El presidente Danilo Medina ha felicitado al presidente electo de Estados Unidos de América, Donald Trump. Lo ha hecho a nombre del Gobierno, el pueblo dominicano y en el suyo propio cumpliendo un deber protocolar, normativa de las relaciones internacionales y la tradición que resguarda a ambas naciones bajo el paraguas de la democracia representativa.
Pero Medina, al igual que la mayoría de los dirigentes del mundo, debe estar preguntándose ¿cómo serán las relaciones de la República Dominicana con Donald Trump?, el magnate estadounidense que a partir del 20 de enero se convertirá en el cuadragésimo quinto presidente de la única superpotencia de la tierra.
La inquietud es obligatoria, debido a los contenidos del programa electoral desplegado por el señor Trump, totalmente antimigratorio, abiertamente contrario a determinados acuerdos comerciales y auspiciando un eventual aislamiento de Norteamérica de la escena internacional bajo el lema “make America great again, hacer grande a Estados Unidos otra vez”-, que posibilitó lo que se consideraba improbable victoria, tras una campaña vitriólica contra la candidata favorita derrotada Hillary Clinton, la demócrata reconocida amiga del pueblo dominicano.La diáspora dominicana residente en Estados Unidos aguarda con expectación, nerviosamente, junto al resto de inmigrantes extranjeros, cuál será su destino bajo el mandato del impredecible Trump, cuyas políticas, en caso de concretarse, podrían afectar la enorme remesa que recibe el país, reconsiderando eventualmente el DR-Cafta y otras medidas comerciales.
Todo, independientemente de la preferencia hacia Clinton expresada por la vicepresidente Margarita Cedeño. Como ella, el presidente francés François Hollande, los primeros ministros de Italia y de Escocia, junto a influyentes dirigentes mundiales, habían expresado igual simpatía.
La postura de la Vice no es la oficial, y no afectará las relaciones de RD con el nuevo USA de Donald Trump.