Huele a problemas en el PRM, y es tan fuerte ese olor, tan intenso, que hace rato desbordó el ámbito partidario para convertirse en una “crisis”.
Y aunque la decisión de excluir a la militancia de la elección de sus nuevas autoridades no desemboque en una división, como algunos advierten, todo el ruido que provoca el escarceo hace daño al partido oficial, pues nos retrotrae a los traumáticos tiempos en que los perredeístas en el poder se mataban como perros y gatos, constituyéndose en los principales enemigos de sus propios gobiernos.
Ayer el experto en asuntos municipales y dirigente del PRM Walddys Taveras sugirió que los principales líderes de ese partido, el presidente Luis Abinader y el expresidente Hipólito Mejía, busquen un acuerdo con Guido Gómez Mazara, quien exige que la escogencia de sus nuevos directivos se haga mediante el voto directo de sus militantes, como una forma de evitar que se acuda a los tribunales para dirimir los problemas internos del PRM.
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Pero Guido no es el único que se opone a que esa renovación se haga mediante una Asamblea de Delegados. ¿Quién tratará de entenderse con Ramón Alburquerque, que acusa a su “cúpula impopular” de intentar materializar un golpe de Estado a la democracia interna del partido?
No creo que ninguno de los dos aspirantes a la presidencia del PRM negocie los principios que defienden con tanto ardor y convencimiento, pues sería una incoherencia política tan grande como la que le critican a la dirigencia de su partido.
Dicen que es muy probable que mañana el Comité Nacional ratifique la decisión de que sea una Asamblea de Delegados la que escoja a las nuevas autoridades.
Y eso provocará lo que tanto teme Walddys: que los cuestionamientos a la legalidad de ese proceso vayan a los tribunales, donde un fallo favorable a Gómez Mazara se constituiría en una costosa y dolorosa derrota que el partido de gobierno pudo haberse evitado.