BANGKOK — Mientras las fronteras de blindaban, escuelas y negocios echaban el cierre y las restricciones de movimiento iban en aumento, decenas de millones de personas se recluyeron en casa el martes, siguiendo las recomendaciones de sus gobiernos de aislarse y frenar la expansión del nuevo coronavirus.
Del sureste asiático a las américas, pasando por Europa, las vidas de la gente quedaron en suspenso por las cuarentenas y el distanciamiento social.
En Malasia, los clientes hacían largas colas para comprar en supermercados. En Filipinas, la gente esperaba en enormes atascos de tráfico a pasar por puntos de control donde se les tomaba la temperatura antes de entrar en la capital de la ciudad. Las autoridades de siete condados en la zona de la Bahía de San Francisco emitieron estrictas órdenes de cuarentena para que millones de personas se quedaran en casa, saliendo sólo para comprar comida y medicinas o en salidas absolutamente esenciales.
Las cancelaciones de apreciadas celebraciones y actos comunitarios siguieron aumentando: Tailandia dijo que probablemente suspendería su festival del agua en abril y los organizadores de los llamados “dos minutos más emocionantes del deporte”, el Derbi de Kentucky, estarían preparando el aplazamiento de la carrera de caballos por primera vez desde la II Guerra Mundial, según medios.
Mientras se introducían nuevas medidas para contener el brote, en Wuhan, la ciudad china donde se detectó por primera vez el virus a finales del año pasado, y que lleva semanas aislada, reportó solo un caso nuevo el martes.
Los frentes de batalla se habían trasladado claramente fuera de China, donde ya había menos casos que en el resto del mundo. Y España se convirtió en el cuarto país con más infectados, superando a Corea del Sur, donde la epidemia empezaba a remitir.
El número de casos en todo el mundo alcanzó los 181.000 y un repunte de pacientes en los hospitales de Madrid alimentó los temores en toda Europa a lo que quedaba por delante.
“No hay forma sencilla ni rápida de salir de esta situación extremadamente difícil”, dijo Mark Rutte, primer ministro holandés, en el primer discurso televisado de un primer ministro holandés desde 1973.
El virus sólo provoca síntomas leves o moderados para la mayoría de la gente, como fiebre o tos. Pero otras personas, especialmente ancianos o pacientes con problemas médicos previos, pueden sufrir complicaciones más graves como la neumonía. Más de 79.000 personas se han recuperado de la enfermedad.
Sin embargo, la creciente sensación de crisis estaba remeciendo los mercados financieros. Las acciones revirtieron el martes sus pérdidas iniciales en Asia, después de que el mercado bursátil estadounidense sufriera su peor día en más de tres décadas y gran parte de muchas economías se viera paralizada por el cierre de negocios y viajes para combatir el brote.
Solo China, Italia e Irán tienen más infecciones que España, donde la cifra aumentó en casi un 20%, a 9.191 casos confirmados y 309 muertes, según el Ministerio español de Salud. Las autoridades adoptaron un nuevo sistema de conteo, de modo que el número real de contagios podría ser mayor.
Con gesto solemne, Rutte dijo que es probable que “gran parte” de los 17 millones de habitantes de Holanda contraiga el virus. Por ahora, 1.413 personas dieron positivo en las pruebas y 24 murieron. El gobierno cerró escuelas, restaurante y bares y prohibió aglomeraciones de más de 100 personas.
Países como Canadá, Suiza, Rusia y Malasia anunciaron duras restricciones a la circulación de personas por sus fronteras.
Se confirmaron los primeros casos de COVID-19, la enfermedad que produce el virus, en Somalia, que tras casi tres décadas de conflicto armado tiene uno de los sistemas sanitarios más débiles de África.
Mientras la pandemia se extendía, China y Corea del Sur luchaban por mantener sus peleados avances. China puso en cuarentena a los recién llegados al país, que en los últimos días incluyeron varias personas infectadas, y Corea del Sur indicó que aumentaría los controles a personas llegadas del extranjero a partir del jueves.
India cerró el martes el Taj Mahal a los visitantes. La mayoría de escuelas y centros de entretenimiento, como cines, ya habían cerrado en India, el segundo país más poblado del planeta con 1.300 millones de personas.
En Estados Unidos, las autoridades instaron a los estadounidenses mayores y a enfermos crónicos a quedarse en casa, y recomendaron limitar las aglomeraciones a 50 personas. Los estadounidenses que regresaban del extranjero encontraron caóticos controles sanitarios en los aeropuertos que claramente infringían todas las normas de combatir el virus al hacinar a grandes multitudes en espacios abarrotados.
Aun así, algunos países se resistían a tomar medidas más duras para contener el virus.
En Gran Bretaña, bares y restaurantes seguían abiertos y no se prohibieron los grandes eventos. El portavoz del primer ministro dijo que no se descartaba cerrar las escuelas, pero que “el consejo científico y médico es que no es un paso que debamos dar en este momento”.