La historia política de Rafael Mieses Peguero (Cocuyo) se inició a mediado de la década de 1940 cuando pasó a las filas de la Juventud Democrática y posteriormente al Partido Socialista Popular (PSP) donde logró escalar un fuerte liderazgo en la resistencia clandestina contra la tiranía trujillista. Como descendiente y testigo de lo ocurrido aquella lúgubre mañana del 14 de agosto de 1958 en la calle arzobispo Nouel, casa numero 62 no podía dejar pasar por alto esta fecha en la que una patrulla del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), allanó la referida residencia y lo atrapó de manera brusca. Hoy/Fuente Externa 12/08/12
La historia política de Rafael Mieses Peguero (Cocuyo) se inició a mediados de la década de 1940, cuando pasó a las filas de la Juventud Democrática y posteriormente al Partido Socialista Popular (PSP) donde logró forjar un fuerte liderazgo en la resistencia clandestina contra la tiranía trujillista.
Como descendiente y testigo de lo ocurrido aquella lúgubre mañana del 14 de agosto de 1958, en la calle arzobispo Nouel, casa número 62, no podía dejar pasar por alto esta fecha en la que una patrulla del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) allanó la referida residencia y lo atrapó de manera brusca.
Era fornido, jocoso, de baja estatura, delgado, mulato, cabello crespo, facciones bien parecidas y sobresalientes bíceps. Vestía deportivo, le sobraba valor y no conocía el miedo, así lo definía su íntimo amigo, Marino Enríquez Sánchez Córdoba
De este brutal atropello han transcurrido 63 años y todavía no he podido liberarme de las imágenes de terror que presencié a la edad de 16 años. Todavía escucho el clamor de mi abuela Dilia Mieses Peguero, quien, aferrada al cuerpo de su hijo, les pedía a gritos a Cholo Villeta y demás malvados que le acompañaban: ¡No se lleven preso a mi hijo! Voces desesperadas que no inmutaban a los verdugos mientras, en dirección al carro del SIM parqueado frente a la vivienda, introducían al vehículo al detenido dejando el cuerpo de su madre tirado en la calzada.
Desde ese día, sus familiares vieron morir lentamente a su madre de inanición el 7 de septiembre clamando ver a su hijo.
Desde esa infausta fecha, de su apresamiento, sus hermanas, Mireya Mieses y Marina Mieses de Bujosa iniciaron una búsqueda insaciable por conocer su destino. Visitaban con frecuencia la Oficina Central del SIM, ubicada en la Calle Méjico con 30 de marzo, donde estaba el inefable Johnny Abbes García, el cuartel general de la Policía y la Penitenciaría de La Victoria, donde tenían informe que se encontraba.
En todas partes recibían la misma respuesta: ¡Ese preso no está aquí! Desconocían que ya Johnny García lo había sentenciado a muerte.
Félix Servio Doucudray en vida le reveló al autor que el apodo de Cocuyo era porque entre sus virtudes poseía una extrema habilidad para moverse de día y de noche sin llamar la atención y de esa manera cumplir con las tareas más arriesgadas.
En una de las tantas conjuras que organizó para ajusticiar al tirano involucró a jóvenes de Salcedo, San Francisco de Macorís, La Vega y Tenares teniendo entre sus contactos a Minerva Mirabal, tal y como me lo confesaron en vida, Leandro Guzmán y Alfonso Moreno Martínez.
En el año 1955, durante la celebración de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre, Cocuyo aprovechó el evento para desde una carroza de las que desfilaban por el Malecón lanzar confetis acompañados de una lluvia de volantes que denunciaban la terrible dictadura.
Uno de estos panfletos cayó en manos de un agente de la policía al servicio del capitán Arriaga, quien comandaba el destacamento de Güibia, ordenando este localizarlo y al ser apresado fue conducido a golpes al destacamento donde Arriaga y sus sabuesos lo apostemaron a palos dejándolo por muerto en el Parque Ramfis (Hoy Hostos) donde fue rescatado por la familia.
Recuperada su salud, Cocuyo siguió su lucha llegando a ocupar la secretaría general del Comité Clandestino de la Zona Intramuros entre otras responsabilidades. Pero la persecución no lo dejaba respirar, tomando la decisión de asilarse en la Embajada de Méjico, el 15 de septiembre de 1953.
Días después penetró a la sede diplomática un agente encubierto del SIM de nombre Reyes Cerda que tenía la misión de asesinarlo echándole veneno a los alimentos que ingería.
Como había de esperarse el veneno hizo sus efectos. Cocuyo entró en un estado grave de salud, lo que condujo al diplomático infórmaselo a sus familiares y solicitar al gobierno un salvoconducto para evitar que falleciera en la sede diplomática.
La familia se comunicó con el doctor Pichardo para que fuera a examinar al paciente a la Embajada, recomendando el galeno su traslado urgente a un centro hospitalario al percatarse que sangraba por la boca y las fosas nasales.
De inmediato fue internarlo en el hospital Padre Billini, donde su director doctor Francisco Moscoso Puello le prestó los primeros auxilios.
Lo que le ocasionó su detención por parte del SIM por recibirlo y atenderlo. Fue tanta la humillación que el galeno intentó suicidarse cortándose las venas.
Una situación semejante narra el doctor Pablo Iñiguez en su obra: ‘’Desde el Hombre de Neanderthal hasta el Renacimiento‘’ donde revela que tras la familia de Cocuyo solicitarle sus servicios para atender la salud de Cocuyo, pudo comprobar que había sido envenenado con altas dosis de ‘’discumarol’’, droga que le produjo un sangrado generalizado.
Narra que tras visitar la familia para informarle el estado de gravedad del paciente fue detenido por una patrulla del SIM que vigilaba la residencia. Y que afortunadamente no fue conducido a prisión porque se le permitió llamar a su amigo y paciente, general Fausto Caamaño quien ordenó a los agentes su puesta en libertad.
Superada su situación de salud, Cocuyo volvió a la carga en su lucha contra la tiranía. Sus amigos más íntimos lo recuerdan como un ejemplo de honradez, valentía, perseverancia y resistencia.
Curiosa biblioteca
Un rincón para intelectuales
Los amigos
Cocuyo tenía entre sus amigos a Leo Nanita, Marino Sánchez Córdoba, los hermanos Doucudray, Manolo González, Oscar Torres. Edmundo García, Milagros Ortiz Bosch, Rafael Valera Benítez, Leandro Guzmán, Moreno Martínez, Minerva Mirabal, Carlos Lizardoy José Cruz Segura, los hermanos Juan y Servio Doucudray, Quírico Valdez, Víctor Villegas y otros en su mayoría ya fallecidos. Doña Milagros Ortiz Bosch nos contó que Cocuyo tenía una biblioteca itinerante con muchos volúmenes de autores marxistas y progresistas que no sabía cómo los conseguía. Siendo los más leídos ‘’La Madre‘’, de Máximo Gorky, ‘’El Hombre Mediocre’’ y ‘’Las Fuerzas Morales’’, de José Ingenieros, entre otros, que iban de mano en mano y de pueblo en pueblo. Siendo otras de sus inquietudes culturales el cine, espacio que aprovechó, junto Oscar Torres, para realizar cine fórum.