Greenberg, Penn y Gallup, poseen el crédito reputacional indiscutido. Por años, la engañifa de la politiquería encontró en «otros» la posibilidad de distorsionar los niveles de simpatías políticas.
Ahora que la fuerza de la posverdad presume su capacidad de distorsionarlo todo se recurre a mecanismos maquillados que intentan inducir al resto de que lo pretendido se impone a la mayoría. Están equivocados.
Ya la gente no es tonta. Intuye, ausculta y sabe del interés de grupos económicos decididos a financiar al que desean sin importar el deseo de la población.
Creerse que el dinero lo puede todo, produce las sorpresas que colocan en el corazón de los ciudadanos la jurisprudencia de «sorpresas» electorales bien sintonizados con los de abajo y de difícil aceptación con los poderosos.
Desde que los criterios mercadológicos del reputado sociólogo aderezaron las avenidas del éxito político, la política criolla encontró fórmulas convencidas de que, aplatanado el método, se alcanzaban las metas. Ahí comenzó todo, años de distorsiones tendentes a confundirlo todo, así y por el golpe de la madurez ciudadana, llegaron las «sorpresas» que lo único novedoso consistía en expresar lo que las élites no deseaban. Los hechos pueden más que las maniobras.
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El resumen puede ayudar a la justa interpretación de la inteligencia popular: los «populares» Jacinto Peynado, Jaime David Fernández y Milagros Ortiz, colapsaron cuando las «encuestas» fueron derrotadas por los no preferidos: Eduardo Estrella, Danilo Medina e Hipólito Mejía.
Sigan creyéndose el cuento y confundan deseos de posicionamiento con la realidad electoral.
Un instrumento promocional aceitado por la maquinaria oficial sirve para distribuir recursos en gente sin credibilidad y escasa capacidad de influir en la población.
Romper con la norma podría ser materia del libro Guinness. Ahora bien, sostener victorias electorales en el marco de procesos inflacionarios constituye materia prima de Hércules.
Y hasta prueba en contrario, tengo el convencimiento de que, el hijo de Júpiter no puede asociarse a un país colocado en el mismo trayecto del sol.
No nos subestimen. Los dominicanos reaccionamos con sabiduría ante la intención de imponernos. Una encuesta chatarra de financiamiento oficial no supera el olfato de los ciudadanos.