POR DOMINGO ABREU COLLADO
Este es un artículo invitado. Su autora, Rosa María Espinal Mercedes, tiene 17 años y cursa actualmente el 4to. de educación media en el Colegio San Judas Tadeo, de Santo Domingo. Más que un artículo, el trabajo de Rosa María es un profundo llamado a nuestra comunidad para que nos observemos introspectivamente en nuestra relación con los animales que más cerca tenemos.
Es muy lindo saber que tenemos una nueva mascota, que tenemos un cachorrito en casa, juguetón y muy dulce. Es bueno ver una familia de cotorras pasando por nuestras cabezas en medio del campo y ver la grandiosa naturaleza que existe en nuestro país.
Pero, ¿qué hicieron aquellas personas para conseguir aquellos animales exóticos que tenemos muchos en nuestras casas e incluso en algunos restaurantes?
Simplemente no creo que le hayan pedido permiso a la madre naturaleza para tomar aquellos lindos animalitos. Los toman muy friamente de sus hogares, allá en lo más alto de la montaña o en lo más hondo del agua, para venderlos a muy alto precio a los turistas o aficionados de la naturaleza.
Aquellas personas lo hacen para conseguir algo para comer ese día o para poder sobrevivir en los duros tiempos de ahora en donde todo lo cobran. Pero lo que no saben es que le hacen un gran daño a la biodiversidad dominicana y un gran daño a nosotros mismos también, ya que debemos vivir en armonía con la nauraleza, con y quienes nos rodean. Tampoco respetan la naturaleza, y al no respetarla, no se respetan ellos mismos, ni el entorno donde viven.
Por ende, es que todos y todas tenemos la culpa de que esto esté pasando actualmente, ya que las generaciones anteriores a nosotros no nos han educado en que también hay animales que necesitan con urgencia ayuda, animales que no pueden hablar o tener conciencia, como nosotros la tenemos. Pero sí tienen sentimientos y sienten lo que es dolor y saben cuándo pierden algún miembro de sus compañeros más cercanos.
Pero si nosotros, los seres humanos, el hombre, tuviésemos ese oído fino para poder escuchar esos gritos de auxilio de esos pequeños animales, de algunas bestias que Dios creó para que nos acompañaran en el mundo, para que el ser humano no estuviera solo. ¡Si supiéramos qué es lo que le hacemos a esos animales! Si tuviesen voz, nos podrían decir tres verdades que no sabemos en nuestra cara. Y si ellos manejaran el mundo, de seguro lo harían mejor que nosotros, sin guerras, ni maltratos, ni con tanta violencia que existe hoy en día.
Aquí les dejo una foto con una de nuestras tortugas nativas, que probablemente su período de extinción esté comenzando. ¿No sentirían ustedes dolor si estuvieran amarrados de los pies y amarrados de las manos, colgados cabeza hacia abajo con un sol quemante como es nuestro sol caribeño, donde se supone que tu hábitat sea cerca de un río, bajo una buena sombra, y te saquen repentinamente de ese cómodo hogar tuyo para ponerte en esas condiciones, y te dejen tendido por horas, sin agua, ni comida, ni sombra? Saquen sus propias conclusiones.
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Dejarlo a la imaginación
Resulta cuesta arriba imaginar que todo lo que aparece expuesto sobre miles de metros cuadrados del suelo inmundo del Mercado Nuevo va a ser comido por personas.
Lo que ocurre con el manejo de cientos de toneladas de víveres, legumbres y frutas en este mercado, y que se suponen destinadas al consumo humano, es digno de una serie de reportajes de investigación sobre salud, manejo de desechos humanos, contaminación ambiental y seguridad alimentaria.
Como se dice comunmente, la gente se acostumbra a todo. Porque acostumbrarse al muladar, la hediondez, la búsqueda entre podredumbre y el hacer las necesidades fisiológicas en cualquier parte de un gigantesco almacen de víveres al aire libre, requiere la renuncia a las normas más elementales del vivir en sociedad.
No se explica cómo no hay una especie de Gobernación en un recinto tan amplio y de tanto movimiento de gente, vehículos y cargas, para el ordenamiento de la entrada y distribución de las miles de toneladas de alimentos que pasan por este mercado.
Ver cómo se mezclan junto a los puestos de venta en el suelo, el lodo, las heces de los animales, la sangre de las carnicerías que sale como arroyo a la calle, la orina de la gente y todo lo demás, es como echarle hilo a la imaginación más retorcida.
