Respuesta de la terapeuta: Esta palabra se ha popularizado en demasía y se ha abusado de ella, banalizándola hasta tal punto que se hacen recomendaciones inútiles que no favorecen a la conciencia humana.
La palabra tóxica significa que contiene veneno o que produce envenenamiento. Si extrapolamos este concepto a la familia, la pareja, relación entre padres e hijos y entre hermanos, no ofrecemos la opción de que la persona comprenda los procesos emocionales en esos contextos.
Primero, no todas las familias funcionan en el mismo nivel de desarrollo y madurez emocional. Mientras menor, mayor probabilidad de conflicto y de comportamientos reactivos. No predomina la razón.
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Segundo, quien se percibe intoxicado y rompe la relación no se percata de que es parte de esa dinámica relacional y que su forma de reaccionar y sentirse afectado es parte de la complejidad del sistema emocional.
Tercero, alejarse de la familia no resuelve la situación, se continúa respondiendo a pesar de la distancia.
Cuarto, romper con la familia impide verse dentro del sistema para cambiar la pauta y modificar su reactividad sin quedar atrapado en el mismo nivel emocional y conductual de esta.
Quinto, para madurar emocionalmente y mantenerse en contacto con la familia sin fusionarse ni caer en pautas conflictivas, es prudente conocerse a sí mismo y saber cómo se responde a las lealtades invisibles entramadas de generación en generación.
Sexto, quebrantar esas lealtades invisibles en la familia de origen requiere de tiempo, autoconocimiento, voluntad y asertividad.
Conocer a la familia es conocerse a sí mismo.