Las estancias infantiles del Estado, establecidas para rodear de seguridad en ausencia de sus padres a niños de poca edad y sin sentido de los riesgos, son de los lugares donde menos aceptable resulta que algún interno pierda la vida por ahogamiento en una cubeta o resulte severamente herido por caer desde una azotea al punto de que su supervivencia sigue sin estar garantizada.

Dos de las peores noticias de la semana por desgracias que solo pueden ser consecuencia de la falta de vigilancia y de exigencia de responsabilidades, provinieron de un hogar de paso de Conani en el Distrito Nacional y de un centro de atención a la infancia en San Francisco de Macorís.

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Lo que es ya una tragedia que signa para siempre a progenitores, y otro hecho que destroza emocionalmente a padres que ven a su hija con la vida en un hilo, expresan negligencia en ámbitos de delicada función social que solo deben estar a cargo de personas instruidas con rigor para no cometer faltas que comprometan la integridad física de seres que no han desarrollado percepción para el peligro.

De comprobarse, la ausencia de mecanismos selectivos de contratación, entrenamiento y observación preventiva a conductas subalternas estarían comprometidas, incluso judicialmente o por aplicaciones disciplinarias, los encargados de las entidades oficiales en cuyos marcos ocurrieron las fatalidades que causaron intenso dolor a dos familias. Una aplicación de consecuencias de efecto disuasivo para el porvenir.