Según el tipo de apego que se construya antes de los cinco años, se podría hablar de un desarrollo de la personalidad estable y seguro. El apego tiene un afecto en las emociones, los sentimientos, afectividad y el pensamiento; influye, también, en la reciprocidad, el altruismo, la solidaridad y el optimismo.
Para armonizar en una dinámica de familia, pareja, amistad o grupal, el apego sano hace la diferencia; debido a los recursos emocionales aprendidos en el primer vínculo con las figuras primarias: mamá, papá, hermanos, abuelos, etc. Establecen una función armónica, equilibrada y saludable que facilita las actitudes emocionales positivas a futuro.
Existen diferentes tipos de apego: apego sano, apego ambivalente, apego inseguro, sobre apego y hasta apego indiferente.
Cuando en una familia el apego con el niño es inseguro, ambivalente o indiferente, es de seguro que el niño estará ansioso, estresado, donde su factor inmunológico se altera y las defensas bajan; siendo los niños que más enferman, o padecen de bronco espasmos, estados asmático, etc. pero durante el desarrollo son niños tímidos, inseguros, con baja autoestima. En la adolescencia y en la adultez tienen grandes dificultades para expresar sus emociones o pueden desarrollar dependencia emocional, o son súper celosos, impulsivos o temerosos de ser abandonados.
Un apego indiferente o de abandono en edades tempranas, crea una existencia en “déficit” con carencias, vacíos, miedos, ansiedades, que origina más tarde depresiones, trastornos psicoemocionales, alcoholismo y trastornos de personalidad.
El sobreapego, donde hay sobre protección, supercuidado y se le imposibilita al niño su desarrollo con autonomía, de seguro que impacta en su vida social, grupal y personal. Son personas que desarrollan personalidad dependiente, evitativas, inseguras y temerosa para tomar sus propias decisiones, esperando siempre la aprobación, el consentimiento y el permiso para poder actuar en la vida.
Lo más funcional y armónico es el apego sano, donde el niño siente el amor, el cuidado, la protección, el afecto, pero también, le permiten sus espacios, su habitación, elección de sus juegos, sus amigos, la escuela, comer solo, autonomía e iniciativas a edades tempranas. Es de ese equilibrio que se desarrolla un apego sano, un vínculo sano, un sentido de pertenencia sano e integral, para desarrollar un ser humano equilibrado, adaptado y en capacidad de establecer relaciones saludables para el bienestar y la felicidad.
Cuando uno de los padres no está presente o no se compromete en el apego, pueden existir otras personas que ayuden a construir el apego, que bien puede ser un abuelo, tío, padrastro, madrastra, etc. Sin embargo, el equilibrio y la sanidad del apego van a depender de la salud mental de los padres, de su bienestar, de las actitudes emocionales positivas y de la dinámica o tipo de familia de donde se criaron, y de las dificultades superadas.
Hoy sabemos de cientos de personas que en su niñez tuvieron algún tipo de desapego que les pudo comprometer su desarrollo futuro, o de traumas durante la infancia y adolescencia que les pusiera en riesgo su salud mental. Pero, desarrollan una autoestima sana, fortaleza emocional para superar las adversidades y circunstancias riesgosas. La escuela, el deporte, la música y la socialización ayudan a desarrollar o estructurar las emociones positivas, que armonicen la personalidad, y produzcan la resiliencia social, es decir, personas que salen airosas de condiciones desfavorables y desiguales.
Cuando existe dificultades en el apego, los vínculos y el sentido de pertenencia, y se acompañan de traumas o de riesgos genéticos, o dinámica familiar patologizada, se corre el riesgo de desarrollar actitudes emocionales negativas, impulsividades, conductas disociales y alteraciones en las áreas psicoemocional y de personalidad. Para la existencia de un apego sano y seguro, no tiene que ver con las variables económicas, sociales, estatus o tipo de sociedad. Más bien, guarda relación con el amor sano, con la humanización, el afecto, la protección, la ternura, el cuidado y la seguridad que reproduce, el que me “quiere no me daña”, me protege, me cuida, me valora, me acepta, me guía, me comprende y me admira.
Algo pasa con el apego, los vínculos y el sentido de pertenencia en el desarrollo psicoemocional, social y sociocultural de la sociedad dominicana, donde se registran a diario acosos sexuales, abusos sexuales, violencia, pedofilia, feminicidios, maltratos intrafamiliares y de parejas, y otras patologías que dañan a tantas personas en las diferentes regiones del país.