La experiencia cubana. La independencia cubana no es fruto, como en Haití (1804), de la lucha de esclavos contra sus amos. Tampoco surge de dos procesos de independencia, como en la República Dominicana (1844,1864), luego que la conciencia de cada quien se escindiera por efecto de las dudas surgidas sobre su propia capacidad de preservar la autonomía patria. En Cuba, todos esos fenómenos se encuentran en una etapa embrionaria.
Los amos criollos (personificados en Carlos Manuel de Céspedes) concedieron voluntariamente la libertad a sus esclavos para, juntos, combatir a la metrópolis española a partir de 1868. Luego de tres guerras sucesivas, y no sin para ello contar con el verbo y la muerte del apóstol José Martí, se logra una independencia condicionada en 1902 por la imposición imperial de la Enmienda Platt estadounidense.
Desde aquel entonces, y al menos hasta el día de hoy, la población se mantiene en un solo vaivén pendular entre la independencia (política y cultural) y la dependencia (comercial, financiera y también cultural) de la Isla ante el “imperialismo” y el “capitalismo estadounidense”. Se opone al yugo exterior (de España y luego de Estados Unidos) del que no quiere seguir siendo dependiente, valiéndose de otras vinculaciones no menos desiguales (con la Unión Soviética y posteriormente con la República Bolivariana de Venezuela). Lo más significativo de ese movimiento pendular, en ningún momento logra abandonar sus formas tradicionales de producción republicana como fueron y siguen siendo el turismo, la agricultura (apenas azucarera) y la necesaria dependencia de la inversión extranjera (estadounidense o no).
Conciencia estoica. Esa continuidad histórica de lo mismo es lo que permite pensarse en Cuba en términos del “estoicismo” hegeliano, tal y como lo expone en la Fenomenología del Espíritu en 1807. Como primer momento de la libertad de la autoconciencia independiente, el pensamiento estoico es inmediatamente posterior a la superación de la dialéctica del amo y el esclavo –debido a la cual el yo se descubre libre en su propio pensamiento por efecto del trabajo servil–y anterior al escepticismo y a la desdicha de la misma conciencia independiente en sí misma.
La conciencia estoica representa ese momento en el que yo individual desenmascara la falsa libertad del señor ocioso y niega la sumisión servil de sí misma, al mismo tiempo que descubre, proclama y manifiesta su propia libertad interior. Se dice, soy libre. Descubre en sí mismo la universalidad y la libertad del pensamiento. En tanto que individual, se trata de una libertad que no deja de ser abstracta e indeterminada. Por esto mismo, no se pierda de vista, la libertad y el pensamiento de la conciencia estoica no arrojan y tampoco traen consigo transformaciones reales en el mundo objetivo de la historia.
En cierto sentido, esa nueva semblanza es perceptible en medio del trajín republicano cubano. Una vez superada la lucha a muerte y reconocido el valor del trabajo que dota de disciplina y formación cultural al antiguo esclavo, surge en este un estado de abstracción que alcanza en el estoicismo su máximo paroxismo y expresión:
“Esta conciencia (estoica) es… negativa ante la relación entre señorío y servidumbre; su acción no es, en el señorío, tener su verdad en el siervo ni como siervo tener la suya en la voluntad del señor y en el servicio a este, sino que su acción consiste en ser libre tanto sobre el trono como bajo las cadenas, en toda dependencia de su ser allí singular, en conservar la carencia de vida que constantemente se retrotrae a la esencialidad simple del pensamiento retirándose del movimiento del ser allí, tanto del obrar como del padecer. La obstinación es la libertad que se aferra a lo singular y se mantiene dentro de la servidumbre; el estoicismo, en cambio, la libertad que, escapando siempre inmediatamente a ella, se retrotrae a la pura universalidad del pensamiento; como forma universal del espíritu del mundo, el estoicismo solo podía surgir en una época de temor y servidumbre universales, pero también de cultura universal, en que la formación se había elevado hasta el plano del pensamiento”.
