Cuando nos miramos en el espejo de la introspección, de un sistemático autoconocimiento, la imagen que se proyecta nos parece distorsionada, difiere de la que tenemos sobre nosotros mismos. ¡No somos lo que creemos, lo que queremos o lo que debemos ser!
Al descubrir las imperfecciones que revela un autoanálisis persistente, sincero, no debemos dejarnos abatir por el desaliento. La respuesta acertada no es la autocrítica destructiva ni quedarnos estáticos con la errada creencia de que no podemos cambiar, abatidos por el incumplimiento de propósitos que una y otra vez hacemos.
Tomemos el cincel de la introspección, de la sabiduría y la espiritualidad, y con la paciente entrega que un escultor talla una estatua, y empecemos a esculpir nuestro ser, explorando los hábitos de pensamiento y acción, sentimientos y emociones, su impacto en nuestra vida y en la interacción con los demás. Comencemos a moldear la conducta, eliminando los hábitos nocivos, apegos, cualquier vestigio de egoísmo, intolerancia, falta de solidaridad y generosidad.
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Una tarea cotidiana, paciente, de años. Un proceso continuo indispensable para la renovación interior, el crecimiento y desarrollo personal. Desafiante sí, pero posible dedicando tiempo al encuentro consigo mismo, manteniendo una revisión incesante de los patrones mentales, conscientes de que los pensamientos que habitualmente albergamos determinan nuestras acciones, y que los hábitos crean las circunstancias en que vivimos.
La gran batalla diaria se libra en la mente, a medida que combatimos temores, dudas, pensamientos errados y autodestructivos. Debemos entrenarnos en formas constructivas de pensar, desarrollar el poder mental que apoyado en una potente voluntad, nos lanza a la acción, al logro de nuestros nobles propósitos.
Hacia la renovación
“Descubre lo que realmente eres ¡no lo que imaginas ser! si deseas convertirte en lo que deberías ser. La mayoría de la gente no cambia porque no ve sus propios defectos”, nos dice Paramahansa Yogananda (1893-1952), guía espiritual de miles de buscadores de la verdad en el mundo a través de Self Ralization Fellowship (SRF), a la que está adscrita la Asociación de Auto-Realización de Santo Domingo y en Santiago el Centro de Meditación Realización del Ser.
Al invitarnos a la introspección, el gran místico hindú nos advierte que suele ser más fácil analizar a otros que enfocarse en uno mismo con rigurosa honradez. “Sin embargo, esto es lo que debes hacer para encontrar los cambios que necesitas. Uno de los propósitos de descubrir tu propia personalidad consiste en saber de qué forma afectas a los demás. Consciente o inconscientemente, la gente percibe tu personalidad, y sus reacciones son una indicación”.
Disciplina, voluntad
Descubrir lo que somos, transformarnos en lo que debemos ser exige disciplina, determinación, dedicación, una fuerza de voluntad dinámica, inquebrantable, para lograr la evolución de nuestro ser, la realización en Dios y nuestros nobles propósitos en la vida, tal como asegura Paramahansaji, quien sostiene que sin autoanálisis el hombre se convierte en autómata. Y nos invita a sacar provecho de cada una de las lecciones de la vida:.
“Cada día depara una sucesión de escenas cambiantes y te brindan una lección que debemos procurar aprender, concentrándonos en el propósito supremo de la existencia humana: conocer a Aquel que sustenta tu vida por medio de la meditación, portal hacia un trabajo sistemático de autodescubrimiento.
Su práctica aclara ideas, rectifica valoraciones, da una perspectiva más amplia, profunda y auténtica. Al desaparecer la tensión y agitación, se escucha la voz interior, la Voz de Dios nos revelará el camino correcto para reformarnos y cambiar el curso de nuestra vida. El aislamiento desarrolla la capacidad de visión interior. Se descubren actitudes artificiales adoptadas en diversas situaciones, al contrastarlas con la conciencia de sí mismo, libre de simulación.
La introspección nos permite una más clara apreciación de nuestras fortalezas y debilidades, iniciar la transformación personal, lograr los cambios propuestos. Dejar atrás los limitados confines del ego para transitar por regiones de una mayor expansión en el Espíritu. Y así, la tarea más importante de la vida, la autorrealización del ser, no seguirá sepultada bajo los escombros de los hábitos mundanos.