Joel Rafael Cabrera Espino cometió el “error” de cruzar a la hora equivocada por el sitio equivocado y, por ello, recibió una pedrada mortal. ¿A quién se le ocurriría que transitar por debajo de un peatonal pudiera ser un acto mortal? De tan inaudito y fortuito cuesta, incluso, creer que fuera casual.
Cualquiera de nosotros podría ser Joel Rafael: no es la primera vez que esto sucede y, seguramente, no será la última porque nadie controla lo que pasa en los elevados. Son y serán tierra de nadie.
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Morir “pendejamente” puede ser destino de cualquier dominicano porque nadie está a salvo de perecer en medio de las ejecuciones sumarias que lleva a cabo la Policía Nacional cuando quiere “limpiar” los barrios o congraciarse con la sociedad para tapar su incompetencia para controlar la delincuencia.
El asesinato del comerciante Daniel Antonio Rodríguez Céspedes (El Químico), acribillado por un contingente policial que afirma que se resistió a un allanamiento en medio de la madrugada, sorprende e indigna tanto como el de los seis presuntos miembros de una banda en Los Alcarrizos quienes, según la Policía, murieron en un intercambio de disparos. Las versiones de la Policía, de tan inconsistentes, entran en contradicción con testigos, familiares y vecinos. ¿Estamos apostando a morir?