Magnicidio de Moïse fue el clímax del grado de inseguridad que vive Haití
Ante los últimos acontecimientos violentos acaecidos en la vecina Haití, en que resultó acribillado en su residencia, en horas de la madrugada, su presidente Juvenel Moïse, supuestamente por sicarios colombianos y miembros de su propia seguridad, la República Dominicana tiene que estar en alerta permanente, pues todo lo que ocurre en ese país repercute aquí. Este lamentable magnicidio fue el clímax del grado de descomposición e inseguridad que vive esa nación.
El hoy occiso presidente había denunciado ante la Comunidad Internacional (CI) hace varios meses, las constantes amenazas de muerte y de un golpe de Estado contra su gobierno y que lamentablemente no se le prestó ningún tipo de atención ni protección, probablemente porque esa nación ya no es atractiva para dicha comunidad, por ser un Estado inviable, caracterizado por el caos, la corrupción, la violencia y el desorden, sin un ordenamiento institucional.
Ahora la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se reúne en una sesión especial para de manera cínica e irónica, rendir tributo al presidente asesinado, condenar su asesinato y enviar sus condolencias a Haití.
Desgraciadamente la ONU, la Organización de Estados Americanos (OEA) ni ningún otro organismo se han preocupado por la crisis económica, política, social e institucional, que desde tiempos remotos padece esta nación, considerada la más pobre del continente americano.
Para evitar una posible explosión humana, para que sus nacionales no emigren masivamente hacia nuestro país, fruto de la hambruna que padecen y conscientes de la vulnerabilidad de nuestra frontera, nos vemos precisados, por humanidad, a colaborar con ese país, aunque este es un problema que no nos corresponde, sino a la CI, que aún permanece indiferente e indolente, como si nada estuviera ocurriendo. De ahí que la decisión de abrir los mercados binacionales fue correcta, para que ellos puedan adquirir los alimentos que requieren.
Ante la situación de calamidad e inestabilidad social que afecta al vecino país, la política exterior de la República Dominicana debe ser fortalecida, más agresiva, exigente y de reclamo ante dicha comunidad, para que se le preste más atención a Haití, porque somos el país más afectado de dicha crisis.
La CI debe intervenir institucionalmente con urgencia a ese país antes que allí ocurra un genocidio, pues es un Estado disfuncional, donde solo funciona la ley de la selva, hasta que logre recobrar su normalidad e institucionalidad.