A veces me pregunto si como dominicanos hemos sido engañados; y la conclusión a mi pregunta es afirmativa, vergonzosa, dolorosa y solo podemos decir: ¡Concho!, nos siguen engañando. Nos han hecho creer que los partidos políticos están interesados en resolver los problemas básicos que afectan a la sociedad dominicana; han usado el arte de las palabras para que dogmaticemos algo que no es cierto. Hemos aceptado la mentira como un estilo de vida que nos brinda una liberación falsa y pasajera.
La historia dominicana está llena de mentiras y de traición, y nosotros como pueblo hemos certificado esas falacias que lo único que han generado es una cadena inmaterial llena de candados sin llaves, candados oxidados que nos mantienen encarcelados e inmóvil, limitándonos a cualquier cambio o acción de transformación.
La historia de nuestra isla, como dijo Iván Gatón, es atrapada por hombres que son parte de los imperios expansionistas, España y Francia, sin importar la distancia y sin respetar la cultura de nuestra etnia, decidieron delimitar la frontera, nos trataron como objetos propios de ellos, como un juego de ajedrez donde existe el rey y simples peones; la descripción de Iván Gatón nos deja claro que fuimos creados en un ambiente de mentiras y redes diseñadas para atrapar las riquezas que poseíamos. Y aun así seguimos aceptando y promoviendo las mentiras.
Al transitar la historia dominicana nos tropezamos con nuestro primer presidente, Pedro Santana, un híbrido que encarna el coraje y la traición, hasta el punto de manchar la labor épica de los trinitarios, traicionando el proyecto de independencia, alimentando su personalismo, el autoritarismo y gobernando sin someterse a ninguna leyes con el fin de promulgar decretos a su conveniencia.
Ese mismo espíritu de Pedro Santana se ha deslizado en las ranuras del cerebro social de los dominicanos, creando un modelo astuto, falaz y repetitivo, generando así códigos antidemocráticos y mediocres. Todo esto nos crea un accionar espiral que fabrica máscaras que se ajustan en los rostros de aquellos que permiten ser burlados, y los que no, sólo decimos: ¡Concho!, nos siguen engañando.
El embuste y la trampa que nos mantienen hasta hoy sumergido en estiércol, camina con nosotros de forma burlona celebrando y aplaudiendo el gobierno inhumano de Rafael Leónidas Trujillo. También hasta hoy seguimos usando como líder inspirador a Joaquín Balaguer; hombre frígido, despegado, desafecto, calculador, melancólico, ambiguo y enemigo de la vida. Balaguer usó la democracia como una herramienta para escalar y permanecer en el poder.
Si seguimos la lista y pasamos balance a los partidos políticos, todos, realmente todos están llenos de un espejismo que no les ha permitido cambiar el engaño por la verdad; nos siguen engañando, usan la realidad social como carnada para captar seguidores desorientados y amargados. Y así seguimos diciendo a todo pulmón: ¡Concho!, nos siguen engañando.
El pueblo dominicano debe despertar y abrazar aquel proverbio árabe: “La primera vez que me engañes, será culpa tuya; la segunda vez, la culpa será mía”. Debemos retomar la verdad que nos libera, identificar a los mentirosos, abrazar el liderazgo honesto y movernos hacia la verdad.
Entonces no tendremos la necesidad de auto consolarnos diciendo en forma de víctimas: ¡Concho!, nos siguen engañando.