Haití se juega su destino este miércoles, una vez vencido el mandato del primer ministro Ariel Henry, quién tomó las riendas del país, tras el asesinato del expresidente Jovenel Moise (7 de julio del 2021), pero que no ha cumplido su promesa de estabilizar la nación más pobre de América.
Aunque los reportes en redes sociales y publicaciones de diarios haitianos, se mantienen en calma desde tempranas horas de hoy, la situación no es la misma en Puerto Príncipe, donde miles de personas se han concentrado para reclamar la salida del poder de Henry.
Son horas cruciales, ya que Haití se encuentra a las puertas de un estallido social a gran escala, quizás el más significativo de esta década y que mantiene abierto varios frentes, que van desde el control de las bandas, hasta las presiones políticas y sociales, pero también la insurrección militar.
El escenario actual se presta para dos opciones: la primera, que Ariel Henry no cumpla con lo pactado en un acuerdo nacional rubricado a finales del 2022, que pone fin a su mandato este 7 de febrero e intente permanecer en el poder, pese a no poder cumplir su promesa de estabilizar la nación y llamar a alecciones generales.
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Por otro lado, está la opción de que anuncie su dimisión, lo que crearía un nuevo vacío democrático, debido a que no hay nadie habilitado para sucederle, lo que dejaría Haití aún más a la deriva, esto porque luego de que el parlamento se disolviera hace más de tres años, el tren gubernamental está prácticamente acéfalo, al menos constitucionalmente.
Entonces la apuesta de los diferentes líderes de oposición es lograr una dimisión o en su defecto un golpe de estado, para sacar a Henry del poder e instalar un “gobierno de transición”, que no tendría ninguna facultad constitucional, por no llegar de manera democrática y tendría que llamar inmediatamente a un consenso nacional, o de lo contrario, carecería de validez.
Ese mandato de transición tendría la obligación de convocar a elecciones generales lo más pronto posible, además de tomas las medidas necesarias para contener la presión social que ha incrementado con el paso de las semanas.
Pero el peligro radica en que varios grupos están corriendo por el mismo puesto. Por un lado, están los dirigentes políticos como Claude Joseph, quienes han alzado su voz para que Henry abandone el palacio presidencial.
Por otro lado, está el grupo del golpista y exmilitar Guy Phillipe, quien encabeza las manifestaciones y se encuentra actualmente en Puerto Príncipe, apoyado por los militares de la BSAP, el cuerpo militar de Medio Ambiente de Haití, quienes se le revelaron al gobernante haitiano a principios de año.
Pero también está la posibilidad, aunque quizás más mínima, de que las bandas, que actualmente controlan el 85% de la capital haitiana y otras zonas, reclamen el control gubernamental e instalen un propio gobierno de facto, lo que complicaría aún más la ya dramática situación.
Ante esta realidad, el panorama es cada vez más incierto, sobre todo en momentos en que el actual primer ministro no ha ofrecido declaraciones públicas y su último mensaje colgado el pasado lunes en su cuenta de X, no confirma si tiene intenciones de abandonar el poder, pese a la crisis.
Mientras tanto, las presiones continúan y la violencia se apodera de las calles, sumándole un nuevo ingrediente al cóctel molotov que ha sumergido a la primera nación en independizarse en la región, en un profundo caos, que no vislumbra una salida definitiva a corto plazo.
La ayuda internacional para Haití
A esto se le suma que hasta el momento no han podido llegar los primeros efectivos policiales prometidos por Kenia para luchar contra las bandas, debido a que la justicia del país africano mantiene bloqueada su ejecución, debido a tecnicismos legales, que tratan de subsanar.
Lo cierto es que las próximas horas serán cruciales para definir el futuro de Haití, que se ve sin rumbo y sin esperanza, al abismo de un estallido a gran escala, que no pueda ser controlado con inmediatez.