En el presente siglo, las empresas e instituciones tienen que enfrentar diariamente diferentes tipos de desafíos, con la finalidad de mantener sus posiciones en los mercados que participan. Por ejemplo, cada vez es más evidente la necesidad que manifiestan los grupos de interés por conocer los procesos, las decisiones y prácticas de las organizaciones, con las que mantienen algún tipo de relación. En el contexto competitivo actual, es casi imposible alcanzar logros de alto impacto al margen de la comunicación estratégica. Los hechos evidencian que cuando la gestión de la comunicación depende de personas inexpertas, se reducen las posibilidades de que esta agregue valor al desempeño general y estratégico de las empresas e instituciones. La comunicación solo se convierte en un medio para alcanzar logros, en la medida que los grupos de interés valoran, apoyan y reconocen la veracidad y objetividad de sus mensajes. Gestionar estratégicamente la comunicación implica saber qué, cómo, cuándo, por dónde y por qué se debe comunicar.
Hay que recordar que la comunicación es un proceso transversal que ayuda a las organizaciones a vincularse, posicionarse, notarse, diferenciarse y a crear climas laborales sanos, participativos y creativos. Pensar en el poder de la comunicación solo cuando se presenta la crisis, implica tener un desconocimiento total del rol preventivo que ésta juega en la dinámica cotidiana de las empresas e instituciones.
Para lograr que el talento humano conozca y se empodere de los componentes que conforma el marco estratégico, definido por las empresas e instituciones a las que pertenecen, es imprescindible auxiliarse de estrategias de comunicación interna. En este orden, por lo general, las organizaciones que no valorizan la comunicación confrontan más dificultades para alcanzar logros sostenibles.