Por Rodrigo Condez
La vida en la tierra depende de un delicado equilibrio, donde el ser humano cumple un rol fundamental y ha sido responsable de un gran impacto en los últimos 120 años y es nuestro deber revertirlo. Cuidar el medio ambiente es cuidarnos a nosotros mismos. Uno no está separado del otro -por el contrario- están fuertemente unidos. Proteger ecosistemas a gran escala y resguardar el medio ambiente donde vivimos es una obligación, porque de esta forma estaremos cuidando a nuestras futuras generaciones. Esta pandemia es un jugada de la naturaleza, un gran respiro para la tierra y una gran alerta para nuestra especie. Los virus, bacterias y hongos han sido y seguirán siendo piezas fundamentales para la vida sobre la tierra, ellos nos ayudan a vivir y a morir, sin ellos la vida no es posible. Pero la expansión sin límites del ser humano sobre los espacios naturales, trae desequilibrio y en consecuencia un gran golpe a la salud humana. No hay un modelo perfecto, todo sistema debe ser ajustado permanentemente y eso requiere, planificación, anticipación, adaptación rápida y sobre todo acciones a corto, mediano y largo plazos. Lo que evidencia la crisis social, sanitaria y ambiental que vive el planeta, es que nuestros líderes están fuertemente influenciados por el corto plazo, nublados por los resultados inmediatos dejan de lado las acciones a largo plazo y así vamos saltando de crisis en crisis, sin anticiparnos a la jugada. La inesperada llegada de este virus de turno nos muestra con claridad la vulnerabilidad del sistema y es una clara señal de la desconexión con el planeta y de la incapacidad de leer las señales a tiempo. Se prevé que en dos años habremos superado la pandemia, pero ¿Cuántos años nos tomará superar el calentamiento global? Se nos olvida que vamos todos en el mismo planeta, que somos finitos y que en la medida que cuidemos los ecosistemas del planeta -nuestra casa- estaremos aplanando la curva de extinción masiva de las especies con las que cohabitamos y de paso retrasaremos la nuestra. El comportamiento del virus SARS-COV-2 nos obliga a detenernos, a pensar global, actuar local y en valorar los espacios naturales sanos. Estoy convencido que la vida buscará su camino y que entenderemos a tiempo que cuidar la naturaleza es cuidarnos a nosotros mismos. Conservar el hábitat del huemul, cuidar los bosques de alerce, preservar los humedales, proteger los glaciares, los océanos y reservar los ríos para futuras generaciones es el camino a la sostenibilidad real de todas las especies. Lo único claro de esta crisis es el cambio, y dependerá de nuestras acciones transformarlo en uno positivo. Encontrar un nuevo equilibrio, que nos permita convivir mejor, es el desafío.
(FUENTE: El Heraldo Austral)