Cuando comienzas a visualizarlas como “temas por resolver” el mensaje que te envías es que puedes solucionarlas (iStock)
Todos conocemos gente que ha pasado por tremendas dificultades y, a pesar de eso, salieron adelante.
Dos personas transitan por el mismo problema, y una se convierte en resentida, la otra en luchadora. ¿Cuál es la clave por la cual algunas perseveran y otras se rinden? ¿Qué provoca que frente a una misma situación unos se estanquen y otros logren avanzar? ¿Por qué algunos experimentan inseguridad y temor, y otros fortaleza y pasión?
Por supuesto que, como cada ser humano es un mundo aparte, cada quien procederá de diferente forma aún frente a los mismos problemas. Desde la mirada del Coaching podemos decir que lo que marca la diferencia es la postura, el modo en el que nos paramos frente a lo que nos pasa y en las decisiones que tomamos a partir de allí. Es lo que conocemos como “actitud”: un sentimiento interno que se manifiesta en un comportamiento externo.
Y la actitud no depende tanto de la gravedad de lo que me está ocurriendo, como de lo que yo piense acerca de lo que me está ocurriendo. Es que muchas veces la forma de ver el problema ¡es el problema!
Cuando nos enfrentamos a una dificultad, nuestra mente fabula mil y una posibilidades. Y pensamos… Y pensamos. Y ahí nos enredamos en una maraña de pensamientos que no solamente no nos saca de donde estamos, sino que además, nos agrava la situación. Desde esa perspectiva hasta podríamos definir la preocupación como “meditar en el problema en lugar de meditar en las posibles soluciones”.
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La vida no es de la manera en la que se supone que debe ser; es de la manera en la que es. Lo que marque la diferencia será la actitud que asumamos. Podemos ver lo que nos pasa de manera optimista o de manera pesimista; de manera valiente o de manera tímida; de manera generosa o de manera egoísta. Y esa actitud es una elección personal.
La actitud incorrecta tiene el poder de hacer no solo que vivamos mal, sino que, además, vivamos menos. La actitud correcta nos abre nuevas posibilidades.
Lo que dices y te dices tiene el poder de cambiar tu historia. La vida es como un eco: si no te gusta lo que escuchas, debes cambiar lo que emites. Elige lo que dices de ti y de lo que te pasa. Elige si continuarás describiendo una y otra vez lo sucedido o comenzarás a hablar de lo que quieres que suceda y lo que harás para que eso mismo ocurra. Son tus palabras las que pueden mantenerte donde estás o llevarte a donde quieres estar.
Necesitamos saber distinguir aquello que SÍ podemos cambiar, de aquello que NO podemos cambiar. Llueve ¿puedes cambiar el tiempo? NO. Entonces elige qué harás mientras llueve. El tránsito está congestionado ¿puedes cambiar eso? NO. Entonces elige tu actitud arriba del automóvil. Pon siempre tu foco de atención en lo que sí puedes hacer, no en lo que no puedes.
Como afrontar dificultades es inevitable y aprender de las dificultades es opcional, aquí comparto cinco acciones para restarle poder a las preocupaciones:
1. Escribe tus preocupaciones
Escribe en una hoja en blanco o en un documento en tu computadora, todas las preocupaciones que consideras que tienes actualmente. El acto de escribir ejerce un poder terapéutico muy grande. La escritura contrarresta la velocidad de nuestros pensamientos, nos permite tomar distancia y hace que la ansiedad y el temor comiencen a disminuir.
2. Haz una lista de tus recursos
Cada problema se presenta como un espejo que nos muestra lo que pensamos de nosotros, de los otros, de las circunstancias, nos refleja nuestras creencias, nuestras fortalezas y nuestras limitaciones.
La angustia viene cuando creemos que no tenemos recursos para salir adelante. Es decir que, si consideras que dispones de recursos, tu preocupación estará dentro de los parámetros normales, y será la que te movilice a accionar.
Haz una lista de tus recursos internos: tus creencias, tus valores, las emociones positivas que predominan en ti, tus habilidades y conocimientos, los rasgos positivos de tu personalidad. Haz una lista de tus recursos externos: tus vínculos personales, tus bienes materiales, tus herramientas de trabajo, tus finanzas, tus inmuebles.
Ambos, tantos los recursos internos como los externos, constituyen tu capital. Por ello la importancia de descubrirlos, reconocerlos y utilizarlos.
En lugar de permitir que el problema te desaliente, haz un inventario de todo lo que has alcanzado hasta el presente, y de todos los recursos, internos y externos, que te permitieron esos logros.
3. Prioriza tus preocupaciones
Del listado que has escrito de tus preocupaciones, identifica aquellas que realmente afectan tu vida, tu bienestar y que pueden tener un fuerte impacto sobre tus objetivos.
Ahora, reemplaza “preocupación” por “temas por resolver”. Así sacarás la carga negativa que contiene la palabra “problema” o “preocupación”. Cuando comienzas a visualizarlas como “temas por resolver” el mensaje que te envías es que puedes solucionarlas. Luego colócale a cada una de ellas, un número de importancia. Al priorizarlas, van teniendo cada vez menos fuerza.
4. Invierte tiempo en posibles alternativas
Comienza a desarrollar estrategias, tormenta de ideas. Pregúntate a quién puedes acudir, con quién puedes hablar. Son acciones a realizar. Activas así tu imaginación respecto de la salida. Tú eliges: o te ocupas o te preocupas. Mejor deja de preocuparte para que puedas ocuparte.
5. Da un paso a la vez
Piensa en grande, actúa en pequeño. Piensa en el mañana, actúa en el presente. En lugar de empeñarte en obtener el “control total” (obviamente el control total no existe ya que no existe siquiera el control), comienza dando pasos pequeños que influyan en esa área que quieres beneficiar.
Afrontar un problema aparentemente difícil a menudo requiere ver dónde se encuentra el punto de apalancamiento: un cambio que con mínimo esfuerzo llevará a una mejora significativa y duradera. Una pequeña diferencia hace una gran diferencia.
Sigue caminando. Abandonar es lo más fácil: cualquiera puede hacerlo. Los cambios se hacen fáciles cuando decides dar un paso por vez.
Recuerda que no hay situaciones desesperadas, hay gente desesperada. Si cargas la mochila del ayer y las preocupaciones del mañana, más las tareas de hoy… no llegarás lejos. Que estas acciones te permitan participar activamente en la salida de tu actual dificultad, con expectativas positivas y entusiasmo.