Relata el terror de su paso por La 40 y La Victoria, en la primera desnudado, golpeado, psicológicamente maltratado, pelado a ras, sentado en la silla eléctrica, apaleado con dureza por Luis José León Estévez (Pechito) y Radhamés Trujillo e interrogado por Johnny Abbes y Alicinio Peña Rivera.
Desde 1946, cuando sintió su aversión a la dictadura de Trujillo que combatió con ejemplar valor y de la cual fue víctima, Rafael Antonio Báez Pérez (Cucullo) se ha mantenido activo en la lucha por una sociedad libre y justa y aunque reconoce los frutos de su sacrificio y el de su generación, entiende que hay que continuar en la búsqueda de la autodeterminación y la erradicación “de todo este bombardeo ideológico corruptible”.
Para eso ha vivido. Alcanzarlo es la razón de su presente. Las horas de plática sobre su intensa actividad política son interrumpidas por sucesivas llamadas para confirmar encuentros, proponerle proyectos, reclamar su asistencia en reuniones del partido al que ahora pertenece después de haber militado en las más emblemáticas organizaciones del antitrujillismo, la izquierda, la oposición a Balaguer…
Es un símbolo de la democracia que cuenta 84 años de haber nacido en López, La Angostura, de Santiago de los Caballeros, el 20 de enero de 1933, hijo de Eliseo Báez y Elena Pérez Gutiérrez pero criado por Rosa Delia Arias y su esposo Juan Maldonado, pues la madre enfermó cuando él era un bebé.
De Gloria Arias, su tía, aprendió a repudiar a Trujillo. Amiga íntima de Virgilio Martínez Reyna, una de las primeras víctimas del trujillato, conocía las interioridades de ese crimen. Criticaba discretamente al régimen. “Cuando Trujillo iba a Santiago, no asistía a los desfiles, decía que no le pasaría por debajo”, refiriéndose al arco que servía de plataforma al dictador. “Esas cosas se me fueron grabando”.
Las vivencias de la tiranía comprenden relatos extensos de la vida de Cucullo. Vio al dictador estando pequeño, en la Línea Noroeste, y después, en 1952, en el Club Santiago, donde hizo aparte con Báez, Rafael Yunén, Vinicio y José Jaime González Pérez, Fredy y José Raúl Bonnelly, entre otros jóvenes. “Lo fue a buscar Pedro Hungría, diputado y presidente del Club. Estuvimos con él hasta las cinco de la madrugada. Ahí aprendí a tomar Carlos I”. El generalísimo le ofreció una beca para la Universidad que nunca procuró porque había que ir a ofrecer “informaciones” al Servicio de Inteligencia Militar. Se hizo ingeniero civil gracias a su familia.
Santiago es un referente tan significativo en sus vivencias como Sosúa. En el primero vivió, estudió y conspiró desde la escuela, cuando cursaba el octavo curso, con Juan Sosa, “hoy médico eminente”. Pero era solo un sentimiento lo que los conectaba.
Paradójicamente, los padres de ambos no disimulaban sus simpatías por Trujillo. El de Cucullo participó en el Movimiento Cívico del 23 de Febrero de 1930 que llevó al tirano al poder. El “profesor Sosa” denunció después que en un homenaje al abogado Federico Carlos Álvarez no se mencionó al “Jefe”.
De Santiago eran su esposa, Marianela Georgina Barbour González, sus primeros maestros, escuelas, amigos. Recuerda con devoción a Teolinda Páez, que lo alfabetizó en la escuela rural de La Cruz de Marilópez; a Herminia Pérez viuda Pimentel y otros de los centros de estudios Uruguay, Anexa Salvador Cucurullo y Ulises Francisco Espaillat, donde se graduó de bachiller en matemáticas.
José León Asensio, Ramón Morel Cerda, Francisco Barbour, Perucho Minier, “Puky» Pereyra, Belarmino Cortina, Hugo y Víctor González Pardy, Víctor Martínez Jiménez, “el doctor Parra Beato” están entre sus condiscípulos y contertulios del Centro de Recreo, Gurabito Country Club, Santiago Tennis club o de Nibaje, donde creció.
En Sosúa tuvo su primer empleo después de la universidad, aunque ya conocía el rigor del trabajo. Fue tasador del Catastro Nacional y pasante del Departamento de Suelos en Obras Públicas. Porque compartía la política con obligaciones profesionales. Cumplía funciones en la Constructora de José Delio Guzmán, en Sosúa, pero allí también formó células conspirativas y organizó el primer complot contra Trujillo que consistiría en poner azúcar en los tanques de gasolina para cuando viajara al Cibao.
Sina Cabral, su compañera de oficina, de pensión, prisión y lucha, se ocupaba de la fabricación de bombas caseras. Hablar de ella es para él mezcla de dolor y nostalgia. Describe las salvajes torturas de que fue víctima la heroica mujer y la delicadeza con que le interpretaba al piano “Orquídeas a la luz de la luna” en la casa de huéspedes de la calle 30 de Marzo que regenteaba un hermano de Porfirio Herrera, ajeno a que allí funcionaba una unidad del Movimiento 14 de Junio integrada por ellos y Rubén Díaz Moreno, asesorados por Tobías Cabral, que desde su exilio les enviaba cartas en anagramas recibidas por un visitador a médicos en la clínica Gómez Patiño.
Siempre político. Cucullo no tenía otra motivación para entrar en política que su preocupación por el bienestar común. Pertenecía a una familia acomodada. Se reunía con la rancia aristocracia de Santiago, se convirtió en exitoso profesional. “Me metí por un problema de responsabilidad frente a la situación y frente a los dominicanos que vinieron en las expediciones de 1959, los de la Raza Inmortal. Sentí el deber de exponerme e integrarme a defender la libertad”, comenta.
Asombrosamente lúcido, ameno, ocurrente, vivaz, relata el terror de su paso por La 40 y La Victoria, en la primera desnudado, golpeado, psicológicamente maltratado, pelado a ras, sentado en la silla eléctrica, apaleado con dureza por Luis José León Estévez (Pechito) y Radhamés Trujillo e interrogado por Johnny Abbes y Alicinio Peña Rivera. Vio en prisión a Los Panfleteros y sintió como suyas las descargas eléctricas a sus compañeros.
Ajusticiado Trujillo, peleó para sacar a sus remanentes, se batió en la Revolución de Abril, rompió con el 14 de Junio y pasó al Movimiento Popular Dominicano, luego fue al PRD, al Núcleo Comunista de los Trabajadores, la Izquierda Unida, Concentración Democrática, Frente de Izquierda Dominicano, Bloque Socialista…
Él representa la historia de más de 60 años de lucha ininterrumpida. Conoce los secretos del secuestro de Donald J. Crowley, define las personalidades y temperamentos de Maximiliano Gómez, Manolo Tavárez Justo. Cuenta su entrenamiento en Vietnam, la actuación en la guerrilla de 1963, su amistad con Fidel, los afanes de “Refundar la República” o su antiimperialismo, que lo llevó a agrupar a los socialistas.
“Partidario de todo lo que fuera contra Balaguer”, el actual secretario de Asuntos Internacionales del PRM, asegura que la izquierda “ha aportado a una conciencia libertaria y a fortalecer valores sobre la conducta de un político”.
Siente que esta no ha fracasado, porque no ha gobernado, “y desde el poder es que fracasas en ejercitar una política. Nos han desarmado en esa búsqueda de llegar y transformar este país que ha estado involucionando con unas normativas donde la política es manejada no para aprender, sino para apropiarse de los recursos”.