Cuidado con el caso de Faña

Cuidado con el caso de Faña

La gran mayoría de los dominicanos, indistintamente de género, hemos sido formados bajo valores machistas que son ancestrales, aunque esa cultura jamás será obstáculo no solo para reconocer y respetar el numeral 4, Art. 39, de la Constitución de la República, sino para promoverlo y velar por su fiel cumplimiento.

Es cuestión de justicia. “La justicia es reina y señora de todas las virtudes”, dijo Cicerón.

La introducción viene a propósito del caso del ingeniero agrónomo Leonardo Faña, director en licencia del Instituto Agrario Dominicano, quien es objeto de acusación de “abuso sexual” por la gerente financiera de esa entidad, licenciada María Isabel Flores Encarnación. El caso se conocerá en la Unidad de Violencia de Género de la Fiscalía Nacional.

Al señor Faña, destacado dirigente del antiguo PRD y ahora del PRM, lo conozco de vista y a través de los medios de comunicación social. Nunca he hablado con él, ni siquiera hemos intercambiado un saludo. A la señorita María Isabel, a quien le atribuyen vínculos con el PLD, ahora es que la escucho mencionar. Es decir, se trata de dos personas con las cuales no hay motivo para la inclinación hacia un lado u otro.

Ese caso –excepto lo que he visto en los medios— no lo conozco. Para construir un juicio de valor en torno al mismo es necesario obtener respuestas a las siguientes preguntas: ¿María Isabel sabe lo que es una cabaña y a qué se acude a la misma? ¿Entró a la cabaña? ¿Tuvo sexo con el señor Faña? ¿La relación fue espontánea y placentera? ¿Fue violada sexualmente? ¿Hay rastros de violencia verbal o física?

Con la trayectoria pública del señor Faña me resisto a creer que se trata de un violador, capaz de usar agresión verbal o física hacia una dama. Mientras tanto la imagen pública del funcionario, del profesional, del dirigente político, del padre, del abuelo, está dañada. ¿Cómo reponer el daño?

Ojalá y el juez o jueza que conozca este caso actúe de forma profesional, como un verdadero árbitro, basado en pruebas y en apego total a las leyes.

Lo digo porque en las redes sociales se viene especulando sobre la posibilidad de una trama política o, en su defecto, una “vaina que le quieren echar al señor Faña desde la comunidad LGTB”, agrupación en la que están las lesbianas, muchas de las cuales han mostrado un odio

patológico a los varones, pese a que no deben olvidar nunca que fueron engendradas por hombres.

Las lesbianas se infiltran y se esconden en las sombrillas de todos los movimientos reivindicativos de las mujeres, pero con el único propósito de conquistas amorosas, en ocasiones abusando sexualmente de infelices damas indefensas.

Son resentidas sociales, producto, en algunos casos, de episodios sicológicos que las marcaron, pero logran articular un discurso persuasivo, que confunde, en su misión de dividir a la sociedad.

Sin embargo, la hipótesis de mayor aprobación es la del origen político, dada la simpatía y los vínculos de María Isabel. Esa posibilidad es una lección que enseña que con los enemigos no se gobierna. Es una pena que a cinco meses de gobierno del PRM el grueso de los servidores públicos sean dirigentes del PLD.

Y los propios organismos de seguridad del Estado están lleno de peledeístas, empezando por el DNI. Esos miembros del DNI conocen todas las debilidades de los dirigentes del PRM y demás miembros de organizaciones que ayer fueron oposición, porque les tenían sus celulares y cuentas de redes sociales intervenidas. Violaban alegremente la privacidad de la gente.

Hay que dar seguimiento al caso del ingeniero Leonardo Faña, no solo porque aparentemente tiene motivaciones políticas que ameritan ser denunciadas, sino porque puede exponerse a la contaminación por asunto de género, donde la influencia de movimientos feministas, algunos de ellos dirigidos por lesbianas, pueden provocar una injusticia.

Sería un funesto precedente.

“Permitir una injusticia es abrir el camino a todas las que siguen”, dijo Willy Brandt.

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