La Habana, Cuba. Cuba y EE.UU. abrirán el lunes una nueva era con la restauración de unas relaciones diplomáticas rotas durante más de cinco décadas, un momento histórico que los cubanos aguardan con expectación y esperanza, pero también conscientes de que todavía quedan importantes escollos por superar.
La fecha del 20 de julio de 2015 ocupará un lugar destacado en la historia de ambos países cuando las hasta ahora «secciones de intereses» de Washington y La Habana se conviertan de nuevo en embajadas, un paso definitivo de reconciliación que culminará la primera fase del proceso anunciado el 17 de diciembre por los presidentes Barack Obama y Raúl Castro.
«Un sueño» que muchos cubanos no imaginaban ver hecho realidad, como el caso de Leonardo, un trabajador por cuenta propia de 52 años, «nacido con la revolución» que, como la mayor parte de sus compatriotas, desea que esa nueva etapa de relaciones se traduzca en mejoras para el país.
«Al pueblo cubano hay que ponerle una medalla por el sacrificio de tantos años. Ojalá esta nueva apertura y este nuevo entendimiento con Estados Unidos mejore muchas cosas porque es lo que esperamos todos», comentó a Efe.
A su lado, su esposa, Nelsy, asiente y dice que espera ver esas mejoras antes de morirse: «Esperamos que estos cambios traigan bienestar. Realmente estamos necesitados de muchas cosas».
«Tengo la esperanza de que se acabe ya la historia de las dos orillas», señala Eddy, cuya familia reside en EE.UU., donde también vive el único hijo de Marta, una jubilada que se emociona al ser preguntada por las nuevas relaciones: «Una maravilla. Yo pienso que pueda traer muchas cosas buenas».
El lunes Cuba y EE.UU. abrirán una etapa para «fundar un nuevo tipo de lazos, distintos a los de toda nuestra historia común», según subrayó esta semana Raúl Castro en un discurso ante la Asamblea Nacional.
Un camino hacia la normalización total de relaciones que será complejo y que tiene como principal escollo el embargo, o «bloqueo» como se conoce en Cuba, de Estados Unidos.
Además del fin de esa política, la isla también reclama la devolución del territorio de la Base de Guantánamo, el cese de las transmisiones radiales y televisivas «ilegales» y la eliminación de las políticas de Washington para alentar la subversión, entre otras.
De esas diferencias también son conscientes los cubanos de a pie, algunos de ellos escépticos con lo que viene ahora.
«Yo no esperaría mucho porque todavía faltan muchas cosas por limar», opina Lázaro, un jubilado habanero, con el que coincide Yaser, de 45 años: «En Cuba se vive la expectativa, puede que haya alguna mejora, puede que no. Hay que esperar a ver».
Expertos como el exdiplomático cubano Carlos Alzugaray creen que este es un proceso que realmente comienza ahora y perciben que entre ambas partes «se nota la voluntad de avanzar» a pesar de los grandes temas espinosos.
Tras recordar que a Obama le queda poco más de un año de mandato, Alzugaray opina que el deshielo es irreversible, sobre todo tras el trascendental paso de la restauración diplomática.
«Yo no creo que el que venga, aunque sea un republicano furibundo, pueda revertir el proceso. Puede ralentizarlo, congelarlo pero no creo que sea fácil volver a poner a Cuba en la lista de países terroristas o romper de nuevo relaciones», opinó.
De momento, el próximo lunes la bandera cubana volverá a ondear en Washington, donde la apertura de la embajada de la isla se celebrará con una ceremonia encabezada por el ministro de Exteriores, Bruno Rodríguez, y a la que asistirán más de 500 invitados.
En la ceremonia participará también una delegación de 30 representantes de diversas instituciones de la isla, entre ellos el presidente del Consejo de Iglesias de Cuba, Joel Ortega Dopico, quien considera «emocionante» participar en un hecho que significa «el reconocimiento de Cuba como nación».
En el caso de La Habana, la sección de intereses de EE.UU. se convertirá también en sede diplomática el lunes, pero habrá que esperar a la visita, aún sin fecha, del secretario de Estado, John Kerry, para la ceremonia formal del izado de su bandera.
Y dentro de la isla, la disidencia interna tiene opiniones divididas sobre la reapertura de embajadas, tal y como ha ocurrido desde que se anunció el deshielo entre ambos países.
«Termina la fase épica para que comience la fase política de la sociedad cubana (…) Se abre un momento crítico pero al mismo tiempo promisorio para todos los cubanos», declaró a Efe Manuel Cuesta Morúa, del grupo opositor Arco Progresista.
En el otro extremo, las Damas de Blanco dicen no ver expectativa alguna con esta nueva etapa: «Va a ser más de lo mismo, no se va a resolver el problema de las violaciones de los derechos humanos por parte del Gobierno cubano», indicó Berta Soler, líder de ese grupo femenino.