Cuando debo llevar mi hijo al psicólogo

Cuando debo llevar mi hijo al psicólogo

Virginia Padilla

Una de las preocupaciones más frecuentes  que pueden sentir los padres es cuando observan algún comportamiento inadecuado en su hijo, ante esto,  por lo regular   surge la   inquietud de determinar si es necesario llevarlo  al psicólogo.

Frente a  cualquier duda siempre es mejor prevenir que lamentar, una consulta con un experto de la conducta  es más beneficioso que quedarse con la duda, actuar a tiempo, rápido y de manera efectiva puede cambiar para bien  toda la dinámica personal y familiar.

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Asumir con responsabilidad la paternidad  no siempre es tarea fácil,   ser padre o madre trae consigo grandes retos, que a veces se tornan en una tarea difícil.

Estamos viviendo una época de muchas necesidades en las familias, pues los padres están involucrados en múltiples  compromisos personales y laborales.  

A la falta de tiempo, el estrés, el cansancio y el agotamiento de los padres, se suma la  hiperactividad de la mayoría de los niños de ésta generación,  por eso es tan importante el establecimiento de estructuras y  reglas claras en la crianza de los hijos.

La sobre estimulación a la que están expuestos los menores es evidente,  las destrezas que desarrollan cada vez más los niños de esta época, así como  la  cantidad de energía y movimientos que tienen pueden desgastar a los padres, por esto se hace necesario  un acompañamiento en la  orientación   y en la crianza efectiva de los hijos.

Si en  algún momento llega la duda sobre cómo actuar, como corregir o disciplinar al niño, o  si vemos que no está actuando  acorde con su etapa de desarrollo, estos podrían ser indicios de que el menor necesite de la intervención de un terapeuta.

  • Problemas conductuales como cambio de humor, rabietas, ira excesiva, desobediencia, agresividad, violencia física o verbal.
  • Retraso en el desarrollo del habla.
  • Falta o pérdida de control de esfínteres.
  • Manifestación de  miedo, tristeza, llanto, depresión o ansiedad.
  • Conductas regresivas.
  • Dificultad para socializar.
  • Timidez o retraimiento.
  • Desinterés por actividades o cosas que antes disfrutaba.
  • Bajo rendimiento escolar o problemas conductuales en  la escuela.
  • Cambios en el apetito y en el estado anímico.
  • Alteraciones del sueño como  insomnio o pesadillas.
  • Problemas de atención  o de concentración.
  • Dificultad de retención o de memorización.
  • Manifestación de hiperactividad o de impulsividad.
  • Conflictos con sus amigos o sus  pares.
  • Dolores físicos sin causa médica (previo descartar con su o pediatra).
  • Dificultades en casa como desobediencia  a la figura de  autoridad o incumplimiento de las reglas.
  • Acontecimientos vitales como separación de los padres, cambio de domicilio, muerte de un ser querido o perdida de una mascota.

La existencia de cualquiera  de estos comportamientos,  situaciones o manifestaciones   no significa necesariamente que haya un tema de gravedad en el menor, pero son indicios de que debe ser visto por  un profesional de la  conducta infantojuvenil o por un terapeuta del desarrollo.

La autora es psicóloga y educadora, directora y fundadora de MLC SCHOOL Twiter: @MLC_Schoolrd @SVirginiaPInstagram: @pardillavirginia

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