Una de las preocupaciones más frecuentes que pueden sentir los padres es cuando observan algún comportamiento inadecuado en su hijo, ante esto, por lo regular surge la inquietud de determinar si es necesario llevarlo al psicólogo.
Frente a cualquier duda siempre es mejor prevenir que lamentar, una consulta con un experto de la conducta es más beneficioso que quedarse con la duda, actuar a tiempo, rápido y de manera efectiva puede cambiar para bien toda la dinámica personal y familiar.
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Asumir con responsabilidad la paternidad no siempre es tarea fácil, ser padre o madre trae consigo grandes retos, que a veces se tornan en una tarea difícil.
Estamos viviendo una época de muchas necesidades en las familias, pues los padres están involucrados en múltiples compromisos personales y laborales.
A la falta de tiempo, el estrés, el cansancio y el agotamiento de los padres, se suma la hiperactividad de la mayoría de los niños de ésta generación, por eso es tan importante el establecimiento de estructuras y reglas claras en la crianza de los hijos.
La sobre estimulación a la que están expuestos los menores es evidente, las destrezas que desarrollan cada vez más los niños de esta época, así como la cantidad de energía y movimientos que tienen pueden desgastar a los padres, por esto se hace necesario un acompañamiento en la orientación y en la crianza efectiva de los hijos.
Si en algún momento llega la duda sobre cómo actuar, como corregir o disciplinar al niño, o si vemos que no está actuando acorde con su etapa de desarrollo, estos podrían ser indicios de que el menor necesite de la intervención de un terapeuta.
Una de las preocupaciones más frecuentes que pueden sentir los padres es cuando observan algún comportamiento inadecuado en su hijo, ante esto, por lo regular surge la inquietud de determinar si es necesario llevarlo al psicólogo.
- Problemas conductuales como cambio de humor, rabietas, ira excesiva, desobediencia, agresividad, violencia física o verbal.
- Retraso en el desarrollo del habla.
- Falta o pérdida de control de esfínteres.
- Manifestación de miedo, tristeza, llanto, depresión o ansiedad.
- Conductas regresivas.
- Dificultad para socializar.
- Timidez o retraimiento.
- Desinterés por actividades o cosas que antes disfrutaba.
- Bajo rendimiento escolar o problemas conductuales en la escuela.
- Cambios en el apetito y en el estado anímico.
- Alteraciones del sueño como insomnio o pesadillas.
- Problemas de atención o de concentración.
- Dificultad de retención o de memorización.
- Manifestación de hiperactividad o de impulsividad.
- Conflictos con sus amigos o sus pares.
- Dolores físicos sin causa médica (previo descartar con su o pediatra).
- Dificultades en casa como desobediencia a la figura de autoridad o incumplimiento de las reglas.
- Acontecimientos vitales como separación de los padres, cambio de domicilio, muerte de un ser querido o perdida de una mascota.
La existencia de cualquiera de estos comportamientos, situaciones o manifestaciones no significa necesariamente que haya un tema de gravedad en el menor, pero son indicios de que debe ser visto por un profesional de la conducta infantojuvenil o por un terapeuta del desarrollo.
La autora es psicóloga y educadora, directora y fundadora de MLC SCHOOL Twiter: @MLC_Schoolrd @SVirginiaPInstagram: @pardillavirginia