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Comenzó el camino hacia ANA
Con la reunión celebrada en la Academia de Ciencias de la República Dominicana el pasado sábado 24 de este mes, se inició el camino hacia la formación de la Asamblea Nacional Ambiental ANA, la que se espera pueda estar en pleno funcionamiento dentro de un año. La idea, en estos momentos, es dedicarle todos estos meses a la organización, al trabajo en cada una de las provincias, con las distintas agrupaciones ambientalistas y progresistas, hasta tener una gran red que permita el flujo de información y coordinación nacional.
De principio, quedó formado un Comité Gestor integrado por representantes de las provincias y del Grupo Convocante, quedando constituido por las siguientes personas y organizaciones:
Felicita Heredia, por la Comisión Ambiental de la Universidad Autónoma de Santo Domingo; Eleuterio Martínez, de la organización Por la Vida; Cervantes Barba (COBIDESA), por la provincia de Samaná; Domingo Abréu Collado, por el Espeleogrupo de Santo Domingo; Nelson Bautista (SOECI), por la provincia Santiago; Luis Carvajal, por la Comisión Ambiental de la UASD; Marino Reyes (Sociedad Ecológica de Monción) por la provincia Santiago Rodríguez.
La provincia San Cristóbal estará representada en el Comité Gestor por Leonardo Brioso (Equipo Ecológico y Ambiental Vida); Mérido Sánchez (Politécnico Santo Domingo) por la provincia Santo Domingo; Rafael Severino Reyes (Fundación Equilibrio Ecológico) por la provincia San Pedro de Macorís; Félix Ogando (Fundación Pro Desarrollo de la Frontera) por la provincia Elías Piña; Filiberto Sánchez, por la provincia San Juan; Luis Rincón (Sociedad Ecológica de Nizao) por la provincia Peravia; Ricardo Velásquez (Asociación Pro Desarrollo de San José de Ocoa) por la provincia San José de Ocoa.
Por la provincia de La Romana están Kelvin Guerrero (ECOPARQUE) y Kirsis Mota; Omar Bros (Instituto Dominicano de Desarrollo Integral -IDDI-) por la provincia Puerto Plata; Pedro García (Movimiento Ambiental Progresista) por la provincia Espaillat.
Por organizaciones están en el Comité Gestor Lisette Gil, de la Asociación de Hoteles Romana-Bayahibe; Idelisa Bonelly de Calventi, de FUNDEMAR; Aquino Suero, del Movimiento Ambiental Progesista; Adrián Gutiérrez, por el Grupo Ecológico Universita, Ambiente y Salud; Jovanny Kranwinkel, por la Comisión Nacional para la Pastoral de Ecología y Medio Ambiente, de la Conferencia del Episcopado Dominicano; y Demetrio Miguel Castillo, del Distrito Nacional.
Completan el Comité Gestor (y por el Distrito Nacional) los convocantes Yvonne Arias (Grupo Jaragua), Roberto Sánchez, Iris Santos, Fidelio Despradel (INICIATIVA), José Manuel Mateo e Iko Abréu.
Hoy, 1 de julio, se reune este Comité Gestor a las 10 de la mañana en la Academia de Ciencias.
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Una crueldad llamada carreta
En una ciudad que se encamina a tener más supermercados e hipermercados por kilómetro cuadrado que cualquiera otra de América Latina, la presencia de caballos tirando de carretas no son de ninguna manera estampas folklóricas o costumbristas. Son simplemente crueldad.
La venta de frutas y viandas en carretas arrastradas por caballos visiblemente maltratados, desnutridos, golpeados desde el amanecer hasta el anochecer y abusados hasta la extenuación, desdice enormemente de cualquier intención respetuosa del derecho de los animales, principalmente de aquellos animales que han servido durante cientos, y a veces miles de años, al desarrollo de la sociedad humana, como es el caso de los caballos, mulos y asnos.
Con excepción de los caballos que son utilizados para coches de servicio turístico, que tienen algún descanso durante el día en algunos yerbazales de la ciudad, el resto de los animales de tiro todos los que acarrean frutas y viandas del mercado nuevo de la Av. Duarte- deben alimentarse de la basura de los alrrededores, mientras deambulan en medio de la hediondez y la humedad del enfermizo lodazal.
Muchos de ellos, enfermos y llagados, son abandonados a su suerte, y les encontramos esperando la muerte en medio de calles o yaciendo agonizantes en solares o zonas desoladas.
Se hace necesario que algún grupo de la sociedad capitalina se organice y coordine con los ayuntamientos del Distrito Nacional y las provincias adyacentes la liberación de estos animales, su traslado al campo y la sustitución de las carretas por vehículos de carga.
No más crueldad con los caballos.