Cuando el desembarco de Caamaño, la PN veía guerrilleros dondequiera

Cuando el desembarco de Caamaño, la PN veía guerrilleros dondequiera

Los reportes de José Ernesto Cruz Brea relacionados con el desembarco de Caamaño pudieron detenerse el 25 de febrero con el memorándum sobre la misa oficiada en la iglesia San Antonio de Padua, en Bonao, en memoria de Alfredo Pérez Vargas, “muerto en combate en las lomas de San José de Ocoa”. Pero continuaron porque había un chisme en el tintero del general que parece entendió debía saberlo el presidente Joaquín Balaguer, ya que involucraba a sus funcionarios.

Tal vez no se lo había informado porque estuvo sumamente empleado en localizar y apresar “comunistas” que colocaban grapas, incendiaban neumáticos, se reunían en la calle Hostos 35 altos a planificar cómo presionar al Gobierno para que reabriera la UASD, leían el Diario del Che Guevara en Bolivia, como Nelson Cosme Peña; la Guerra de guerrillas, propiedad del “reconocido comunista” Julio Rodríguez, alias Fulvio, de Santiago Rodríguez o Rusia después de Stalin, ocupada a Juan Pablo Duarte, secretario general del PRD en Castillo, provincia Duarte, según comunicaba.

Primero debía enterarlo de que regaban panfletos “subversivos” en apoyo a los guerrilleros y unos supuestamente escritos por Juan Bosch que Ramón Emilio Jiménez envió al gobernante después de recibirlo de Pérez y Pérez y este de oficiales de inteligencia. Estos “comunistas” desafiaban a la autoridad tomando ron triculí en momentos en que la Patria se encontraba amenazada por “mercenarios”, como publicó El Diario de la Tarde, de Málaga, que le envió a Balaguer al periodista Vicente Ricardo Serra, presentado como crítico y comentarista de esa publicación y biógrafo de Pablo Picasso.

El bochinche del que escribió Cruz Brea ocurrió el 10 de febrero, pero él lo informó al Presidente el 26. Se trató de una reunión convocada por la gobernadora de Santiago Rodríguez a la que asistieron el senador Juan Rafael Peralta Pérez, presidente del Partido Reformista; Mérido Saint-Hilaire, síndico municipal; el diputado Virgilio Bueno y otras autoridades civiles con el objetivo “de dar el más firme, decidido y sólido respaldo a la obra de Gobierno de Vuestra Excelencia y repudiar enérgicamente la actitud vil y despreciable de los comunistas guerrilleros que desembarcaron por Playa Caracoles”.

El jefe de la Policía cuenta a Balaguer que se acordó firmar un documento público a lo que se negaron “los doctores Luis Randolfo Castillo Mejía, procurador fiscal; Ramón Ventura, juez de Primera Instancia, y Luis Ernesto Florentino, Juez de Paz, en tanto que el doctor Miguel Ernesto de Jesús Quiñones, fiscalizador en aquella población, lo firmó y expresó que lo hacía de manera responsable”.

La gran represión. Cuando se leen los interminables memorándums de Cruz Brea a Balaguer se comprende el ocultamiento de los líderes de la izquierda y del PRD aunque el blanco principal de las persecuciones era el expresidente Juan Bosch, de quien Le Monde del 7 de febrero publicó que el Gobierno dominicano estaba “en posesión de documentos” que lo implicaban “en un complot contra la paz pública con el desembarco”. El recorte está entre correspondencia remitida al mandatario por sus embajadores.

El país tenía militares en cada esquina “con fusiles-ametralladores”, había tropas acuarteladas y múltiples detenciones, según la extensa crónica. César Herrera, ministro de la Presidencia, afirmaba o desmentía versiones.

Se advierte que personas ajenas al desembarco fueron sorprendidas y encarceladas. ¿O estaban apoyando la guerrilla por haber combatido en 1965, tener un disco llamado “Sagrario” o el Himno de la Revolución, una emisora operando legalmente, un transmisor de radioaficionados, fotos de Bosch y Caamaño y hasta pistolas de juguete como fue el caso de Francisco Gomera hijo, de Tamayo? Cualquier militante de izquierda encontrado era un reo seguro de cuyo destino final no hay noticias en este valioso Fondo de la Presidencia, ahora patrimonio del Archivo General de la Nación.

El 8 de febrero fue detenido Rafael Morales, de 24 años, porque en los archivos del Servicio Secreto figuraba “fichado como activista de la Línea Roja del Grupo Fragua y lo han visto portando una pistola calibre 45 en la UASD”. Ese mismo día fue allanado en Hato Mayor Félix Lluberes, “quien fuera jefe de un comando que operó allí en la revuelta de abril a favor del retorno a la presidencia de la República del profesor Juan Bosch”.

Corresponsales de prensa fueron víctimas del acoso policial, como Tomás Villavicencio Rijo y Juanito Cedeño, reporteros de El Sol en Higüey, apresados por supuestamente incitar a estudiantes secundarios a promover desórdenes. En esa misma localidad allanaron al “reconocido comunista” Aníbal Gómez Ricoud en cuya vivienda solo encontraron folletos del PRD firmados por Bosch.

El 10 de febrero allanaron en Salcedo a un grupo de personalidades entre las que había algunas que habían sido opuestas al régimen de Trujillo pero para la Policía eran “reconocidos comunistas”: Ángel Salvador Forastieri, Ramón Emilio Rivas, José A. Tallaj, Rafael Antonio Pantaleón, Arsenio González y Juan Peña. A Tallaj le ocuparon “un rifle de aire comprimido” pero a él no lo encontraron. Forastieri y Pantaleón, así como “los comunistas Félix Antonio Almánzar y Antonio Paulino”, fueron apresados.

En estos informes se da cuenta de dos supuestos guerrilleros que bajaron de la loma a la capital. Dice Cruz Brea el 19 de marzo que Virgilio Lorenzo tenía escondidos en su residencia a dos hermanos suyos que “tras estar en las montañas con los guerrilleros que desembarcaron por Caracoles, vinieron a la Capital” y que “cuando dicho sujeto se dio cuenta de que los vecinos se estaban enterando llevó sus referidos hermanos a un sitio no determinado y les lleva comida”.

Con Caamaño no vinieron guerrilleros apellido Lorenzo. Le acompañaron Toribio Peña Jáquez, Claudio Caamaño Grullón, Eberto Lalane José, Alfredo Pérez Vargas, Hamlet Hermann Pérez, Ramón Euclides Holguín Marte, Mario Nelson Galán Durán y Juan Ramón Payero Ulloa. O quizá estos dos se les sumaron a los combatientes tras su arribo al país…

A la misa por el alma de Pérez Vargas asistieron 200 personas, según informó Cruz Brea. Agregó que terminada la celebración eucarística estas “se dirigieron a la residencia de los padres del indicado guerrillero portando una bandera azul marino con un diseño blanco en el centro sin que se llegara a alterar el orden”.

Este fue el desembarco de las confusiones, de algunas ridículas declaraciones y de muchas desorientaciones. Jottin Cury, rector de la UASD, protestó por el cerco y porque fueron arrestados siete vigilantes nocturnos. La Policía respondió que estos “podían ser guerrilleros”. En Puerto Rico, el exiliado político Manuel Rodríguez Jiménez (Manolín) manifestó el 14 de febrero que el acontecimiento no era invasión sino una comedia, un engaño, una guerrilla fingida con el propósito de “disolver una alianza de varios partidos de la oposición”.

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