Respuesta de la terapeuta: La persona puede activar intencionalmente los pensamientos cuando se decide a organizar ideas, tomar decisiones, dar explicaciones, reflexionar sobre algo concreto y rememorar recuerdos agradables que no representan una amenaza para la estabilidad emocional.
Sin embargo, cuando los pensamientos aparecen y la persona dice no tener control sobre ellos porque son repetitivos, inquietantes o catastróficos y generan un alto grado de incertidumbre, sí se consideran disfuncionales, ya que afectan la estabilidad emocional, la atención y la concentración.
Los pensamientos disfuncionales pueden conducir a reacciones de hostilidad, violencia, tristeza y con actitudes defensivas. También propician procesos ansiosos o depresivos.
Las ideas repetitivas con el paso del tiempo se convierten en creencias y estas se asumen como verdades incuestionables. Por ejemplo, si una persona piensa que es incapaz y activa ideas de desvalorización, inutilidad o autocrítica, considera que no sirve para nada y tiene sensación de fracaso, estas creencias sobre sí misma afectan su autoestima e incrementan la autodesconfianza y el sentimiento de tristeza.
En otros casos, aparecen pensamientos de persecución en los que la persona cree que quieren hacerle daño, por lo que se mantiene hipervigilante y con actitud de desconfianza.
Es por tales razones que la persona debe cuidar sus pensamientos, porque estos activan o disminuyen neuroquímicos que intensifican el malestar emocional y físico.
Algunas personas somatizan y creen tener enfermedades por lo que acuden con regularidad a distintos médicos sin una causa justificada.
En resumen, los pensamientos afectan la salud y las relaciones interpersonales