En este tiempo de incertidumbre total, cuando no se tiene la certeza de cuál será la situación general del país, y de cada persona en particular, al finalizar esta pandemia, en la que sin dudas la economía nacional será una de las áreas más quebrantadas, debido a las suspensiones laborales, al cierre de negocios…, la economía doméstica, es decir, la de cada hogar en particular, es una de las preocupaciones principales de las familias dominicanas.
Nadie escapa a las interrogantes sobre qué pasará con tal o cuál proyecto personal, cómo pagaré tal o cuál préstamo si mi empresa continúa sin operar por más tiempo del acogido por algunos bancos para cobrar sin moras y bajos intereses, cómo reponer el colchón económico gastado durante el tiempo de cuarentena…, se me juntaron tres meses de alquiler, ¿cómo lo pago?
Estas y muchas otras preguntas rondan cada día en las cabezas de las personas mientras se acogen a las disposiciones de las autoridades de Salud y del Gobierno para evitar la propagación del nuevo coronavirus, denominado COVID-19.
En busca de respuestas profesionales al respeto consultamos al economista Joaquín Disla, psicólogo y experto en finanzas, quien a modo de claves hace importantes recomendaciones a los lectores de ¡Vivir!
1.- Lo primero es asumir como punto de partida la economía al servicio de la vida y no la vida al servicio de la economía, garantizando la vida y la salud por encima de todo.
2.- Hacer la elección de cuál de los miembros de la pareja (si es que hay pareja) va a liderar el proceso económico a lo interno de la familia. Asegurarse de que sea “el más juicioso, la persona que tenga más disciplina en el uso de los recursos. Los que son ‘gatillo alegre’ con el manejo del dinero no deberían estar al frente del proceso”.
3.- Realizar una reunión familiar en la que se plantée la realidad que se está viviendo. “No debe haber espacio para el ‘optimismo ingenuo’ ni para el ‘pesimismo cínico’, sino para el ‘realismo consciente’. Se deben especificar las reglas y pautas que habrá que seguir en medio de la situación, y estas reglas no deben ser ni rígidas ni difusas, sino flexibles”.
4.- Se debe estar conscientes “de la condición que nos caracteriza a nosotros los humanos: nuestra insaciabilidad. Nuestros deseos que no tienen límites. Si nunca estamos satisfechos, si siempre queremos más, más… y más. Esta condición hay que someterla y controlarla. Aquí vale mucho el ‘dominio propio’, tanto a nivel personal como familiar”, dice el experto.
5.- Hay que ser conscientes de la escasez de los recursos económicos. “El dinero no da para todo, por tanto, debemos tener presente que al tomar una decisión económica vamos a renunciar a otras cosas. Eso implica que debemos estar bien seguros de que la decisión que vamos a tomar en ese momento responde a una necesidad. Esta decisión debería manejarse con alta dosis de sabiduría, tomando en cuenta tres pasos importantes: identificar por escrito las necesidades, hacer un listado de ellas; priorizar las necesidades previamente identificadas y respetar el orden previamente establecido”.
6.- Es necesario disponer del instrumento idóneo para las finanzas personales y familiares que es el presupuesto, ya que además de pertenecer al mundo de la economía, también pertenece al mundo de la ética, porque “nos dice que deben existir límites y que estos deben ser respetados”.
7.- Evitar o reducir a su más mínima expresión las culturas de consumo en los hogares, entre las que menciona la “cultura del despilfarro”, ya que no debe haber espacio para desperdiciar absolutamente nada. Pone como ejemplo echar en el vaso solo la cantidad de agua que se va a tomar o servir en el plato la comida que se sabe que se va a comer.
También habla de la “cultura de la insensibilidad”, pues es necesario entender que el recurso que se desperdicia le hará falta otro.
Otra es la “cultura del merecimiento”, pues “no estamos en momento para gastar en función de que usted se merece esto o aquello”, concluye Joaquín Disla.