El año 2023 arriba tras un 2022 de factores negativos para el país por el trastorno global de una pandemia y las repercusiones de una invasión rusa con perfiles genocidas. Con todo, la crisis sanitaria ha estado apropiadamente manejada y los golpes externos a la economía no impidieron un crecimiento satisfactorio del PBI. Los niveles de inversión con recuperación del turismo, las zonas francas y el empleo auguran capacidad para lidiar con nuevos retos a partir de enero.
Hay motivos para creer en la robustez dominicana ante las adversidades aunque el futuro resulte impredecible para el mundo entero porque no son suficientes las señales de recuperación del intercambio comercial y de normalización de actividades productivas esenciales para la humanidad al tiempo de emerger dudas de que Estado de guerra se extienda si resulta tan desastroso a las partes.
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En las prioridades nacionales, aparte de los apremios por convulsiones externas, figuran sobrellevar con mínimas consecuencias la crisis haitiana, poner más énfasis en la inversión pública que en gastos corrientes para respaldar al auténtico desarrollo y aprovechar las buenas calificaciones de riesgo para colocar el endeudamiento al servicio de la generación de riquezas y menos para sostener una burocracia estatal que creció excesivamente en dos años.
Tras un razonable inventario de éxitos y reveses pasados, sin perder de vista los desafíos del porvenir, procede ganarse, trabajando, un 2023 de prosperidad y satisfacciones.