Recuerdo las elocuentes palabras de Mahatma Gandhi ante la Unesco cuando se le pidió su opinión acerca de la Declaración de los Derechos Humanos. El eminente indio repuso con una anécdota: “Mi madre, que no sabía leer, pero era una verdadera sabia, me enseñó que todos los derechos que vale la pena tener y preservar proceden de obligaciones perfectamente establecidas. Por eso el mismo derecho a la vida nos lo ganamos cuando cumplimos con muestras obligaciones como ciudadanos del mundo. Partiendo de esta declaración fundamental, quizá sea bastante fácil definir los deberes del hombre y de la mujer, relacionando cada derecho con un deber correspondiente y anterior. Cualquier otro derecho no sería más que una usurpación por la cual no valdría la pena pelear”.
Volviendo al aspecto positivo de la libertad diremos que esta necesita un clima de orden para florecer. Así pues, la seguridad social y económica de un pueblo tiene gran importancia en el mantenimiento de la libertad, a pesar de que esta es mayormente una actitud espiritual. Esto puede fácilmente constatarse en el hecho de que sus orígenes modernos son primariamente religiosos. No obstante, la “revolución de los puritanos” en 1640 tuvo aspectos políticos y económicos, sus metas y fuentes religiosas fueron indudablemente primarias. El principio del congregacionismo en religión significó que la autoridad yacía en el grupo religioso como un todo, y no en una privilegiada jerarquía. Este congregacionismo religioso de los puritanos y otros no conformistas tuvo enormes consecuencias cuando la idea fue llevada a la política. Llevó a la posición de que la autoridad política estaba en el pueblo, quien era el verdadero soberano, y que el gobierno no era otra cosa que el agente de la comunidad manejando los intereses comunales como su útil servidor y no como tiránico amo.
El sentimiento religioso llevado a la política condujo hacia el concepto de los derechos civiles incorporado en la Carta de Derechos (Bill of Rights) inglesa de 1689 y a las primeras diez enmiendas a la Constitución americana en 1791, especialmente la primera, que garantiza la libertad en religión, palabra, prensa reunión o petición.
Los sentimientos religiosos de libertad han sido fuente primaria de las demás libertades. Los estados totalitarios siempre lo han comprendido así y han tratado de ahogarlos. A pesar de esto, ni el fascismo ni el comunismo han sido capaces de erradicar la religión. Esto no implica que la sociedad pueda o deba conceder plena libertad a sus integrantes.
Los hombres suelen tener deseos e ideas que varían radicalmente con el transcurso del tiempo. Nadie llega a alcanzar la madurez sin haberse movido en la corriente de las más diversas ideas y sin haberse equivocado mucho.
A medida que el mundo ha ido avanzando en sus conquistas materiales, se ha ido ampliando enormemente la escala de elecciones que el hombre puede hacer. Igualmente, con la evolución mundial, una cantidad de ideas que a través de los siglos estuvieron rebotando en la mente de algunos hombres inquietos y de pensadores, y que nunca trascendieron más allá de los estrechos círculos de elite, hoy, puestas al día, son ideas ampliamente publicadas y comentadas, propiciando enormes confusiones en el hombre de hoy, deslumbrado por la era del espacio, de la tecnología abrumadora, de los descubrimientos y las incógnitas, de frases tales como “nueva moral”.
Hoy, más que nunca, debe el hombre tener un claro concepto de lo que es realmente la libertad y del uso que de ella debe hacer, para bien propio, de su familia, de su patria y del mundo, que por irse empequeñeciendo a medida que se facilitan las comunicaciones y el transporte humano, hoy tiene más necesidad de hombre mejores.
Es una responsabilidad que todos compartimos.