud física.
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“En ese sentido, la familia como espacio de socialización primaria, en muchos casos se convierte en el lugar donde se aprende a vivir con violencia. Asimismo, la violencia que sus miembros ejercen hacia otros del núcleo familiar, muestran a los niños y las niñas que la violencia es un método efectivo para hacer valer la palabra, manejar un problema, expresar descontento o hacer una petición”, dice Cristina Nivar Marte, Técnica Nacional de Componente de Desarrollo Social INAIPI, en un documento publicado en la página web de la institución.
Por esta razón, explica la especialista, surge la necesidad de promover el buen trato y la crianza positiva garantizando la protección, desarrollo, autoestima, autonomía, seguridad, identidad, así como la construcción de vínculos cariñosos, respetuosos, asertivos y libres de violencia para los niños y las niñas.
“Educar desde el enfoque de crianza positiva, es promover un modelo educativo donde los límites se impongan con firmeza y afectividad, respetando los derechos de los niños y las niñas, sus necesidades emocionales y preservando el vínculo afectivo en las familias y hogares. No se trata de poner normas, se trata de crear consciencia de cómo hacerlo”.
Nivar Marte recomienda establecer el respeto mutuo en una educación democrática donde exista libertad, pero con orden, esto permite un reconocimiento de los derechos y necesidades tanto del adulto como del niño, la niña y los adolescentes.
Se debe corregir con dignidad y respeto, reconociendo nuestras necesidades (claridad al fijar las normas y seguridad de que son comprendidas) y sus necesidades.
La mirada de UNICEF
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) considera que el buen trato consiste en tratar a niñas, niños y adolescentes como seres humanos que tienen derechos y no como propiedad de papás, mamás o cualquier otra persona. También en atender sus necesidades de desarrollo y respetar sus derechos para facilitar su sano desarrollo físico, mental y social.
Este organismo asegura, además, que la crianza positiva es el conjunto de prácticas de cuidado, protección, formación y guía que ayudan al desarrollo, bienestar y crecimiento saludable y armonioso de las niñas, niños y adolescentes, y toma en cuenta la evolución de las facultades de la niña, niño o adolescente; la edad en que se encuentra; las características y cualidades de cada niña, niño o adolescente, sus intereses, motivaciones y aspiraciones. Igualmente la decisión consciente de no recurrir a castigos físicos ni a tratos humillantes y el respeto a los derechos de la niña, niño o adolescente.
Recuerde que la comunicación asertiva y amorosa es la mejor herramienta.