arbara y Christine Colucci anhelan quitarse sus mascarillas y besar a su madre de 102 años, quien padece de demencia y vive en una casa para ancianos en Rochester, Nueva York. Ambas desearían que más de dos personas a la vez pudieran estar en la habitación de su madre para que más parientes la acompañen.
“No sabemos cuánto tiempo más va a vivir”, dijo Christine Colucci, “así que por favor concédannos esta última oportunidad de estar con ella en sus últimos meses de vida para tener esa interacción”.
Las restricciones por la pandemia están siendo levantadas prácticamente en todo Estados Unidos —excepto en muchos hogares para ancianos del país. Las normas diseñadas para proteger a las personas más vulnerables de la nación frente al COVID-19 continúan en vigor, no obstante que 75% de los residentes en esos hogares ya están vacunados y los contagios y muertes han disminuido de manera considerable.
La frustración se hace presente a medida que las familias en todo el país visitan a sus mamás y, en este fin de semana del Día del Padre, a sus papás. Los abrazos y besos siguen estando desaconsejados o prohibidos en algunos asilos. Los residentes comen en relativo aislamiento, juegan bingo y hacen manualidades a distancia. Las visitas son limitadas y deben ser breves, y son interrumpidas por completo si alguien da positivo en las pruebas al coronavirus.
Miembros de las familias y sus defensores ponen en duda la necesidad de tales restricciones en esta fase de la pandemia, cuando el riesgo es comparativamente bajo. Las familias afectadas afirman que las medidas sólo están prolongando el aislamiento de los adultos mayores y acelerando su declinación mental y física.
“Los han protegido a muerte”, afirmó Denise Gracely, cuya madre Marian Rauenzahn, de 80 años, vive en una casa para ancianos en Topton, Pensilvania.
Rauenzahn tuvo COVID-19 y después perdió parte de una pierna debido a la gangrena, pero Gracely señaló que lo más difícil para su madre fue la soledad impuesta cuando las visitas pasaron de seis días a la semana a ninguna.
Las hijas de Rauenzahn consiguieron finalmente el derecho a verla una vez a la semana, y la casa para ancianos señala que tiene planeado flexibilizar a finales de junio las normas sobre las visitas para todos los residentes. Sin embargo, eso es insuficiente, según Gracely.
“Creo que su demencia ha avanzado”, señaló Gracely. “Está muy sola. Desea mucho salir de ahí”.