Los cambios se producen tan lejanos, en ocasiones, que uno como que no se da cuenta de ellos y un día. Por supuesto no es lo mismo cuando algún cambio, uno o varios cambios, se producen de manera consecutiva. En veces son tan seguidos, tan consecutivos que forzosamente llaman la atención.
Hay, todos lo sabemos, cambios y cambios. Por ejemplo, el doctor Fidel Castro y su grupo de jóvenes, quienes tomaron el poder en Cuba, en 1959, haciendo uso de la fuerza, se veía que gobernaría sin algunos de los mecanismos de la llamada democracia tales como por ejemplo, el Congreso Nacional.
El Gobierno es un arte, estamos de acuerdo, pero hay algunos artistas que gobiernan con mayor arte que otros, así como hay pintores que descubrieron que la mezcla de colores produce mayor y más profundo impacto que la figura humana o las manifestaciones de la naturaleza.
El Gobierno es un arte en cuyo ejercicio el pueblo prefiere que la autoridad actúe como de trasluz, que la brillantez de los colores claros se vea atornasolada, morigerada por la paleta genial de un poeta que imponga el fondo, como el acompañamiento musical, con la suavidad y la gracia con la cual cae una hoja seca, batida por el fresco viento de la tarde presente en medio de una explosión de colores, recostada entre los sonidos de una serie de escalas solapadas de un piano invisible que se diluyen en el infinito.
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Cada gobernante, cada Gobierno, promete que va a cambiar la vida, la forma de vivir, el estilo de vida en la sociedad que rigen.
Pero los cambios son tan difíciles y tan lentos que cuando un gobernante llega al cuarto año de su mandato ya se le acabó el tiempo y está comenzando a producir los cambios que desea plasmar en el corazón de la historia.
Co gobernar con partidos de oposición, grupos de presión, importadores, exportadores, sociedad civil, gremios profesionales, sindicatos, asociaciones de toda índole, diputados, senadores, curas y pastores cristianos, es una tarea de ajedrecista de calidad, de altísimo nivel que debe coherenciar la miríada de intereses que conviven en una sociedad.
El deber de un elector va más allá del simple acto de depositar un voto en la urna electoral correspondiente, cada cuatro años. El deber del elector además es un compromiso que lo involucra con el diputado, el senador, el alcalde y otras autoridades que hayan sido elegidas con su voto.
Ello incluye colaborar con las autoridades del municipio en la recogida de la basura, cuyos efectos tóxicos afectan a todos.