Cuando arrancó de lleno la Revolución Industrial (mediados del siglo XVIII) se necesitaban obreros que pudieran operar las máquinas donde sea y cuando sea. Entonces se adoptaron medidas para fabricar, no solo mercancías, sino personas; se ideó un sistema que todavía en la actualidad se mantiene: la escuela.
Para esa época era el modelo enseñanza-aprendizaje que se necesitaba, sobre todo en busca del desarrollo del capitalismo y los sistemas de producción en masa. Pero la Era de la Información revolucionó todo ese esquema vertical y ya no se requieren operarios de máquinas industriales porque funcionan automáticas; hoy lo que se necesitan son personas capaces de razonar y analizar las circunstancias para solucionar las carencias globales.
De acuerdo al estudio “Manzanas y Naranjas: Matrícula y escolaridad en Países de América Latina y el Caribe” (Urquiola M. Calderón V., BID-2005), República Dominicana tiene la mayor cobertura escolar para la población entre 6 y 18 años con un 91%. En los últimos años esta nación ha alcanzado un 98% de asistencia escolar entre 6 y 13 años. Al llegar a los 18 años un joven dominicano acumula un promedio de 11.8 años de escolaridad, cifra sólo superada por Argentina y Chile con 12.1. Pese a la cobertura y los esfuerzos en proporcionar los recursos para mejorar la educación, esta media isla todavía está entre los peores lugares del mundo en materia de calidad educativa.
A todas luces, el enfoque está en una educación cuantitativa y no cualitativa. Los gobiernos han priorizado los indicadores porcentuales por encima de la producción cognitiva y muestra de eso son las pruebas o exámenes aplicados, el enfoque no es depurar lo aprendido sino cuantificarlo para tener un número que pueda medirse, no disfrutarse. Tanto los docentes como sus alumnos responden a un mismo esquema. No se trabaja en base a la producción de conocimiento sino a la perpetuidad de un sistema añejo. Es una escuela de cultura sólida ante un mundo de cambios líquidos (Zigmunt Bauman, 2004).
La escuela aburre a sus protagonistas porque el sistema de enseñanza-aprendizaje utilizado es anacrónico (Ken Robinson, 2011), no se fundamenta en criterios cualitativos sino cuantitativos. Se ignoran fundamentos como la inteligencia emocional, el desarrollo de las artes, el respeto al medio ambiente, la filosofía y la recreación, todas bases fundamentales en la educación de hoy donde cada quien es responsable de lo que aprende.
Como estudiante y docente he sido parte del sistema vertical de enseñanza-aprendizaje que tantos vicios de formación presenta, iniciando por la memorización de contenido como medición de conocimiento, pasando por la exclusión de las TIC en pleno siglo XXI y concluyendo en promover obreros en vez de personas pensantes.
La integración y recursos del conectivismo (corriente educativa basada en tecnología y enseñanza) implica repensar el aprendizaje, y más en una comunidad de estudiantes que son nativos digitales.
Desde mi experiencia y conocimiento adquiridos, en parte por más de tres décadas como estudiante, siete años como docente y un máster en Comunicación y Educación, estoy en la completa disposición de aportar en el desarrollo de metodologías y métodos de enseñanza que sean más inclusivos, integrales, funcionales y dinámicos, a los fines de lograr un avance real en las competencias de los educandos y educadores.
Enseñar debe ser un proceso natural, fluido, divertido e integral, cualidades que no se practican en el sistema actual, pero todo eso puede cambiar. Ya no es posible educar a estudiantes del siglo XXI con modelos del siglo XIX, es necesaria la transformación y eso solo se logra enseñando para la vida.