CRÍTICA
Navegación del alma

<STRONG>CRÍTICA<BR></STRONG>Navegación del alma

Jamás ningún autor español como Eugenio de Salazar y Alarcón ha durado más de cuatro siglos para que sus poemas sean publicados en un libro que recoja íntegramente todos sus poemas y extraña más que tres países independientes desde el siglo XIX como la República Dominicana, Guatemala y México no se hayan preocupado, a través de sus investigadores e historiadores literarios, ir a Madrid y traer de vuelta las obras de este abanderado del neoplatonismo renacentista y abridor de las puertas a lo que vendría luego: el barroco novohispano.

En efecto, el malogrado investigador Maldonado Macías nos anuncia en su obra que comentamos la publicación de las obras de Salazar y Alarcón, pero con su deceso ahora no sabemos si ese proyecto verá la realidad. Hubo un primer proyecto en México para publicar las obras de Salazar y Alarcón, pero abortó.

En nuestro país quien más cerca de los manuscritos de Salazar y Alarcón estuvo, fue nuestro Pedro Henríquez Ureña, pero de seguro que no eran esas sus preocupaciones cuando visitó, como investigador, el Centro de Estudios Históricos de Madrid entre 1919 y 1920. Desconozco las referencias y los estudios sobre Salazar y Alarcón en Guatemala, donde estuvo de fiscal de la Real Audiencia entre 1579 y 1580.

Pero de lo que estamos seguros es de que por lo menos en los cuatro años y pico que pasó en Santo Domingo como oídor de la Real Audiencia (1574-79) dejó una huella sin la cual no hubiésemos sabido gran cosa acerca de las letras coloniales en esta parte de la isla, y no solamente debido a los poemas que dedicó a Leonor de Ovando, Elvira de Mendoza y Tostado de la Peña, sino también por el poema que escribió, a su llegada, en loor a la muy noble y muy leal villa de Santo Domingo. Poema que, lo adivino, han leído pocos de nuestros compatriotas.

Pero también de Salazar y Alarcón, por poco metido en la cultura y el folklore, nos deja una estampa completa de las creencias de aquel siglo XVI cuando escribió un poema burlón y festivo en torno a un adivino “presuntuoso” al decir de Maldonado Macías, a quien el vate español admiró y conoció, al igual que los tres poetas con quienes entró en relación y que el autor mexicano señala la contribución: “A pesar de que los cinco sonetos y los versos sueltos que esta religiosa quisqueyana suscribe en elogio de nuestro poeta, contrasta notablemente con la ausencia total de ejemplos artísticos  sobre la obra de la otra poetisa isleña de la cual Salazar no conserva ninguna página, es obvio que de todas maneras el nombre de Elvira de Mendoza ha sido digno de quedar colocado junto al de aquellas mujeres que, de un modo u otro, abrieron la brecha a Sor Juana Inés de la Cruz dentro del campo de las letras iberoamericanas.” (p. 229)

Volvamos a nuestro adivino, apellidado Castaño, según Maldonado Macías, “el cual hacía actos de magia y anticipaba acontecimientos futuros entre las islas de Santo Domingo y Cuba” (p. 230) Debió ser resonante el triunfo del citado adivino en los medios de poder colonial cuando un hombre tan grave como Salazar se ocupa de semejante persona, al punto que deja una nota al pie del poema y que Maldonado Macías copia: “Había en la isla Española un hombre llamado Castaño que echaba juicios y respondía a muchos sobre sucesos futuros…, y que quiso pasar a la isla de Cuba en un navío cargado de mercaderías suyas, y en el viaje encontró un corsario francés, que le tomó a él y al navío, y lo que llevaba.” (Ibíd.)

Maldonado Macías ve en “el tono burlón que Salazar emplea en estos versos” el “mismo prurito desacralizador que, con el paso de los años, redundaría en beneficio de la ascética ‘Navegación del alma’.” He aquí las primeras dos cuartetas del poema de Salazar consagrado a relatar la suerte del adivino: “Algunos dicen que iba almadiada/-señor Castaño- vuestra Astrología;/otros, que se mojó la librería/de vuestra Judiciaria desastrada.//Otros, que sabéis poco; otros, que nada,/que son vuestros juicios burleríal,/pues no pronosticasteis qué sería/de vos, y vuestra nave tan cargada.” (Ibíd.)

