El arte; murmullo que turba el pensamiento, desquiciado sentir que azota el alma, loca pasión por la belleza, puro, hermoso y extraño padecer del espíritu, palabras de la conciencia; es eso, misterioso hechizo incomprendido, pero cierto.
Ese padecer del alma, privilegio de los escogidos por el azar de la vida, conjuga plenitud, armonía. El arte es como el aroma de la brisa fresca de la mañana; te perfuma, te embriaga, te inquieta, te seduce, se va dejando en tu sentir una huella inmensa de su presencia, doloroso grito que acongoja, gracia y antojo para los seres de este mundo triste.
El arte es el sol, la luz y la alegría del mejor día de primavera.
La pintura; exquisita expresión de arte, mi preferida, síntesis de un coloquio entre todos los colores y las mil formas concebidas.
Colores estridentes, luminosos, parcos, táctiles, tranquilos, inquietos, tímidos, sombras y luces que tornan la pintura en un onírico espacio de paz, en el más encantador girón de belleza, expresión tierna y fértil del alma enamorada de la vida.
Puede leer: Omar Molina en una antología discursiva, plástica y visual
Formas que narran con certeza su origen, formas que distorsionan, líneas rectas, volúmenes que incitan la lujuria, formas parecidas a las cosas, infinitas formas delineadas en gráciles dibujos, en fin; formas, consortes íntimas del color.
Ese convivir del color y las formas es la síntesis incomparable del arte espléndido y glamoroso que es la pintura.
El hombre artista es un repicar de fino sentir, del claro predecir el destino de su pensar. Inquieto ser que piensa y dice el cálido malestar que tortura su ser.
Espíritu infinito, aventura plena de triste padecer.
Las cosas del arte son muy peculiares, diferentes, exóticas, más aun; raras, exquisitas, podrían ser cosas de otro mundo, son sueños, premoniciones, testimonios, son el legado de la conciencia, de la intimidad y la vocación.
El arte es la transfiguración de un profundo sentir que aflora trastocado en pasión, certeza, encanto, misterio y lo que es más, clara estampa de amor y belleza.
El arte, mensajero en el tiempo y el espacio infinito de esa cálida sensación de ternura, alivio y promesas.
El arte sueña y lo sueñas. Dardo que se clava en el lugar más cercano al corazón y te guía por el sendero de la verdad o la fantasía para nunca más dejar de ser tu querido y preferido acompañante por los siglos de los siglos. Así de simple y complicado son las cosas del arte.
El arte es y siempre será el embriagante proceder de la creatividad, misterio y realidad, armonía y canto, melancólico lamento. Lucha tenaz contra el hastío, cataclismo que estremece el universo.
Le puede interesar: Un poeta en Nueva York: Carlos Rodríguez y la poesía en tránsito
El arte, caballero andante por los destinos de paz y concordia, juega el más hermoso transcurrir del hombre común, lo colma de tranquila e inquieta alegría.
El arte es un acto de fe primordial. El artista crea y olvida, repite la misma actitud, crea y olvida una vez más y más. Su arte, razón de su existir, se funde con su ser, con su grato sentir, con el olvido y la vida le sucede en un eterno recordar.
El artista sueña, transcurre en el tiempo, formaliza ideas, improvisa con carácter y elocuencia las más bellas y hermosas frases de ensueño, frases cargadas con el leve rubor de tierno color o el embrujo embriagante de un soplo del alma, el más cálido poema testimonio de presencia, testimonio de olvido.
El arte es la más tierna y consentida manera de reír, llorar, soñar y sentir el encanto de vivir.
Levantemos una bandera de lucha en favor de los artistas, privilegiados seres.