Cuerpo y esqueleto del autoritarismo

Cuerpo y esqueleto del autoritarismo

José Miguel Gómez

Parece no sorprender los altos índices de creencias autoritarias y del autoritarismo como modelo sociocultural y político en nuestras regiones que presenta latinobarómetro.

En República Dominicana tenemos más de la mitad de los años desde la Primera República a nuestros días de dictadura y de modelo patriarcal e institucional y de crianza autoritaria.

Las debilidades de nuestras democracias latinoamericana, sus quebradas instituciones, los estilos de Gobiernos, la forma populista, clientelar, aristocrática, personalista y egocentrista, son las que dan sostenibilidad a las ideas del pasado, a los modelos de Gobiernos de siglo XIX y XX que, ejercían el poder por la fuerza, con caudillos, sin normas ni reglas y, donde cada quien hacia lo que mejor le pareciera sin importar las leyes, la constitución, la ética o la moral pública.

El autoritarismo son roles, asignaciones, creencias, modelos y prácticas que se ejercen y se sostienen a través de sistemas de creencias distorsionadas y limitantes, pero asumidas como verdades de que, para gobernar o dirigir se necesita de hombres “viriles” fuertes, con carácter para imponerse, controlar o manipular a sus adversarios, o los que estén bajo la influencia del líder autoritario.

La otra legitimidad del autoritarismo es el personaje de “jefe” el que manda, el que da las órdenes, la persona que viola los procedimientos y personaliza las instituciones, los departamentos y los grupos, quedando legitimado como “jefe”, “jefecito” o sea, el que controla, nombra, cancela, daña, intimida, manipula, crea dificultades, detiene proceso, personaliza, acepta adulaciones, formas grupos, excluye por ideas, trabajos o estilos de proceder.

Pero el autoritario o el modelo autoritarista, no se toleran las diferencias, el disenso, las ideas, la institucionalidad, o el someterse a las normas. Mas bien, el autoritario posee rasgos narcisista, paranoico, antisocial y de baja autoestima, lo expresan diferentes estudios de personalidad y liderazgo.

En pleno siglo XXI, hablar de inteligencia artificial, de la globalización, transparencia y modelos integrales y participativos, con enfoques horizontales y descentralizados; aun así, el pensamiento social y político en nuestras regiones son modelos autoritaristas: Venezuela, Cuba, Nicaragua, Haití, El Salvador, Perú, etc.

Antes se creía que la desaparición militarista, el desmonte geopolítico de las dictaduras de izquierda o derecha, iba a posibilitar procesos democráticos, perdurables, sostenibles y consistentes, donde no se volviera hacia atrás con las viejas prácticas de llegar al poder y secuestrar el poder, para en nombre de la ley, de la corrupción, la violencia, el orden y hasta de la paz, lograr imponer el autoritarismo político, estructural y social.

La neuropolítica, o sea, la neurociencia que se encarga de darle una explicación a través de un sistema de creencia sostenido y limitado, explica como en las democracias no se ha podido desmontar ni desaparecer de los cerebros de los políticos y de los ciudadanos el autoritarismo.

La falta de una neuroeducación ciudadana de forma integral, que pueda desmontar y cambiar los roles, asignaciones de socialización del poder y de la política, es la única forma de desmontar el cuerpo y esqueleto del autoritarismo, de la figura del “jefe” las practicas autoritaria de sociedades atrapadas desde el cerebro y las recompensas cerebrales de creer en la autoridad y no en las instituciones democráticas.

La disonancia cognitiva explica esa forma de pensar, de vivir y de asumir valores diferentes, entre lo que se piensa y lo que se practica.

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