Los dominicanos, investigadores e investigadoras, tenemos por delante la tarea de dar a la luz pública una obra que nos recree el mundo cultural, literario, histórico, económico de la isla al momento de la llegada de Salazar y Alarcón y que, asimismo, dé a conocer la ‘Silva de poesía’ y las Cartas, al menos las que estén más directamente relacionadas con el período y darle seguimiento al personaje hasta Guatemala y México.

Hay que precisar los mitos de las fechas a través de las reales cédulas y correspondencia entre la isla y la metrópoli. ¿Cómo es posible que si la Real Provisión expedida por Felipe II el 11 de junio de 1576 mediante la cual nombra a Salazar fiscal en Guatemala, este tardara tanto en llegar a ocupar su puesto, sobre todo porque desde Pedro Henríquez Ureña hasta Fernando Benítez dice que el poeta estuvo en Guatemala en 1579, 1580?

¿Cómo es posible entonces responder a la sospecha de Maldonado Macías de que en 1577 Martín de Aliaga llega a Santo Domingo como sustituto de Salazar? Los investigadores dominicanos deben esclarecer si fue Salazar o Aliaga quien enfrentó la devaluación de la moneda, hecho que puso a la isla al borde de la bancarrota, hecho del cual el investigador mexicano se hace eco (pp. 232-34)

Pero también, ¿no tendría Salazar prisa en llegar a Guatemala para disfrutar así de los 750 mil maravedíes que comportaba la ocupación efectiva del cargo? Creo que el sueldo como oidor en Santo Domingo estaba dotado de 450 mil maravedíes.

Si bien sabemos las causas por las cuales Salazar decidió no publicar sus obras poéticas en vida, creo que ha llegado la hora de realizar mancomunadamente una investigación transversal que abarque a Santo Domingo, Guatemala y México.

Solamente así determinaremos la influencia de Salazar no solamente en la poesía que continuó en Santo Domingo después de su partida, sino de la que tomó gran auge en el siglo XVII, al igual que en México y Guatemala, con la introducción del manierismo y el barroco y cómo esas tendencias influirán en la arquitectura y en los modos de vida de los criollos o nativos que cada día se alejará más de la sociedad que a golpe de arcabuz, ballesta y alabarda fundaron los conquistadores en nombre de la codicia, los placeres de la carne y el ideal caballeresco medieval, vigilados de cerca por los funcionarios del Santo Oficio.

En síntesis

Humberto Salazar y Alarcón

Fue hijo del  historiador Pedro de Salazar; estudió leyes en Alcalá y Salamanca y se licenció en la Universidad de Sigüenza. En 1559 obtiene plaza de juez en Galicia, gracias a los méritos de su padre. Es fiscal de la Audiencia de Galicia en 1560, pero ese mismo año se trasladó a Toledo, donde estaba la Corte, y luego a Madrid, donde se casa el 9 de mayo de 1557 con Catalina Carrillo, la Carilia de sus versos. Desempeñó pequeños cargos en la administración, como magistrado. En 1567 fue nombrado gobernador de las islas de Tenerife y La Palma.

En diciembre de 1573 le nombraron oidor de la Audiencia de Santo Domingo y se traslada a esa isla. Allí permaneció cuatro años, en los que se relacionó con los escritores que había en la isla, tras los cuales pasó a Guatemala, en 1577, donde trabaja como fiscal de la Audiencia de Guatemala, donde se relacionó con el poeta y amigo de Cervantes Juan de Mestanza. En 1581 es nombrado fiscal de la Audiencia de México, y en 1583 oidor en la misma; en México pasó casi veinte años, relacionándose con otros escritores en la Academia de los marqueses de Villamanrique, virreyes de la colonia. En 1591 se graduó de doctor en la Universidad Real y Pontificia de México y es su rector entre los años 1592 y 1593. En 1599 volvió a España, donde es nombrado miembro del Consejo de Indias. Murió en Valladolid, el 16 de octubre de 1602.

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