P. Profesor, a propósito de la instalación de barcazas para generar energía eléctrica en Puerto Viejo – Azua ¿Quién paga los costos del desarrollo?
R. No es inteligente, ni racional, mucho menos prudente, arruinar riquezas naturales únicas e irremplazables, que pueden perdurar para siempre, a cambio de satisfacer necesidades puntuales del desarrollo, muchas veces mal entendido y que tienen otras alternativas, poco o nada riesgosas. La ciencia siempre está marcando las pautas para el desarrollo. La vida es una riqueza frágil, ubicada en recintos especiales por la evolución que gobierna los procesos internos de la naturaleza, a veces, como este caso, en hábitats o casas irremplazables.
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Puerto Viejo es un Refugio de Vida Silvestre, categoría IV o de “Protección Estricta”, según las normas internacionalmente aceptadas de la Unión Mundial para la Conservación de la Naturaleza, por sus riquezas naturales inigualables que la ubican en el concierto mundial de espacios privilegiados para la conservación de la biodiversidad, que goza de un régimen legal de protección especial (Ley 202-04) y está blindada su destrucción por la Constitución de la República (artículo 16).
Las normas legales no son antojadizas, menos aún si gozan y se sustentan sobre una plataforma científica, como lo es el SINAP (Sistema Nacional de Áreas Protegidas de la República Dominicana) y es un deber de todo ciudadano velar por su cumplimiento, no importa que sea religioso, político, académico o analfabeto. Se trata de proteger bienes y espacios patrimoniales y por lo tanto, que corresponden al patrimonio público, por lo que no pueden ser enajenados en función de otros derechos, por más legítimos que resulten.
Colocar unas barcazas para generar energía fósil en la albufera de Puerto Viejo o Bahía de Azua, no es la única alternativa que tenemos para resolver los problemas energéticos de Azua.