Circuló recientemente en medios periodísticos la fotografía de la primera dama Cándida Montilla de Medina, esposa del presidente Danilo Medina, recibiendo en Nueva York una placa de reconocimiento de manos del señor Francisco Lorenzo, el destituido embajador de la misión permanente dominicana en la ONU, quien ha sido acusado y apresado por la Fiscalía neoyorkina como cómplice en un escándalo multimillonario de soborno que involucra a importantes figuras del organismo mundial.
Lorenzo ha sido apresado como parte de un grupo criminal encabezado por John Ashe, un diplomático de Antigua y Barbuda, quien fuera presidente de la asamblea general de la ONU para el periodo 2013-2014. Ashe, según los fiscales, recibió partidas de US500,000 y US800,000, entre otras, para apoyar y promover la construcción de un centro de conferencias de la ONU en Macao, propiedad del contratista chino Ng Lap Seng, para quien trabajaba el dominicano Lorenzo al margen de sus deberes diplomáticos.
Seng fue apresado el mes pasado cuando intentó introducir US4.5 millones de dólares ilegalmente a Nueva York. Lorenzo, un reconocido activista dominicano en Nueva York, entregó la placa a la primera dama a nombre de su Fundación South News, una plataforma mediática de relaciones publicas, evidentemente orientada a encubrir sus actividades sospechosas, cubierto por la función diplomática que desempeñaba desde el 2008. Quien bordea los límites de la ley siempre cree que sus relaciones al mas alto nivel pueden evitarle la cárcel.
Creo llegado el momento de que la comisión de ética gubernamental organice un protocolo que proteja a los funcionarios contra manipulaciones de la imagen, previniendo homenajes sospechosos como el que ha sido víctima cándidamente la primera dama, cuya representatividad enaltece al país.
Las naciones desarrolladas protegen a sus servidores contra criminales de cuello blanco que procuran negociar impunidad.