La experiencia cubana se asimila a esa figura hegeliana de la conciencia estoica, pues su realidad ideológica comienza y termina donde empezó, a saber, en la libertad y pensamiento solamente subjetivos. Siendo y reconociéndose independiente, no por ello puede alterar ni suprimir en ningún escenario geográfico caribeño, africano o latinoamericano el curso final de su adversario, el imperialismo estadounidense, ni lo que otros individuos piensan de sí.
En resumen, expresado con terminología hegeliana, la conciencia estoica es “independiente”. Al autoconcebirse como conciencia pensante, se repliega sobre sí misma en tanto que libertad abstracta (“die abstrakte Freiheit”) que no es más que la negación imperfecta del ser otro y no hace otra cosa que replegarse sobre sí misma.
El Caribe insular. Llegados al reconocimiento de esa figura de la conciencia ilustrada tras la independencia de Cuba, queda por determinar si esa misma conciencia estoica u otra también aparece al origen de la matriz cultural del resto de naciones-estados en el mundo insular del Caribe.
A ese propósito, si el estoicismo corresponde al concepto de la conciencia independiente que se revela contra la relación entre el señorío y la servidumbre (“Es erhellt, dass, wie der Stoizismus dem Begriffe des Selbständigen Bewusstseins, das als Verhältnis der Herrschaft und Knechstschaft erschien, entspricht”), las antiguas colonias inglesas y francesas en el Caribe que obtuvieron su independencia a lo largo del siglo recién pasado, y las holandesas que la obtuvieron en 2010, –aunque todas sin luchas a muerte en guerras de independencia como en Haití, República Dominicana y Cuba a pesar de frecuentes y valerosas rebeliones–, permanecen ensimismadas en estrictos patrones formales de comportamiento en función de los cuales son y se consideran segundas de nadie, iguales a todos.
Si nos fijamos en ese solo detalle, la cuestión anterior se resuelve por la vía afirmativa. Dado que la libertad estoica es abstracta en su propia universalidad, como expone la Fenomenología, no hay razón suficiente para poner en duda el reflejo de esa figura reflexiva en cada yo individual descifrado mientras madura, no solo en Europa, sino también en las restantes islas del mar Caribe.
Conclusión. A partir de la lucha de esclavos y amos en Haití, la Fenomenología del Espíritu de Hegel de 1807 permite discernir la formación cultural de la conciencia subjetiva a raíz de su independencia política.
La más avanzada en su desarrollo histórico, al igual que en el desenvolvimiento de las figuras del espíritu, es la conciencia nacional haitiana, que en un escrito anterior asocié por su similitud a la conciencia infeliz. Anterior a esta, en tanto que posterior a los eventos históricos de Haití, surge la conciencia nacional dominicana cuya matriz cultural la discerní en función de la figura escéptica. Por fin, los últimos actos de independencia ocurrieron en Cuba y luego en buen número de otras islas caribeñas, que analicé en este escrito en términos de la conciencia estoica.
Esas tres figuras fenomenológicas dan sentido a la experiencia de cada yo caribeño en medio de lo real maravilloso que un día develó Alejo Carpentier en “el reino de este mundo”. Más aún, las tres ayudan a discernir el movimiento de la historia en el contexto del único sistema filosófico europeo que tuvo conocimiento e integró la lección del combate a muerte de amos y de esclavos, como ciencia de la formación cultural de la conciencia en su advenimiento a la libertad y al pensamiento ilustrado.
Queda por concebir, empero, la verdad que toda esa lección fenomenológica pueda tener bajo la égida de la dialéctica hegeliana.
La conciencia estoica representa ese momento en el que yo individual desenmascara la falsa libertad del señor ocioso y niega la sumisión servil de sí misma, al mismo tiempo que descubre, proclama y manifiesta su propia libertad interior.
Siendo y reconociéndose independiente, no por ello puede alterar ni suprimir en ningún escenario geográfico caribeño, africano o latinoamericano el curso final de su adversario, el imperialismo estadounidense, ni lo que otros individuos piensan de sí.