Los políticos, casi siempre, presumen que la agenda del país anda asociada al extenso pliego de sus urgencias. Ahora bien, resulta recurrente la enorme dificultad de entender que los problemas ciudadanos, el día a día de las batallas ordinarias y los desafíos del sobrevivir están a mil kilómetros del debate y tendencias noticiosas, pero constituyen las aspiraciones esenciales de un modelo democrático profundamente distante de la gente.
Los datos sobre la tasa de mortalidad neonatal y la dosis de indignación frente a cifras de 72 muertes en el primer trimestre del año y 34 en el mes de febrero, plantean la tragedia del sector salud y las históricas falencias de una clase política incapaz de entender los problemas del ciudadano humilde. Por eso, la ausencia de una respuesta institucional e incapacidad de escuchar una visión transformadora de labios de la fauna partidaria. Lo usual es la nota de prensa o la reacción ante algún acontecimiento aterrador, sin que se acompañe de acciones concretas para evitar que vuelva a ocurrir. Así, los hospitales materno infantil, Reynaldo Almánzar, Nuestra Señora de La Altagracia y San Lorenzo de Los Mina retratan las carencias de un sistema que llena los espacios radiales, televisivos y las redes, cuando una tragedia desnuda el fracaso rotundo del modelo sanitario.
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Lo cierto es que la inversión en el sector salud en la región es de 5% del PIB y lamentablemente aquí alcanza a 2%. Y de paso, el San Lorenzo de Los Mina se inauguró en 1974 como hospital general y que se transformó en materno infantil, no transita a la velocidad de un enorme crecimiento poblacional en un municipio, que como el de Santo Domingo Este, experimenta un innegable desarrollo y auge poblacional, sin respuesta efectiva en los servicios públicos.
Registrar la tasa de mortalidad más alta en los últimos 5 años debe ser motivo preocupación. Es decir, de 1,949 nacidos vivos en el primer trimestre del año, 72 fallecieron. Alegar desde la argumentación politiquera no resuelve la problemática y la inacción sigue afectando a los más vulnerables porque se trata de neonatos víctimas fatales de una estructura sanitaria anclada en la década de los setenta. Eso sí, ante el dolor irreparable que toca hogares y familias pobres, lo justo radica en repensar las políticas públicas que favorezcan a la gente y produzcan la sensación de que la noción de crecimiento económico se asocie al clásico ciudadano excluido del sentido de mejoría expresado en las finanzas públicas.
Una tragedia como la de los neonatos de Los Mina nos remite al modelo democrático nuestro, conducido por criterios de propaganda y de relaciones públicas.